Por: Raúl Jiménez Lescas
La Revolución de Octubre fue un hecho histórico que transformó de muchas formas al siglo XX, ya que fue un desafío al sistema capitalista de dominación mundial. Fue el resultado de un proceso revolucionario, donde intervinieron diversas clases sociales y, dirigidas por un partido político revolucionario, los bolcheviques. Se estudia la forma en que se hicieron del poder el 25 de octubre de 1917 (7 de noviembre según el nuevo calendario soviético).
“La revolución rusa de 1917 constituye un punto decisivo en la historia, y bien puede ser considerada por los futuros historiadores como el mayor acontecimiento del siglo XX”, escribió el historiador estadunidense, Edward Hellet Carr, tras 30 años de estudiar la historia de la URSS. ¿Por qué el mayor acontecimiento del, entonces, naciente siglo XX?
Porque –dice H. Carr– “Representó el primer desafío abierto al sistema capitalista, que había alcanzado su cenit en Europa a fines del siglo XIX” (Carr, 1979, p. 11).
El II Congreso de los Consejos de Obreros, Campesinos y Soldados, llamados Soviets, fue convocado para el 25 de octubre de 1917en San Petersburgo, por cierto, fecha del nacimiento del camarada Lev Davidovich.
En ese entonces, San Petersburgo o Petrogrado era la capital del Imperio Ruso y del Gobierno Provisional presidido por Kerensky.[1] Tras 9 meses de revolución, iniciada con la llamada Revolución de Febrero que derrocó al zarismo (que dominó 3 siglos el imperio), los bolcheviques habían dejado de ser una minoría y contaban con 399 de 649delegados, claramente la mayoría, mientras que los Social Revolucionarios y los Mencheviques eran ya minoría. La minoría se volvió mayoría y, la mayoría en minoría, según el argot ruso: los mencheviques se volvieron bolcheviques.
Se discutiría en ese Congreso sobre la consigna “Todo el poder a los soviets”. Como recordó años después, el presidente del Soviet de Petrogrado:
La insurrección fue determinada, por decirlo así, para una fecha fija: el 25 de octubre. Y no fue fijada quizás en una sesión secreta, sino abierta y públicamente, y la revolución triunfante se hizo precisamente el 25 de octubre, como había sido establecido de antemano (Trotsky, 1972, p. 44).
Soviet es consejo en ruso, organismos autónomos, democráticos e independientes de los obreros, campesinos y soldados revolucionarios. Por ello, yo prefiero llamar “Revolución Soviética” que “Rusa” o “Bolchevique”, ya que no solamente participaron los rusos y los bolcheviques, sino millones de obreros, campesinos, soldados, jóvenes, mujeres y de otras naciones y pueblos oprimidos por el zarismo ruso.
Por ello, Lenin le dijo al presidente del Soviet de San Petersburgo o Petrogrado:
Sí el congreso de los Soviets, en su mayoría bolchevique no se hace cargo del poder, el propio bolchevismo está condena a muerte (Trotsky, 1976, p. 72).
Después de las llamadas “jornadas de junio” donde los obreros bolcheviques se manifestaron en forma armada y fueron reprimidos, surgió la idea de una insurrección, que tomó forma en septiembre:
La idea de la insurrección empezó a tomar inmediatamente una forma concreta. Ya no era menester inventar un órgano soviético. La misión efectiva del futuro Comité quedaba inequívocamente puesta de relieve por el hecho de que Trotsky, en aquella misma sesión, terminara su informe sobre la retirada de los bolcheviques del preparlamento[2] con la siguiente exclamación: "¡Viva la lucha directa y abierta por el poder revolucionario en el país!" Esto no era más que la traducción, al lenguaje de la legalidad soviética, de la divisa: "¡Viva la insurrección armada!" (Trotsky, p. 5).
A principios de octubre del 17, sesionó el Comité Central del Partido Bolchevique, la famosa sesión nocturna en donde se decidió tomar el poder. Se juntaron en la casa del camarada Sujánov. Tres puntos de vista se debatieron esa famosa noche: los que no querían tomar el poder porque no se podía (Zinoviet y Kamenev); Lenin que debería ser de inmediato y, los que querían empatar la toma del poder con el II Congreso de los Soviets. Finalmente, acordaron que se deberían hacerse del poder a más tardar el 15 de octubre.
A todo trance la conquista del poder debe preceder al Congreso de los Soviets, pues sí no fuese así los arrinconarían y ya no habría Congreso. Razonaba Lenin con gran impaciencia pues temía un contragolpe (Trotsky, 1976, p. 72).
Organizar una “insurrección” no es pecata minuta, es la acción militar más seria de toda revolución. Lev Davidovich lo explicó así en su Historia de la Revolución Rusa (tomo 2):
Lo que la revolución en su conjunto es respecto a la evolución, la insurrección armada lo es en relación a la revolución misma: el punto crítico en que la cantidad acumulada se convierte por explosión en calidad. Pero la insurrección misma no es un acto homogéneo e indivisible: hay en ella puntos críticos, crisis e impulsos internos.
Tiene gran importancia, desde el punto de vista político y teórico, el corto período que precede inmediatamente al ‘punto de ebullición’, es decir, la víspera de la insurrección. Se enseña en física que si se abandona de pronto una operación de calentar regularmente un líquido, éste conserva durante un cierto tiempo una temperatura invariable y entra en ebullición después de haber absorbido una cantidad complementaria de calor. El lenguaje corriente viene una vez más en nuestra ayuda, definiendo el estado de falsa tranquilidad y sosiego anterior al estallido como ‘la calma que precede a la tormenta.
Los detractores de la Revolución de Octubre califican “teóricamente” el golpe del 25 de octubre como un “golpe de estado” para descalificar la insurrección soviética, planificada, democrática y necesaria ante un gobierno incapaz de ofrecer la “paz” y la “tierra” a los pueblos rusos. El “golpe de estado” del general Victoriano Huerta contra el gobierno constitucional y democrático de Madero y Pino Suárez en el México de 1913 fue sin consultar a la sociedad, un golpe de un bando militar; lo mismo ocurrió, con el golpe de estado de Pinochet al gobierno democrático y legítimo de Salvador Allende en Chile en 1973. La evidencia es que fueron los obreros, campesinos y soldados rusos, mediante sus consejos (soviets) los que decidieron insurreccionarse contra un gobierno que ni gobernaba, puesto que el otro poder eran los soviets mismos.
Pero la vida juega su parte y las cosas pasaron de otro modo. Amenazó el gobierno de Kerensky con “desarmar” a la guarnición de Petersburgo, es decir, los obreros armados, lo que originó la creación del Comité Militar Revolucionario, dirigido por el presidente del Soviet de Petrogrado.
Su presidente, según el relato del periodista estadunidense John Reed, declaró:
Tenemos que tener nuestra propia organización, para ir al combate o a la muerte (Reed, 1919).
John Reed fue observador y participante, cronista y poeta de la insurrección de octubre, según la descripción de Trotsky.
Pero se negociaba. El gobierno por el desarme, el Comité Militar Revolucionario por mantener las armas. Un claro “doble poder” de tiras y aflojas. Que llevó a lo que los políticos y sociólogos llaman “crisis revolucionaria”, cuando se mantiene o se pierde el poder.
Y, llegó el 25 de octubre de 1917.Rusia entonces, era un país extenso y el más atrasado de Europa, pero con tres concentraciones industriales de punta: Petrogrado, Moscú y Kiev. Existían fábrica como la Putilov de más de 10 mil obreros con maquinaria de punta, pero con un campo atrasado y campesinos, los más pobres de Europa. El zarismo, además, había oprimido por siglos a los ucranianos, bielorrusos, etc. Un desarrollo desigual y combinado (Aguilar, 2017).
Al edificio del Instituto Smolny de la ciudad de Petrogrado, el 25 de octubre, Lenin llegó disfrazado (peluca y anteojos) y no participó en la primera reunión del Soviet. Esperó en una habitación sin muebles. Había abandonado Finlandia, tras la orden de su captura por parte del gobierno kerenskista y, se ocultó, en Petrogradoel 10 de octubre en un barrio obrero días antes de la última noche (Garaudy, 1970, p. 13).
En un momento decisivo, sobre un punto decisivo, hay que tener una aplastante superioridad de fuerzas.
Escribía Lenin más tarde, explicando la insurrección de Octubre; esta ley de los éxitos militares es también la ley del éxito político, sobre todo en esta encarnizada e hirviente guerra de clases que es la revolución (Trotsky,Capitulo XX. El arte de la insurrección, p. 44).
En la mañana del 25, el gobierno clausuró la imprenta donde estaba el periódico bolchevique y del Soviet. El regimiento rojo de Volinia los recuperó, había recibido la contra orden del Comité Militar Revolucionario. Otra señal que se vivía un “doble poder”: el del gobierno kerenskista y el de los soviets (Trotsky, 1977, p. 99).
Pasado el mediodía, el CMR rodeó el Palacio de Invierno que tenía una sombra de gobierno. Por la mañana, el presidente Kerensky abandonó el Palacio en una limusina con una banderita de estrellas y barras para su protección diplomática. Aguardó a las puertas de Petrogrado. Era el día decisivo y tendría su última noche. Nunca dejó de gritar que Lenin era agente de Guillermo de Alemania y que defendía la independencia de Rusia ante ese país.
Con el paso de las horas y la proximidad del inicio del II Congreso soviético, el círculo del sitio se fue cerrando; desde los ventanales, algunos disparos amedrentaron a los guardias rojos. El pelotón de “Guardias rojos” (soldados revolucionarios), al mando del camarada Antónov-Ovseinko, se acercaron al Palacio de Invierno, sede del poder ruso, convertido en una pálida sombra.
Lenin gustaba de las estratagemas o trucos políticos. Los bolcheviques decían que se estaba llegando a un acuerdo con el gobierno, cuando en realidad se preparaban para tomar el poder y desarmar al gobierno y sus soldados fieles.
La noche del 25, entonces, entró en la “zona de acción decisiva”: el poder al alcance de las manos.
La noche caía pesadamente. Imposible dormir. En su habitación, recostado, Vladimir Ilich, repasaba cada detalle del golpe final.
Petrogrado, según Reed, era una ciudad nerviosa, lo pueden ver en la película del Doctor Zhivago o Reds, que se estremecía con cualquier ruido seco.
Los soviéticos ocuparon los puntos decisivos de la ciudad de San Petersburgo: correos, telégrafos, entradas y salidas de la ciudad, etc. Una compañía del regimiento Pavlosky, aseguró la publicación del diario bolchevique y del Soviet, de nombres Soldat(Soldado) y RabotchiPut(La Senda Obrera).
La insurrección del 25 de octubre fue una perfecta operación quirúrgica:
Casi no hubo manifestaciones, combates callejeros, barricadas, todo lo que se entiende normalmente por ‘insurrección’; la revolución no necesitaba resolver un problema ya resuelto. La toma del aparato gubernamental podía efectuarse a través de un plan, con ayuda de destacamentos armados poco numerosos, a partir de un centro único. Los cuarteles, la fortaleza, los depósitos, todos los establecimientos donde actuaban los obreros y soldados podían ser tomados desde el interior mismo. Pero ni el palacio de Invierno, ni el Preparlamento, ni el Estado Mayor de la región, ni los ministerios, ni las escuelas de junkers podían ser tomados desde el interior. Igualmente en lo que se refiere a los teléfonos, los telégrafos, el correo, el Banco del Estado: los empleados de esos establecimientos, aunque pensaban poco en la combinación general de fuerzas, eran sin embargo los dueños detrás de esos muros, que además estaban muy protegidos. Había que penetrar desde fuera hasta las altas esferas de la burocracia. Aquí la violencia sustituía a la ocupación a través de medios políticos. Pero como la pérdida reciente por parte del gobierno de sus bases militares había hecho casi imposible la resistencia, estos últimos puestos de mando fueron tomados en general sin choques (Trotsky, p. 141).
A las tres y veinte de la madrugada, el menchevique Scher, jefe de la administración política del Ministerio de la Guerra, comunicaba por hilo directo al Cáucaso:
Está celebrándose la reunión del Comité ejecutivo central, y los delegados que han llegado para el Congreso de los Soviets, la mayoría de los cuales son bolcheviques, han tributado una gran ovación a Trotsky. Este ha declarado que confía en el resultado incruento de la insurrección, pues la fuerza está en sus manos. Los bolcheviques se han lanzado a la acción. Se han apoderado del puente de Nikolaiev, donde han sido apostados automóviles blindados. El regimiento de Pavl ha apostado patrullas en la calle Milionaya, cerca del palacio de Invierno, da el alto a todo el mundo, detiene a la gente y manda los detenidos al Instituto Smolni. Han sido detenidos el ministro Kartachov y el administrador del gobierno provisional, Galperin. La estación del Báltico se halla también en poder de los bolcheviques. Si no interviene el frente, el gobierno no tendrá fuerzas para resistir con sólo las tropas de aquí (Trotsky, p. 86).
Reed con su agudeza, con el hecho de estar en el lugar preciso y el momento preciso, fue el único periodista que tuvo la nota en sus manos:
Lenin decía que el 24 de octubre sería muy apresurado tomar el poder, porque los delegados no terminaban de llegar; el 26 demasiado tarde. Por ello, el 25, para que cuando iniciara el Congreso decirle a los soviéticos:
“Acá está el poder. ¿Qué van a hacer con él?
Lenin se frotaba las manos y exclamaba constantemente: “¡Está bien!”. “¡Está bien!”. Pero se controlaba. Pensaba o mal pensaba que el enemigo podía desbaratar todo. Era impaciente, muy impaciente.
Muchos años después, Gregorio Zinoviet, que se oponía a la toma del poder por los soviéticos y bolcheviques, recordó:
Lenin, en la sombra, prepara la insurrección, fortalece a los débiles, alienta a los vacilantes, escribe, habla en favor de la acción más rápida. Y triunfa (Zinoviet, 1968, p. 134).
El Palacio de Invierno aparece de este modo como el último reducto de un régimen políticamente deshecho y definitivamente desarmado durante los últimos quince días.Lenin en Suiza, semanas antes de la caída del Zar (febrero de 1917), se despidió de ver una revolución durante una conferencia. Trotsky y Bujarin estaban en Nueva York. Kamenev y Zinoviet, en el exilio. No esperaban una revolución. Nadie pronosticó una revolución en febreroo de 1917, ni antes.
El 25, estaban a minutos de tomar el poder con los soviets.
De febrero a octubre: 9 meses de revolución. Febrero, revolución democrática que derroca al Zar de todas las Rusias; octubre, la revolución obrera y campesina.
La actividad del CMR fue febril. Reed recuerda que llegó al Smolny y entró a la habitación número 10, donde sesionaba el CMR, que era presidido por un joven de 18 años, Lazimir, que le dijo con sonrisa en la boca: “La fortaleza de Pedro y Pablo acaba de pasar a nuestras manos” (Reed, p. 127).
Las líneas del teléfono estaban cortadas, pero los voluntarios activos para llevar mensajes a todos los puntos de la ciudad. Reed fue interceptado por un ruso que en francés le dijo: “Todo está preparado. Sólo hay que apretar el botón” (Reed, p. 128).
Una guarnición solicitada por Kerensky se comunicó a Petrogrado y, en nombre de la Revolución, el soldado que contestó les dijo: ahí aguarden instrucciones, todo está bajo control… de la Revolución. Así era las cosas el 25 de octubre.
Los “hombres de la hora” desfilaron por sus recuerdos: Podvoiski, Krylenko, Dybenko, Sé-rátovnadie los recordó después, como tampoco al hombre que organizó a Lenin y a Trotsky, al CMR, al Partido Bolchevique, el organizador nato bolchevique: Sverlov.
A Reed y otros historiadores omitieron también los nombres de las mujeres insurrectas de aquellos días: Krupskaya, Kollontai y tantas otras.
La Historia de la Revolución Soviética es la irrupción violenta de las masas en la toma del destino de sus vidas. Que la juzguen los moralistas, analistas o historiadores sí fue buena o mala. Pero no olvidemos que fue un hecho, un hecho histórico, que transformó el entonces naciente Siglo XX, el más corto de la historia: inició en 1910 con la Revolución Mexicana y terminó en 1989, con la caída del Muro de Berlín. Un siglo turbulento de guerras, revoluciones, crisis colosales como la de 1929 y de desarrollo de la Tercera Revolución Científico-Técnica.
Ya entrada la noche del 25, llegó el camarada Antonov, para informar que el Palacio de Invierno había sido tomado, no sin dificultades, porque estaba asentada la artillería de los “junkers”, según los ojos inquisidores de Reed.
Polkóvnikov, el cosaco, patrullaba las calles amenazando con disparar a lo que se moviera. Dicen, eso dicen, que también bebía como cosaco.Kichnikin, ministro de educación ahora amenazaba no a los alumnos en las clases sino a la población. La letra con sangre entra, seguro que entra.
Petrogrado en estado de sitio, pero con Doble Poder.
La sala del Smolny quedó en silencio. Los Socialrevolucionarios y Mencheviques, unos 60, abandonaron la sesión en señal de protesta siguiendo a su jefe de nombre Dan, archienemigo de Lenin. No huyeron limpios, los Socialrevolucionarios de izquierda se quedaron con los bolcheviques.
Según Reed, que conocióAntónov, escribió en su obra célebre de los “Diez días que conmovieron al mundo” que era un matemático, buen jugador de ajedrez y que en realidad se llamaba el camarada Obvseienko.
26 de octubre. Amaneció en el frío Petersburgo. A las 3 de la madrugada, al salir Reed del edificio del Instituto Smiolny, vio cañones vigilando el edificio. Seguramente alguien no descuidó ese pequeño detalle de que el enemigo asaltara el Congreso para abortarlo.
Lenin, sin dormir, antes de salir de su habitación sonrió y dijo:
La transición de la ilegalidad al poder es demasiada brusca. Aturde.
“Después de esa observación más o menos personal que le oí acerca de la adquisición del poder, se fue a las tareas del día”, recordó tiempo después el presidente del Soviet de Petrogrado y del Comité Militar Revolucionario (Trotsky, 1977, p. 79).
Dejó el Smonly sin disfraz, tomó su gorra y camino por las calles libres como lo que siempre fue: Lenin o el artista de la insurrección de la corta noche del 25 de octubre de 1917, del viejo calendario ruso, es decir, el 7 de noviembre de 1917, según el calendario Gregoriano actual.
Los diarios de Petrogrado anunciaban la clausura de los periódicos de opoción y el arresto del Comité Militar Revolucionario.
Recordó tiempo después el presidente del Soviet:
Fue completa la victoria en Petrogrado. El Comité Militar Revolucionario tenía en sus manos todas las riendas del poder.
Más tarde, se reunió el Soviet de Petrogrado, donde asistieron delegados de otros soviets, soldados de la Conferencia Militar y muchos cuadros bolcheviques. Después de meses, por fin Lenin y Zinoviet pudieron tomar la tribuna en medio de los aplausos y las vivas.
Por la noche, sesionó el Congreso Soviético, donde Lenin, propuso los dos primeros decretos: Primero: la paz y, segundo, la tierra para los campesinos, mismos que fueron aprobados por unanimidad de los delegados. Y, entonces, surgió el “Consejo de Comisarios del Pueblo”, el primer gobierno soviético, es decir, obrero y campesino, con bolcheviques al frente (Trotsky, 1977, p. 104).
¿Quiénes fueron los primeros comisarios del pueblo?
Lenin, como jefe de gobierno, sin cartera: Ríkov, como comisario del pueblo en el Interior; Miliutin, como dirigente de la Agricultura; Noguín, a la cabeza del Comercio y de la Industria; Trotsky, en los Asuntos Exteriores; Lómov, en la Justicia; Stalin, como presidente de la Comisión de nacionalidades. La Guerra y la Marina son confiadas a un comité que se compone de Antónov-Ovseenko, de Krilenko y de Dibenko; se piensa colocar a Schliapnikov a la cabeza de la comisaría de Trabajo; la Instrucción será dirigida por Lunacharski; la tarea penosa e ingrata del aprovisionamiento es confiada a Teodorovich; Correos y Telégrafos, al obrero Glebov. No se ha designado a nadie, por ahora, como comisario de Vías de comunicación: queda abierta la puerta a un entendimiento con las organizaciones de ferroviarios.
Estos quince candidatos, cuatro obreros y once intelectuales, tenían en su pasado años de encarcelamiento, de deportación y de emigración; cinco de ellos habían estado presos bajo el régimen de la República democrática; el futuro "premier" había salido tan sólo la víspera de una vida clandestina bajo la democracia. Kámenev y Zinóviev no entraron en el Consejo de Comisarios del pueblo: el primero era designado presidente del nuevo Comité ejecutivo central, y el segundo, redactor del órgano oficial de los soviets. ‘Cuando Kámenev leyó la lista de los comisarios del pueblo -escribe Reed-, estallaron aplausos ante la mención de cada nombre y, en particular, después de los de Lenin y Trotsky’. Sujánov añade a estos nombres el de Lunacharski. Avilov, antiguo bolchevique y ahora redactor del periódico de Gorki, en nombre de los internacionalistas unificados, se pronuncia en un gran discurso contra la composición del gobierno que se propone (Trotsky, 178).
El historiador de la Revolución de Octubre, sintetizó con el siguiente pasaje:
La revolución de Octubre era la lucha del proletariado contra la burguesía por el poder. Pero fue el mujik quien, a fin de cuentas, decidió el desenlace de la lucha. Ese esquema general, aplicable a todo el país, encontró en Petrogrado su expresión más acabada. Lo que dio a la insurrección en la capital el carácter de un golpe rápidamente hecho con un mínimo de víctimas fue la combinación del complot revolucionario, de la insurrección proletaria y de la lucha de la guarnición campesina por su propia salvaguarda. El partido dirigía la insurrección; la principal fuerza motriz era el proletariado; los destacamentos obreros armados constituían la fuerza de choque; pero el desenlace de la lucha dependía de la guarnición campesina, difícil de mover.
Asimismo:
En el desarrollo de la revolución rusa, precisamente porque es una verdadera revolución popular que ha puesto en movimiento a decenas de millones de hombres, se observa una notable continuidad de etapas. Los acontecimientos se suceden como si obedecieran a las leyes de la gravedad. La relación de fuerzas se verifica en cada etapa de dos maneras: primero, las masas muestran la fuerza de su impulso; luego, las clases poseedoras, esforzándose por tomar su revancha, no hacen más que revelar más claramente su aislamiento.
En su conclusión Trotsky escribió:
El lenguaje de las naciones civilizadas ha marcado distintamente dos épocas en el desarrollo de Rusia. Si la cultura establecida por la nobleza ha introducido en el lenguaje universal barbarismos tales como zar, pogromo, nagaika, Octubre ha internacionalizado palabras como bolchevique, soviet y piatiletka. Esto basta ya para justificar la revolución proletaria, si es que acaso se considera que necesita justificación.
Lo que ocurrió después, es motivo de otra historia.
Bibliografía
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Carr, E. H. (1986). La Revolución Rusa. De Lenin a Stalin, 1917-1929. México: Alianza.
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Trotsky, L. (1977). ¿Cómo hicimos la Revolución de Octubre? México: Grijalbo (Colección 70).
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Trotsky, L. (s/f). Historia de la Revolución Rusa. México: JPE.
Zetkin, C. Recuerdos de Lenin. México: Grijalbo (Colección 70).
Recursos digitales
[1] Aleksandr Fiódorovich Kérenski, político Socialrevolucionario y abogado de profesión (Simbirsk, 1881 - Nueva York, 1970).
[2]Convocado por el gobierno de Kerensky.