El 20 de agosto de 1940, Ramón Mercader del Río, que había logrado infiltrarse arteramente en el grupo más allegado a León Trotsky, lo hiere mortalmente en la cabeza. Trotsky murió el 21 de Agosto, después de una dolorosa y lúcida agonía, sostenido por la ternura de Natacha, su leal compañera de largos años de lucha, en la victoria, en el destierro, en el exilio.
No era la primera vez que la mano asesina del stalinismo había intentado quebrar su fecunda existencia. Ya en México, se trató de eliminarlo a tiros, en un atentado fallido dirigido por el indiscutiblemente famoso pintor mexicano David Alfaro Siqueiros, al servicio incondicional de la burocracia stalinista que gobernaba la URSS en ese momento.
También había sido desgarrado por el asesinato de su hijo y colaborador, León Sedov, producido pocos años antes. La aureola del martirio no agrega a su enorme figura mérito ni gravitación. Pero sí señala el terror pánico que producía su lucha y su acción. El odio que llevó a! crimen incalificable, se prolongó en el tiempo, en la campaña de calumnias, insidias y deformaciones desatadas contra sus seguidores y que durante muchos años dificultó el enraizamiento del trotskismo en la clase trabajadora.
Toda una vida dedicada a la revolución
Desde su primera juventud, Trotsky fue militante de primera línea en las luchas de la clase obrera rusa por su liberación, y artífice, al lado de Lenin, de la primera victoria del proletariado en el mundo entero. No vamos a hacer en esta nota su biografía, que exigiría muchas páginas, y la pluma de un escritor de garra.
Ya en plena juventud interviene en la gran revolución rusa de 1905 y es presidente del soviet de San Petersburgo (que luego se llamaría Petrogrado y, a la victoria de la Revolución de Octubre, Leningrado), donde se pusieron en evidencia sus extraordinarias dotes de orador, a la vez profundo y emotivamente agitativo, junto a su enorme capacidad organizativa.
Múltiple es su acción en los años que transcurren hasta mediados de 1917, en que, superadas las diferencias tácticas que lo mantienen fuera del partido bolchevique, se incorpora definitivamente al Partido de Lenin y es su más inmediato y eficaz colaborador en los meses siguientes, hasta los días de Octubre en que, convertido en la cabeza del brazo armado del partido, dirige militarmente la insurrección de Octubre y conduce a las milicias rojas a la toma del Palacio de Invierno, residencia del capí hilador gobierno Kerensquista.
León Trotsky al frente del Ejército Rojo.
Organizador del Ejército Rojo, su actuación es decisiva: aplasta la insurrección blanca, lleva las armas victoriosas de la Revolución hasta los confines del viejo imperio de los Zares y encabeza la lucha contra la intervención extranjera, llevada adelante por una extraña coalición de los ejércitos de los vencedores y los vencidos en la guerra de 1914-1918, hasta que esa invasión es quebrada y rechazada por la acción heroica del proletariado ruso y por la resistencia obrera a la invasión, que estalla en los países capitalistas.
El primer estado obrero se salvó así del gran ataque militar de la contrarrevolución mundial.
El esfuerzo que significó para los obreros y campesinos revolucionarios de !a URSS lograr ese triunfo los deja extenuados, prácticamente exhaustos. Al mismo tiempo, la revolución obrera no siguió avanzando en Europa.
Con justa razón, Lenin y Trotsky habían jugado el futuro de ¡a Revolución de Octubre a la victoria de la revolución, por lo menos en Europa. Pero la derrota de la revolución social en Alemania, en Hungría, en todo el centro de Europa, saboteada por la socialdemocracia inició el reflujo del alza revolucionaria en Europa. Al quedar aislada y extenuada la revolución, se pudo empezar a abrir paso el proceso de burocratización. Sobrevive el estado obrero, pero se encarama en la dirección del partido primero y luego en el gobierno y todo el aparato del estado soviético la camarilla burocrática y contrarrevolucionaria de Stalin. El vuelco de León Trotsky a la defensa militar de la revolución y luego la enfermedad de Lenin facilitaron la labor de Stalin que va ganando posiciones dentro del partido. Desde la secretaría general —puesto al que accede después de la muerte de Sverdlov— va ampliando su esfera de influencia y va tomando en sus manos los controles del poder soviético. La nefasta concepción stalinista del "socialismo en un solo país" se transforma en la cobertura teórica y política para la burocratización interior y para frenar y traicionar el desarrollo de la revolución en el resto del mundo.
Es León Trotsky quien retoma las banderas de los cuatro primeros congresos de la III Internacional y de toda la tradición revolucionaria y comienza la lucha contra la camarilla burocrática en el partido y el estado soviético. El combate fue largo y difícil. Stalin, apoyándose en el reflujo de la revolución dentro de la propia URSS, logró dominar el partido. Buena parte de la vieja guardia bolchevique había muerto en los campos de batalla. Años después, los restos de la vieja guardia leninista fueron llevados al patíbulo por Stalin en los llamados procesos de Moscú en 1936 y 1937.
Trotsky levantó la bandera del Internacionalismo proletario, comenzó agitando la bandera de la Revolución permanente, da la batalla al stalinismo y es vencido por éste. Degradado primero, expulsado en 1927 del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) que él había contribuido decisivamente a llevar a la victoria, desterrado en Alma Ata, en 1928 en la inhóspita Siberia, abandona su patria en 1929 y comienza su largo exilio, primero en Turquía, luego en distintos países europeos y luego en México.
Lucha contra la degeneración de la III Internacional.
El viraje capitulador de la III Internacional, que desembocaba así, después de un período de ultraizquierdismo, en la política de colaboración clasista, de definitivo abandono de la idea de la revolución mundial, concretada en la nefasta consigna de los frentes populares y de la búsqueda desesperada de acuerdos con los gobiernos capitalistas democráticos, acaba con toda ilusión de rescatar a la III Internacional, para volver a ponerla al servicio de la revolución mundial, y por eso Trotsky trabaja durante años para fundar una nueva Internacional.
A lo largo de todos estos años, va rescatando los grandes principios del Internacionalismo proletario y, desarrollando en profundidad conceptos apenas esbozados por Marx, enriquece el marxismo con las teorías de la revolución permanente —que se levanta contra la teoría de las "etapas" democrático burguesas, defendidas por el stalinismo hasta 1990— y del Programa de Transición que, arrancando de las necesidades actuales del proletariado y del desarrollo real de sus contenidos de conciencia, debe conducir a la erección de los gobiernos obreros y populares y coronarse con la construcción triunfal del socialismo.
También la teoría del desarrollo desigual y combinado sin cuyo auxilio es imposible comprender ni la estructura de los países dependientes y semicoloniales y su dinámica, ni ninguno de los procesos que cubren toda la historia de la humanidad.
Si grande y decisiva fue la labor de Trotsky en la preparación de la revolución de Octubre, en la cumbre de la conducción del Partido Bolchevique, del Ejército Rojo y el gobierno soviético, mucho más trascendente es su labor posterior, en los años del exilio y hasta su muerte.
Grande es su ciclópeo esfuerzo crítico, de análisis, de propaganda y de agitación, realizado los últimos años de su fecunda vida, para enriquecer la teoría marxista a la luz de las tremendas experiencias, recogidas de la Revolución de Octubre y la postura contrarrevolucionaria europea.
Nadie que quiera orientarse y ayudar a orientar a los compañeros de lucha en medio de la aparentemente contradictoria y desconcertante revolución de nuestro tiempo, puede encontrar mejor luz que la que emana de sus escritos críticos sobre la Alemania de la época del ascenso del nazismo, de la política del frente popular en España, de la situación francesa. Nadie puede eludir la lectura del "Programa de Transición" de la "Revolución Permanente" entre su inmensa bibliografía.
Pero sobre todo, nadie que quiera realmente la victoria de la Revolución, puede apartarse del camino que él nos señaló para destruir a la burocracia contrarrevolucionaria, para reconstruir el Partido Mundial de los trabajadores, para reivindicar los principios del Internacionalismo proletario.
La fundación de la Cuarta Internacional
El punto clave de su obra teórica en la década del treinta es el análisis y definición de la URSS burocratizada, la definición del estado obrero degenerado que plasmó en su libro La Revolución Traicionada en 1936. Pero también logró, a pesar de los golpes sufridos por el proletariado mundial en la década del treinta, a pesar de la persecución del stalinismo, salvaguardar la continuidad programática y teórica del marxismo revolucionario, al fundar la Cuarta Internacional en 1938. El ensañamiento del stalinismo por matarlo se explica justamente porque en la Cuarta Internacional y en el propio Trotsky como persona se sintetizaban la memoria histórica del proletariado revolucionario, el hilo conductor de la construcción de la dirección revolucionaria que podía llevar al proletariado a su triunfo definitivo sobre todo el mundo, derrotando al imperialismo e iniciando así una nueva época en la historia de la humanidad.
No contó la burocracia soviética con que la siembra de ideas y el ejemplo ardiente de su vida, algún día fructificaría plenamente.
No podemos analizar aquí, porqué el partido mundial de los trabajadores, sigue aún siendo una esperanza para los más esclarecidos revolucionarios.
La calumnia sistemáticamente desencadenada contra Trotsky por el aparato stalinista, fue un enorme obstáculo durante décadas en el proceso de construcción de partidos revolucionarios, que ahora se va superando lentamente sobre todo después del derrumbe del aparato stalinista en 1990.