Historia

A 36 años del golpe de Estado en Chile:

Las duras lecciones del gobierno de Unidad Popular

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Por Victoriano Sánchez

Este 11 de septiembre del año 2009 se cumplieron 36 años de la fecha en que los militares chilenos, encabezados por Augusto Pinochet, dieron un golpe de Estado al gobierno de Salvador Allende e iniciaron un sangriento proceso contrarrevolucionario en ese país.

En esta ocasión, El Socialista Centroamericano rinde tributo al heroico pueblo de Chile, a aquellos compañeros que cayeron víctimas de la represión del fascismo, haciendo un balance político del gobierno de Unidad Popular, analizando las causas que condujeron al golpe de Estado y a la derrota de la revolución en Chile.

El gobierno de Unidad Popular

El 4 de septiembre de 1970 ganó las elecciones arrolladoramente  el senador Salvador Allende, candidato presidencial de la Unidad Popular (UP), una coalición  electoral  formada  por dos grandes partidos que se reclamaban de la clase obrera, el Partido Socialista (PS) y el Partido Comunista (PC), y partidos burgueses como la Democracia Cristiana, los Radicales y otros de menor tamaño e influencia. Culminó así, una serie de importantes luchas que los trabajadores y el pueblo de Chile protagonizaron en los últimos años de la década de los años sesenta. El programa de la U.P. era completamente reformista, es decir, buscaba como hacer pequeñas transformaciones al capitalismo en Chile, pero sin extirparlo de raíz. Ésta política reformista fue embellecida ante los trabajadores con la teoría de la "vía pacífica al socialismo". Cuando Allende tomó posesión del gobierno, los principales instrumentos del Estado, la policía, el ejército, la burocracia estatal, etc. estaban en. manos de la burguesía y éste no hizo absolutamente nada para destruirlos o para crear unas nuevas fuerzas armadas basadas en los sindicatos y demás organismos populares.

Allende intentó aplicar su programa reformista que lo llevó a nacionalizar las principales minas de cobre, principal rubro, productor de divisas, provocando una violenta reacción de parte de las transnacionales imperialistas. El camino quedó desbrozado: o Allende se apoyaba en los trabajadores, armándolos y movilizándolos contra la burguesía y el imperialismo, o éstos, al final de cuentas -como sucedió- podían derrotarlo. El problema, consistió en que un sector de la burguesía chilena y sus partidos participaban dentro del gobierno de la U.P. como ministros de Allende. El gobierno de Allende fue un gobierno de alianzas con sectores de la burguesía Entonces, era lógico que si los tenía dentro de gobierno, no hiciera absolutamente nada contra ellos. Por eso fue una de las principales consignas que levantó la vanguardia política de los trabajadores chilenos fue la "ruptura con la burguesía".

El apoyo político de Fidel Castro

Desde el triunfo de la revolución cubana en 1959, la victoria electoral de la U.P., chilena se presentaba como la posibilidad de reiniciar el curso de la revolución en    toda Latinoamérica, abruptamente cortado con el fracaso de la guerra de guerrillas que el Che Guevara intentó montar en Bolivia y con la instauración de las dictaduras militares en todo el continente.

A pesar que Fidel Castro había sido un mordaz crítico de la "vía pacífica", viajó a Chile el 11 de Noviembre de 1971 y dio su total apoyo político a Allende y su proyecto reformista. Este hecho político confundió a muchos trabajadores y revolucionarios latinoamericanos, dado el inmenso prestigio de Fidel Castro. Solo una minoría de revolucionarios trotskistas nos mantuvimos firmes en nuestra crítica hacía el proyecto reformista de Allende y al viraje político de Fidel Castro, quien con su actitud, negaba todas las enseñanzas de la revolución cubana: la destrucción de las fuerzas armadas del Estado burgués, hasta no dejar piedra sobre piedra; el combate implacable a los contrarrevolucionarios, los cuales habían sido fusilados; la movilización y armamento de los trabajadores y la expropiación de la burguesía y las empresas translaciones. En Chile se hizo todo lo contrario en Cuba, pero Fidel Castro apoyó ese proceso político reformista a pesar de los peligros que encerraba.

El imperialismo mete las manos

A pesar de que Allende, el Partido Socialista y el Partido Comunista, habían jurado que no expropiarían a la burguesía "patriótica", los trabajadores entendieron la revolución de otra manera. El triunfo electoral de la U.P. los animó, y las luchas obreras continuaron profundizándose, extendiéndose en todas las ciudades y campos de Chile. Esta movilización provocó un profundo temor a la burguesía, que retiró su apoyo político a Allende.

El PS y el PC, por su parte, hicieron permanentes llamados a los trabajadores a paralizar las luchas, ya que eso provocaría según ellos la reacción de la burguesía y del imperialismo. Y en efecto, la administración Nixon no confió en las promesas de Allende y comenzó a trabajar en la perspectiva de abortar la revolución chilena a sangre y fuego. Así, mientras los trabajadores trataban de armarse y de movilizarse contra la burguesía y los "milicos", las direcciones reformistas y oportunistas del PC y del PS los llamaban a la calma, para no "asustar" a la burguesía, que preparaba el golpe militar.

El imperialismo inició una vasta Operación de sabotaje a la producción, provocando una aguda escasez de alimentos en las ciudades, profundizando la crisis económica. Esto a su vez generó un malestar político en las capas medias urbanas, las que dirigidas por los partidos de derecha y las bandas fascistas salieron a las calles, golpeando cacerolas, pidiéndole comida al gobierno. Conjuntamente, el imperialismo financió la huelga de los camioneros, lo que agudizó terriblemente el problema del abastecimiento.

Los partidos de derecha alentados por la campaña de boicot y sabotaje del imperialismo, salieron a las calles, organizaron grandes manifestaciones, preparando las condiciones políticas para el triunfo del golpe militar. Los trabajadores, estudiantes y campesinos, por su parte, organizaron contramanifestaciones y los choques callejeros que dejaron muertos y heridos. La crisis económica, el descontento de las capas medias, la respuesta clasista y revolucionaria de los trabajadores, fueron polarizando la situación política.

El desarme de las milicias

Pese a que los trabajadores siempre estuvieron dispuestos a enfrentar resueltamente a la derecha, el gobierno de Allende hizo concesiones y concesiones, creyendo que de esta forma paralizaba las pretensiones del imperialismo. Cuando los trabajadores organizaron sus propias milicias armadas y enfrentaron a las bandas fascistas de "Patria y Libertad", el gobierno de Allende votó una ley de "desarme general", es decir, que con el supuesto objetivo de desarmar a los fascistas, en el fondo sólo desarmaron a los trabajadores. El ejército, el brazo armado de la burguesía, fue el encargado de "desarmar" a los obreros.

El "tanquetazo"

La clase obrera chilena dio muestras de una combatividad y un heroísmo sin límites, pero siempre fue traicionada por el PS y el PC. Cuando el 29 de junio de 1973 un sector de los militares, desesperados por el giro que tomaba la situación, intentó dar un golpe de Estado, conocido como el "tanquetazo"  el gobierno de Allende no armó, ni movilizó a los trabajadores, sino que nombró a más militares como ministros, creyendo que de esta forma evitaría el golpe de Estado. El general Augusto Pinochet fue nombrado por el presidente Allende como el encargado de velar por la "constitucionalidad" de las fuerzas armadas. La intentona golpista del 29 de junio de 1973 fue simplemente un alerta al gobierno de Allende: o controlaba situación a favor de la revolución o la burguesía terminaría liquidándolo.

Los cordones industriales

Los trabajadores, por su lado, fortalecieron los "cordones industriales", embrionarios, organismos de poder obrero y popular, formados por los representantes de las diferentes fábricas y barrios en lucha. Desde su nacimiento tuvieron que enfrentar la hostilidad del gobierno de Allende. A la hora del golpe del 11 de septiembre de 1973, los cordones industriales, desarmados y desmoralizados por la acción del gobierno de Allende, enfrentaron valerosamente a los "milicos", pero ya era tarde: la revolución chilena había perdido una gran oportunidad para desarmar y destruir al ejército de la burguesía, por culpa de las direcciones traidora del PS y PC!!.

El recambio pacífico de la dictadura fascista

El golpe de Estado de Pinochet provocó una masacre contra los trabajadores, los principales dirigentes sindicales y de izquierda fueron asesinados, torturados o forzados a irse al exilio. La contrarrevolución no perdonó los errores cometidos por el gobierno de Allende.

Al pueblo de Chile le costó enormes esfuerzos deshacerse de la dictadura de Pinochet. A partir del referéndum de 1988, desafiando a los "milicos" asesinos, las masas salieron a las calles a enfrentar al régimen. Pero ocurrió el mismo fenómeno de siempre: los partidos burgueses que apoyaron el golpe de Estado y aclamaron a Pinochet como el "salvador de la Patria", se transmutaron en “demócratas” y lo exhortaron a abandonar pacíficamente el poder, porque temían profundamente la venganza de la revolución obrera que se estaba gestando.

El PS y PC plantearon la necesidad de aliarse con esos sectores burgueses para sacar a Pinochet del poder. Y así se forjó una nueva alianza política entre los partidos reformistas y sectores de la burguesía que deseaban restablecer la democracia, para evitar el estallido de una nueva revolución

A 36 años de distancia la situación ha cambiado radicalmente en Chile. Es el país por excelencia del neoliberalismo, y la democracia restaurada no puedo ocultar la pila de cadáveres que costó el golpe de Estado de Augusto Pinochet, quien murió tranquilamente en su casa de habitación.

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