Por Juan P. Castel
El soldado del ejército rojo y transformado en popular escritor soviético Borís Lavreniov escribió un cuento corto titulado: “Una cosa bien simple” , que a mi sensata edad fue relatado por mi abuelo. En la Guatemala del silencio y de la victoria pírrica de las fuerzas de la reacción, la oligarquía, sus perros de presa del ejército y sus títeres demócrata-cristianos es complicado hacerse a la idea de que un viejo sindicalista le pasara a su nieto las proezas de los jinetes del infierno, de los come niños, de los comunistas de talante y de los que fusilaron a la monarquía azul y descubrieron que su sangre no era diferente a la de una campesino pobre y su muerte no quebraría el eje de la tierra, que estos no estaban protegidos por un aura celestial y que su opresión no era inalterable, tomar el cielo por asalto era posible. Años después me encontré de nuevo con el relato, como por azares del destino, esta vez el cuento venía acompañado en un compendio del cuento corto soviético que va desde los albores de la revolución rusa, pasando por la guerra civil, hasta la afirmación del poder soviético (1914-1924), editado por la globalmente perseguida, quemada y vuelta cenizas, Editorial Progreso de la URSS.
La Intelligentsia Rusa:
Nacida de las capas acomodadas de la sociedad zarista de mediados del siglo XIX, dentro de los sectores pequeñoburgués (campesinos y pequeños propietarios) en el campo y la ciudad, así como un germen dentro de la misma aristocracia zarista. Fue un movimiento que se identificó con los ideales humanísticos, que en Rusia se propagaron en sectores acomodados como los funcionarios públicos zaristas, el ejército y la marina. Entraron rápidamente a los círculos de estudios en los institutos y universidades. Es necesario comprender cómo los hijos de la pequeña burguesía y de los funcionarios zaristas, al ver cercenado cualquier espacio político por el absolutismo, fueron radicalizando sus posturas hasta desembarazarse del ideal dominante del orden feudal e incluso romper con sus círculos familiares más cercanos y con la institucionalidad imperante, desertando del servicio público.
Los sectores más avanzados de esta Intelligentsia terminaron formando los círculos de estudio de lo que sería posteriormente el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR). Entre los integrantes de este movimiento podemos encontrar a todos los que combatieron el populismo ruso y el anarquismo bakunista y que después formarían la primera redacción de Iskra en el exilio, como lo fueron: Lenin, Krúpskaya, Bogdánov, Martov, Vera Zasulich, Plejanov. Esta intelligentsia terminó siendo diezmada por la asonada policial que les dictó el destierro bajo vigilancia o el exilio para poder continuar la estructuración de los centros de propaganda política, que entraron a funcionar a comienzos de siglo, usando a Europa Occidental como retaguardia del movimiento revolucionario ruso; en esta etapa tenemos la llegada de Bujarin, Kámenev y Zinóviev.
El POSDR se desarrolla entre la sangre de las masacres obreras en los polígonos mineros del sur (Cáucaso y Ucrania), así como entre los centros obreros de la comuna del norte (San Petersburgo) y Moscú; particular de este periodo es el ingreso en el POSDR de Svérdlov, Trotsky, Dibenko, Stalin. Es así que el partido salta de su etapa fundacional hacia la atracción de los obreros que cada vez luchan con más firmeza contra el zarismo. En este periodo es en que el POSDR se divide en dos fracciones: menchevique y Bolchevique.
El Bolchevismo:
En el seno del POSDR se desarrollan dos tendencias que tienen que ver con las perspectivas revolucionarias de cara a la lucha frontal del pueblo contra la violencia zarista. Se hacen cada vez más irreconciliables las dos tendencias en la táctica revolucionaria. Lenin sostiene amplias polémicas con los sectores moderados en el partido y frente a los llamados “liquidadores”, que después del aplastamiento de la revolución de 1905 sostienen que deben integrar todo el trabajo del partido a la lucha parlamentaria, deponiendo a los organismos militares del partido y a su prensa ilegal regada por toda Rusia.
Lenin propone entonces aglomerar un propio centro político y de propaganda en manos de la fracción bolchevique que debía esperar la etapa reaccionaria que se avecinaba con la disolución la Asamblea por el zarismo. La táctica es volcar todo el trabajo del partido a las organizaciones de masas dentro de los trabajadores y de los campesinos pobres, para así formar y preparar revolucionarios profesionales que le den ese valor cualitativo al salto cuantitativo que sería la revolución que se avecinaba, como consecuencia de la derrota del zarismo en Asia y la entrada de éste en el bando de las fuerzas aliadas en la Primera Guerra Mundial.
Es entonces cuando las cualidades personales de menos de un millar de individuos se forjan junto con el carácter del pueblo que lucha ante la crisis y el desastre que conlleva la guerra mundial. En este periodo el POSDR (Bolchevique) llama a las masas a defender sus instituciones forjadas al calor de la lucha, como lo serían los Soviets de Obreros, Soldados y campesinos. Y ganan en el seno de este poder popular a los representantes de la clase trabajadora.
Los representantes de la mayoría
Es así como el bolchevismo integra a sus cuadros intelectuales a la lucha obrera y campesina, ganando para el partido a los representantes en los contingentes militares, de las escuadras de marinos, de los dirigentes obreros, de los representantes de los campesinos sin tierra. Y es así como tenemos en medio de la lucha a hijos de campesinos como Pável Dibenko, a hijas de la baja aristocracia como Alexandra Mijáilovna Kolontái, a hijos de campesinos como Mijaíl Ivánovich Kalinin, a intelectuales como Nikolái Nikoláevich Krestinsky, Nikolai Bujarin y Anatoli Vasílievich Lunacharsky.
Y a esto se une el ideal internacionalista en el seno del partido, como fueron los emigrados, originarios de los pueblos oprimidos por el imperio zarista, entre ellos podemos mencionar a Félix Edmúndovich Dzerzhinsky, Adolí Abrámovich Yoffe, Karl Bemárdovich Rádek, Kristián Gueórguievich Rakovsky, la periodista Larisa Mijáilovna Reisner y el propagandista bolchevique Volodarsky.
Es así como en el seno de la organización se agrupa a los representantes de la clase revolucionaria y a los sectores más radicalizados de las clases que van empujadas por la vorágine que emana de la clase obrera rusa. Vemos cómo la historia va definiendo poco a poco a los protagonistas, que para la prensa burguesa son simplemente desconocidos con las expresiones más mínimas, como Lenin y Trotsky, conocidos por su lucha a lo interno de la II Internacional Socialista y su defensa del internacionalismo proletario y en contra de la guerra.
En el libro de Borís Lavreniov se describe a un agente de la cheka, militante del partido que ha quedado detrás de las líneas enemigas cuando la ciudad fue retomada por el ejército voluntario, eufemismo para describir al Ejército Blanco financiado tanto por las fuerzas de la entente como de la cordiale, durante la guerra civil que siguió al triunfo de la revolución en 1917. Después de muchos malabarismos el propio chekista se las ingenia para caer en las manos del enemigo; después de un intercambio final con el general que lo condena a ser fusilado, el chekista le deja saber “una cosa bien simple”, que sin importar si el muere o no, si escapa o no, la ciudad seria retomada por el Ejército Rojo y que no importaba cuantas veces los blancos la recuperaran, el final ya estaba definido, porque lo que no lograba entender el guardia blanco era que la revolución se encontraba siempre silenciosa esperando a vencerlos, que ésta se encontraba en sus casas, en las manos de los obreros y en las de sus propios cocineros, así como en las calles y en su propio ejército, ahí donde hubiera un campesino o un trabajador, la revolución era inminente.
“Una cosa bien simple”
Una cosa bien simple promovida por una novela de propaganda que relataba las adversidades a las que los bolcheviques se habían enfrentado, se había fundido en la resistencia a la represión zarista y el destierro siberiano, a la vanguardia del pueblo. Vanguardia que luchó después de la revolución de febrero por la completa liberación del pueblo y por primera vez en la historia la toma de sus destinos; solo así fue capaz el primer Estado mayor bolchevique de sostener la guerra civil que impusieron los imperialistas que anteriormente habían sido bandidos de dos bandos diferentes, pero que miraban en la primera revolución socialista la pesadilla que había sido para el absolutismo la revolución francesa o para el ejército imperial francés y su enemigo el imperio alemán, lo había sido la Comuna de París. Férreas voluntades las que se blandieron al calor de la aplastada revolución de 1905 y de las masacres obreras que el zarismo propinó, para impedir esa cosa bien simple, que es el inmutable camino al estallido social y a la revolución.