Por Otto Van D Velde Q.
La prensa de El Socialista Centroamericano (SOCA) correspondiente al 11 de abril de 2011, publica el artículo del señor Nicolás Solís “Un falso debate sobre la situación Libia (Respuesta a Van Der Velde y Galindez)” atacando nuestro análisis sobre el caso Libio, publicado en números anteriores de la importante página web centroamericana.
En su respuesta N. Solís no se limita a la crítica de mi artículo ¡Una falsa consigna!, donde analizamos algunas posiciones izquierdista en torno a la dramática invasión de la alianza imperialista de la OTAN a Libia -escrito que, de alguna forma, refleja los debates del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) sobre el punto- nuestro profesor “demuele” también la réplica que el jefe de la organización de revolucionarios Topo Obrero, Ricardo Galindez hace de mi artículo citado arriba, publicada en mayo bajo el título “Ni una gota de petróleo para los países imperialistas que aprobaron la intervención militar”
Pero además el profesor Solís recrimina a la propia redacción del Soca por atreverse a publicar “sin crítica política posiciones pequeño burguesas respecto a la situación de Libia” (sic). Reclama a la Redacción la ligereza de publicarle a “la pequeña burguesía” (es decir, al PRT y al Topo Obrero) sin antes pasar por la censura del señor N. Solís.
uizás con esta despectiva entrada de Solís (de la que algo le toca al camarada Galindez), venida de un “proletario” convencido de su papel como fiel de la balanza en la polémica internacional sobre los sucesos del Medio Oriente, entienda mejor el jefe del Topo Obrero, las razones de nuestro señalamiento contra las líneas obreristas, izquierdistas o liberales como el caso del señor Solís, en los enfoques del proceso libio y en general de los sucesos del Norte de África.
Para “los obreristas de mercado” como el profesor Solís, todo análisis de la “cuestión nacional” vista desde el marxismo y no desde el obrerismo (desviación ideológica ajena al marxismo y al proletariado) siempre resultará “particularmente confusa”. La “rama” (al parecer trotskista) de N. Solís, siguiendo la tradición de muchos grupos trotskistas, ignora también a Trotsky- -esto ya lo habíamos señalado en nuestro escrito anterior- y ni que decir a
Lenin, al asumir la idea de que el problema nacional sólo corresponde a la democracia burguesa y al nacionalismo burgués, por lo que marxista que penetre en ella no hace más que sostener “posiciones pequeño burguesa… nocivas para la clase obrera” (idem.).
Pero la realidad es que ese prejuicio hiere el análisis que sobre Lenin y la cuestión nacional hace L. Trotsky en su estudio sobre la revolución China, al reconocer que Lenin plantea “correctamente la tarea central de la revolución” en su propuesta de “la dictadura democrático revolucionaria del proletariado y el campesinado”, definiendo inicialmente las alianzas del proletariado con el campesinado –valga decir, que en función de saldar algunas reivindicaciones agrarias y democráticas del campo- como punto de transición del proceso ininterrumpido entre la revolución democrático burguesa y revolución proletaria, hegemonizada por éste último.
Esta conclusión de V. Lenin respecto al problema de la transición, significa no una posición pequeño burguesa “nociva para la clase obrera” según cree Solís, sino “un tremendo salto adelante respecto de la de Plejánov”, de acuerdo a León Trotsky (V de L. Trotsky, “La segunda revolución China”. Notas y escritos de 1918 a 1939. Edit. Puma. Colombia).
Plejánov era partidario de una alianza del proletariado y la burguesía liberal, para los asuntos de la lucha contra el atraso latifundista y por la democracia, Lenin en cambio establece la alianza del proletariado con el campesinado en una combinación ininterrumpida de ambas reivindicaciones históricas; alianza cuyas condiciones profundiza en sus investigaciones sobre los movimientos de liberación nacional en los países dependientes, semi-coloniales y coloniales.
Evidentemente el profesor Solís por su disposición a presentarse como inquisidor del problema nacional, ignora que los debates sobre el asunto nacional, ya aparecía entre los marxistas de mediado del siglo 19, siendo particularmente Marx y Engels quienes más insisten sobre el importante tema nacional y sus vínculos con la lucha de clases; debate que se extiende gracias a la trascendencia de los movimientos nacionalistas en Irlanda, Polonia y en la
denominada “cuestión eslava” (Federico Engels), que más adelante servirá a los leninistas para separar la teoría y práctica comunista en dicho campo, de las posiciones radicales y socialdemócratas de K. Kautsky, Otto Bauer, Karl Renner (o el estatismo alemán) y otros teóricos europeos que a principio del siglo XX revisaban las concepciones del marxismo, utilizando precisamente la “cuestión nacional”. Exigían el abandono de la lucha de clases, sobretodo la dictadura histórica de clase, transformando el programa del proletariado en un programa democrático burgués e incluso fascista.
De hecho el dudoso obrerismo del profesor Solís que puede decidir sin temor a equivocaciones lo que es nocivo o no para la clase obrera, se muestra implacable hasta con las metáforas nacionales. No oculta su sorna ante la mención que hacemos del “tsunami” nacionalista que recorre a unos cuantos países, en absoluto como un culto “al nacionalismo” de nuestra parte, sino para destacar cierta inclinación “proteccionista” en los sectores nacional burgueses y del Estado capitalista de las naciones oprimidas, ante el estruendoso fracaso de la estrategia privatizadora global, intensificada durante la década de los años 90 por el capital financiero-industrial, que difunde su famosa doctrina “neoliberal” de un capital sin restricciones en todo él planeta, propaganda la que de alguna forma reivindica nuestro “profe” en su trabajo.
Para rebatir lo que es evidente para el movimiento revolucionario, sus ojos obreristas se cierran para no ver la realidad política del problema nacional, que de ningún modo como cree el camarada Galíndez, representa para nosotros la posición histórica de los marxista, sino los vínculos del asunto nacional con lucha de clases y el socialismo, dos aspectos claves para el proletariado y el marxismo latinoamericano moderno, que curiosamente Solís no menciona ni una vez en su largo artículo. La crítica por partida triple de nuestro inquisidor, apela a una tediosa lista de las formas en que se manifiesta el capital financiero en los países “subdesarrollados” (¡!), para concluir con un juicio verdaderamente “nocivo” no sólo para la clase obrera sino para todos los explotados y oprimidos del mundo, como veremos a continuación.
Dice nuestro docto profesor en el excitante momento que descubre el agua tibia, que la retahíla arquitectónica del capital financiero (bonos, créditos, acciones etc.) y el “colapso financiero” de Grecia, Irlanda, Portugal etc. revelan que el suscrito, Otto Van Der Velde Q. “no sigue la evolución del sistema capitalista mundial, y desconoce en absoluto la arquitectura financiera internacional en la época de la globalización. Esto es el flujo internacional de capitales sin restricciones…sin que a ojos vistas se perciba un futuro crecimiento nacional…” (spn)
El profe Solís me acusa de no seguir la evolución del sistema capitalista mundial y su avalancha de instrumentos financieros, queriendo inducir la falsa idea que nuestra posición alrededor del problema Libio va en defensa del “crecimiento nacional” capitalista, sin futuro ciertamente y por ello, por no estar al día con la evolución del capital, no puedo entender que un crecimiento nacional es imposible ahora y en el futuro.
En realidad el desespero teórico de N. Solís por refutar nuestra posición, le impide ver que en nuestro trabajo no pronosticamos un crecimiento nacional (no tenemos ese don), en el sentido de darle fuerza a la burguesía nacional y al capitalismo nacional, sino que hablamos de una respuesta refleja de algunos países en el “proteccionismo” y el papel del estado capitalista, frente a la quiebra de la doctrina liberal financiera basada precisamente “en el flujo internacional de capitales sin restricciones”. Lo que aparentemente molesta a Solís es que no puede soslayar la presencia del problema nacional, aunque puede haber algo más que eso.
Un párrafo arriba N. Solís ha cuestionado nuestra propuesta de establecer acuerdos de alianzas políticas antiimperialistas para derrotar la salvaje masacre contra el pueblo libio por parte de la OTAN. Propuesta de un amplio frente antiimperialista en el que advertimos como condición de principio la autonomía de clase del proletariado en función de transformar las consignas democráticas de hoy en consignas antiimperialistas y de respuesta socialista, pasos que pueden ser acelerados en Libia y el Medio Oriente, a causa de la invasión colonial de la OTAN, pero especialmente por la profunda crisis que bate al capitalismo de las naciones que forman la siniestra organización militarista.
Alega él profe. Solís como argumento en contra del frente antiimperialista y la autonomía proletaria, una retahíla de lugares comunes sobre “la arquitectura financiera internacional en la época de la globalización”, fraseología que el articulista utiliza para impresionar al lector desprevenido, al mismo tiempo que esboza un franco gesto de incredulidad frente al planteamiento del antiimperialismo, actitud que concluye en un contrabando ideológico.
N. Solís pone en boca nuestra, algo que ni siquiera hemos mencionado en ninguno de nuestros artículos sobre Libia: hace creer al lector que vemos la necesidad de una supuesta “alianza” con el Moamar Gadafi, al que Nicolas Solís presenta como la única víctima de la razzia imperialista. No hemos dicho nada al respecto, pero si N. Solís lo quiere averiguar, podemos adelantarle que ninguna alianza necesaria y coyuntural contra el enemigo principal del proletariado y las masas nos asusta, si ella se encuadra en el marco de una estricta autonomía del proletariado, si garantiza la derrota del imperialismo y conserva los objetivos estratégicos, morales e históricos del socialismo revolucionario y el comunismo.
Con su “crítica” Solís trata de reconstruir los escombros de lo que representa octava maravilla del mundo para el capital financiero, la fe social en “el libre mercado”, aquel famoso templo neoliberal de los años 90 que rendía un culto religioso a “la arquitectura financiera internacional en la época de la globalización”.
En palabras menos “confusas” y sin eufemismos como las del señor Solís, significa que para los amantes del “libre mercado”, sólo la libertad de la oferta y la demanda es lo verdaderamente democrático; que situada por encima de lo nacional, hace desaparecer de un sólo plumazo cualquier vestigio de lucha nacional liberadora, haciéndola imposible; liquida el estado nación y borra cualquier nacionalismo al mismo tiempo que elimina la autonomía del proletariado en esa materia.
La razón de tal efecto es porque que hablar del asunto nacional en el siglo 21 significa no seguir “la evolución del sistema capitalista mundial” y eso según N.S es ¡un anacronismo! Sin embargo, al recorrer por encimita los retrocesos neoliberales y la efervescencia nacional revolucionaria en el Continente, debemos concluir que lo realmente vetusto son los argumentos que nos presenta el profesor Nicolás Solís.
Seguramente nuestro profe. No tuvo tiempo de leer las declaraciones del Director del FMI Dominique Strauss-Kahn antes de su famosa violación. Disertando en el corazón del imperio sobre la globalización y el fin del famoso “Consenso de Washington”, consenso que resume el código de honor nada menos que del FMI, el Banco Mundial, el Congreso norteamericano, la Reserva Federal de Estados Unidos y el gobierno de dicho país, en torno a la economía capitalista global, Strauss Kanh se atrevió a decir que tal Consenso “…se derrumbó con la crisis financiera global”. Para Strauss el Estado debía ahora recoger los platos rotos por el “Consenso de Washington”.
Ese reconocimiento de abril por parte del Director General del FMI, hecho en pleno auditorio de la Universidad George Washington y salido nada menos que de la boca de un agente incondicional del imperialismo internacional, al parecer marcó el destino del famoso violador francés, no sólo de camareras sino de la soberanía de las naciones del mundo, después de lo cual el fascista Sarkosy lanzó un suspiro de alivio.
Algunos analistas señalan que aquella confesión de Strauss Kahn reconociendo el fracaso de la globalización neoliberal y el necesario papel del Estado, o sea, aceptando el gran fracaso de lo que más impresiona a Solís “la arquitectura financiera internacional en la época de la globalización”, fue el motivo central de la factura que el Consenso de Washington le pasó a su viejo servidor.
Culto al capital financiero que en Venezuela conocíamos de antaño. En los albores de los años 90 nuestros “libre mercadistas” -algunos atrincherados en el IESA, otros en las especulaciones teóricas de los economistas burgueses Emeterio Gómez, el IESA, Palma y Cía. - afirmaban algo parecido. Les parecía insólito y hasta signo del mal gusto, que los marxistas plantearan un frente de lucha nacional precisamente contra “la arquitectura financiera internacional en la
época de la globalización”.
Se trataba entonces de un solemne culto al Nirvana capitalista del siglo 20, a la liturgia del “libre mercado”, doctrina desfasada y anacrónica del capital en plena retirada tras la bancarrota en masa del sistema financiero capitalista de Europa, Asia y Estados Unidos; capitalismo que va al suelo arrastrando consigo los sermones filosóficos de nuestros economistas sobre la grandeza evolutiva “del flujo internacional del capital sin restricciones”.
Sería el colmo que el profesor Solís no pudiera entender un asunto tan ancho como la puerta de la Catedral: que los problemas concretos producto de la dependencia, el neocolonialismo y la monopolización mundial de la economía, son suficiente para desbaratar todas las especulaciones teóricas sobre el libre mercado, el flujo internacional del capital sin restricciones y otras fantasías de los neoliberales. Pero además inciden en el asunto nacional combinando el antiimperialismo con la lucha de clases y el socialismo.
Se trata de una realidad cotidiana imposible de reducir a eufemismos como el del “flujo internacional de capital sin restricciones”, tesis cuyo fracaso dejó en una ridícula postura a los autores intelectuales y materiales de aquellos famosos clichés “neoliberales” sobre “la muerte del comunismo”, “el desarrollo global sostenido”, “la modernidad del libre mercado y otros desperdicios ideológicos distribuidos a lo largo y ancho del planeta por los publicistas del capital financiero, quienes luego fueron el “hazme reír” del mundo científico tras la descomunal bancarrota internacional no sólo del sistema financiero, sino de la estructura industrial y comercial imperialista, rescatada del naufragio por los billones de dólares trasvasado por el estado capitalista a las bóvedas de los bancos, “salvamento” hecho a costa del presupuesto social, del salario y de la plusvalía expropiada a la clase obrera mundial.
La internacionalización del capital es sin duda, una tendencia permanente del capitalismo, pero sus contradicciones, el interés nacional y el Estado, también lo son, actuando como factores contra restantes. Por ello el desprestigio de una teoría sobre un mercado libre “sin restricciones”, que pareciera exhumada del siglo 19 y no de las relaciones monopolistas de producción del siglo 21, es un hecho, aún si se consideraran los bloques de mercado existentes, en conflicto por sus tendencias proteccionistas siempre en agenda particularmente en los momentos de crisis estructural; en las condiciones nacionales que norman las “integraciones”; en las restricciones monopolistas de la oferta y la demanda o en la formación de los precios de producción; en el negocio armamentista etc. Todo lo contrario a las predicciones democráticas que pregonan los partidarios del “libre mercado” sin restricciones.
La teoría del imperialismo financiero sobre el “flujo internacional del capital sin restricciones”, terminó pues sus días, no en la libertad absoluta del mercado como esperaban los “neoliberales”, sino en la concentración y centralización máxima del capital imperialista tal como lo habían señalado Marx y Lenin entre los siglos 19 y 20.
La globalización capitalista termina su época de oro con la bancarrota de los pequeños capitales que no resistieron la centralización y la competencia de las grandes corporaciones; lanzando al arroyo 60 nuevos millones de desempleados que entraron a formar parte del crecido “ejército de reserva” mundial; con la sobreexplotación y maquila de los trabajadores del mundo, y en la peor de las restricciones: la ocupación militar de los países oprimidos.
El supuesto “flujo internacional” de un capital sin restricciones, no estimuló el carácter asistencial del estado capitalista pero sí su quiebra; tampoco significó el fin del comunismo como aspiraban todos los Fukiyamas del planeta, más bien lo contrario, su fracaso dio un nuevo impulso al ascenso mundial del socialismo y del comunismo.
Dicho con palabras diferentes. La “evolución” capitalista de la que con tanto entusiasmo nos habla el señor Solís, no produjo precisamente la abundancia, el famoso cuerno de la riqueza desbordado por la productividad de un capital financiero-industrial “sin restricciones”, sino la miseria generalizada, el desabastecimiento internacional, la anarquía, el desempleo global y el “colapso financiero de Grecia, Irlanda, Portugal y, probablemente en los próximos meses España…” (ibid. N. Solís).
El final de la breve dinastía del “flujo internacional de capital sin restricciones”, anunciado tardíamente por el neoliberalismo vergonzante del profe Solís, se mostró incapaz de percibir su propia involución, al no captar el desarrollo de la lucha de clase y la combinación moderna de tal categoría histórico con el problema nacional en los países oprimidos y semi coloniales. He aquí la causa principal del por qué nuestro análisis político sobre Libia y el Medio Oriente terminan siéndole “particularmente confusos” al articulista Solís.
Seguramente muy “confuso” para liberales e izquierdistas a los que el enfoque marxista sobre “la cuestión nacional” les produce alergia. Por más que la situación sea “fácil” de comprender para los políticos sin prejuicios sobre el asunto, valga decir, la conexión histórica entre el antiimperialismo y el socialismo, no resulta así para los liberales de izquierda, bloqueados por sus prejuicios izquierdistas respecto la contradicción nacional. Tampoco está muy claro para quienes desde ese ángulo ideológico, ven atónitos cómo se derrumban naciones y estados capitalistas completos, arrasados por los fracasos de la globalización.
Afortunadamente el síndrome “neoliberal” fue conocido y “atajado” a tiempo a tiempo en Venezuela por el movimiento revolucionario y las masas. Lo cual fue posible, gracias, entre otras causas, a la decadencia del reformismo en los años 89 y 90, pero también por los desafueros neoliberales de los gobiernos derechistas de Acción Democrática y Copei.
Impactada la mayoría de los jefes políticos e intelectuales del reformismo y la burguesía de orden, por la charlatanería económica del señor Milton Friedman, la mayoría de nuestros reformistas corrieron detrás del “libre mercado” y el flujo internacional de capital sin restricciones”, destacando en Venezuela, además de los mencionados socialdemócratas y demócratas cristianos signatarios del pacto anticomunista de Punto Fijo (1958), la formidable traición del viejo oportunismo “de izquierda” encarnado en el MAS y Causa R, éste último particularmente nefasto en las filas del movimiento obrero industrial, sobre todo para “la zona del hierro” del Estado Bolívar, cuna del mal llamado nuevo sindicalismo.
Esta gente, ensañada contra el marxismo y la “cuestión nacional”, limpia eficientemente el terreno ideológico del capital en el que se levantaría el plan de privatizaciones, auspiciado por los monopolios de Fedecámaras-Venamcham, la corrupta banca del período y el resto de una burguesía súper atrasada, seguida a pie juntilla por los partidos históricos del gran capital venezolano.
La respuesta revolucionaria de las vanguardias y las masas venezolanas al plan financiero basado en el “flujo de capitales sin restricciones”, fue la conocida poblada general de masas de 1989, que liquida tres gobierno capitalista seguidos, propiciando la derrota electoral del calderismo y sus secuaces del año 92 al 98, fecha en la que asciende electoralmente el gobierno nacional bolivariano de Chávez.
La teoría marxista sobre la “cuestión nacional” - que evidentemente N. Solís desconoce- demuestra el error de reducir las complejidades modernas del programa nacional, al simplismo liberal de los años 90 que daba por desaparecida las fronteras nacionales y el Estado, alegando que la consideración de ambos, eran un anacronismo respecto a la globalización e internacionalización del capital, o bien una desviación etapista. A la luz de la bancarrota capitalista de hoy, del fracaso del plan de privatizaciones, del desastre financiero global y el salvataje billonario a la banca por el Estado, de los resguardos nacionales en muchos países y la catástrofe social dejada por el “libre mercado”, resulta un verdadero contra sentido la apología modernista del señor N. Solís “al flujo de capitales sin restricciones” y su asombro respecto al “perfil programático y estratégico como clase” del proletariado(sic).
Autonomía que no responde exclusivamente a fundamentos teóricos. Es parte de la experiencia histórica de los movimientos liberadores bajo la dirección del proletariado. Así se demostró en el período proletario de la revolución China, en el curso de la revolución vietnamita y de la cubana, independientemente de sus contradicciones actuales en esa dirección. En este punto los deseos voluntaristas de N. Solís, topan con la realidad Libia y la fase de desarrollo político en que se encuentran los movimientos nacional- democráticos del Medio Oriente.
El reduccionismo de la lucha de clase lleva a los detractores de la liberación nacional, a la personificación de la guerra civil Libia en Moamar Gadafi. Sus partidarios coinciden tanto en el culto de la espontaneidad de masas como en lo que respecta al nivel de conciencia histórica alcanzado de la correlación de fuerzas en el Norte de África y particularmente en Libia, imaginando un compacto movimiento de rebelión democrática en marcha directa al “socialismo” (N. Solís) o “Comités populares”, sobredimensionados en su papel de vanguardia por la fértil imaginación de Ricardo Galindez, quien los define como capaces de “ desarrollar la independencia de clase” (¡!) a pesar –dice el mismo Galindez- de la falta de una vanguardia política marxista” y de un programa político (V. llamada a pie de página)*
Esto es simplemente colocar los bueyes detrás de la carreta ¿Qué dialéctica puede explicar científicamente que unos cuantos “Comités populares” indefinidos, sin vanguardia reconocida y sin un programa revolucionario, puedan no sólo “desarrollar la independencia de la clase” que son palabras mayores en la conciencia de clase proletaria, sino además hacer el programa de lucha, construir la “vanguardia política marxista” y controlar las difíciles y múltiples formas del doble poder, que se hace doblemente difícil a causa de la guerra?
De qué trata todo esto? ¿Acaso de remozar en el conflicto libio y la resistencia antiimperialista del siglo 21, el “viejo” culto a la espontaneidad anti partido del Rabócheie Dielo y de los economistas rusos de 1903?
¿Determinar que la conciencia y él partido son producto directo de una situación económica y social cualquiera?¿Es a la vieja usanza de los economistas europeos o en cambio es una apología de la “modernidad” a la usanza del anarquismo italiano de Tony Negri, que de un solo golpe sustituye la conciencia de clase, el programa y el partido por la praxis instantánea de la multitud?
Corriente antimarxista que se presenta en la convulsionada lucha de clases europea, arrastrando el fácil culto de “la multitud”; esa abstracción inorgánica de la muchedumbre que según Negri supera el marxismo y al proletariado como sujeto histórico. Idea cercana a la “revolución del twiter”, nueva religión técnica de una clase media que europea o americana, estimula el facilismo de masa, si bien las concentra, las agita, al mismo tiempo las aleja y distrae de los objetivos políticos - organizativos alcanzables ahora, no sólo en las consignas anticapitalistas sino en la alternativa de la lucha de clases y el socialismo, metas que no son reemplazables por la simple satisfacción de poder gritar y maldecir las injusticias “del sistema”, “descarga” que la burguesía hábilmente convierte en una relajante terapia de grupo para dejar exhaustas a las masas, resultado algo descuadrada con una situación revolucionaria cada vez más compleja, cada vez menos espontánea y cada vez más exigente.
Revolución del siglo 21 en la que su gran secreto justamente es no olvidar de las “cosas del pasado marxista” , sino rescatar sus fundamentos, la invalorable experiencia del marxismo; limpiar el moho que la burguesía y él reformismo cultivaron en él, volver a la organización y el programa revolucionario, a la estrategia y la mística, que al contrario de lo que afirman los voceros de la derecha interesados en que los socialistas olviden su propia historia, no son formas anacrónicas de la lucha, ni ideas vetustas de la política como la organización, los jefes, la división de trabajo y la formación del partido proletario, sino categorías de lucha sin las cuales será imposible derrocar éste inhumano sistema burgués, condenándonos como un castigo de la mitología griega sólo a maldecirlo eternamente.
Bien de acuerdo a la teoría de “la multitud” nada de eso es necesario para “el cambio de situación” (¡!), tampoco para asumir el poder político y sostenerlo frente al cerco de la contra revolución capitalista. Que para alcanzar esos cambios basta el entusiasmo de las masas y la montonera.
La “multitud” contestataria es lo importante para esta corriente; la poblada enardecida, romántica, excitada por los sucesos y la formación de unos cuantos comités dispersos, fogosos y artesanales políticamente pero animados por las masas. Montonera sin unidad ideológico en sus filas, sin cohesión programática para la acción; una nueva versión de la célebre agrupación horizontal de masas de los años setenta, carente de jefaturas, división del trabajo revolucionario y preparación de combate. Simplemente un conglomerado que se retroalimenta con el asambleísmo, la anarquía democrática y el tumulto de la “red abierta yexpansiva” para alcanzar “la democracia” en seco como la define el propio Toni Negri *( V. T. .Negri. “La multitud como sujeto revolucionario”)
De acuerdo a tales “novedades” del liberalismo europeo, esa es la modernidad y las condiciones para la “democracia” y “el cambio”. Con ella –aseguran sus intelectuales- se reivindica la pureza de “la revolución”; se rescata la voz del pueblo silenciada por tanto marxismo leninismo ortodoxo, atada al fracaso de dogmas marxistas como el materialismo histórico, la lucha de clases y la dictadura histórica de las clases, el sujeto proletario como fuerza motriz del cambio socialista etc. categorías científicas del marxismo que para los partidarios de la teoría de la multitud, para los economistas y los seguidores de la espontaneidad, no son más que doctrinas “totalitarias”, burocráticas y obsoletas, incapaces de captar la sociología de las masas, sus niveles de excitación y frescura, la espontaneidad de acción en ellas, el sentido horizontal de su funcionamiento y otras cualidades que el marxismo no puede apreciar.
Como vemos en los partidarios de “la multitud”, ya no se trata de un simple culto a la espontaneidad de masas, sino una verdadera religión del anarquismo de masas, la “justificación teórica” de la estampida ideológica en su seno. En otras palabras, una diversión fácil de controlar y encarrilar por la bien organizada, centralizada y competente propaganda burguesa.
A propósito de todo ello ¿no se percata el camarada Ricardo en su “autocrítica” que la falta de dirección marxista, del programa y de cohesión proletaria en el proceso libio, se debe en mucho, a la idea de confiar la ejecución de instrumentos superiores de la conciencia política, el partido y él programa, al hecho espontáneo de esperar pacientemente a que esto brote repentinamente de cualquier comité popular, que un buen día salga de allí, en lugar de que los revolucionarios libios (y los revolucionarios venezolanos), venciendo las mil y una dificultad de la agresión imperial, se den a la tarea del plan teórico y organizativo, de la vanguardia popular, de un partido de clase no cualquier grupo, con una experiencia y una disciplina suficiente para
vencer a un coalición enemiga armada hasta los dientes, decidida a todo y con apoyo interno?
Al parecer esa es una gran desventaja del movimiento revolucionario libio y del Medio Oriente en general, frente a la provocación político militar imperialista de fuerzas atacantes bien preparadas y suficiente experiencia en tales acciones punitivas. La presencia bien organizada, equipada y preparada de la coalición militar invasora, el amplio poder militar de ellas y sus aliados separatistas tanto en las filas rebeldes como dentro del gobierno de Gadafi, invalidan, dejan fuera, cualquier manifestación de liberalismo, despolitización y anarquía por parte de fuerzas antiimperialistas, enfrentadas a bastiones enemigos armados y financiados públicamente por la OTAN, Estado Mayor imperialista que reconoce oficialmente “al gobierno provisional” rebeldes y da legalidad al flujo petrolero bajo control de los separatista. Más aún, los invasores imperialistas reconocen el status jurídico y financiero, de un Banco Central creado y controlado por los jefes tribales afines a la ocupación, así como a la división del territorio libio.
Todos estos factores alertan sobre el infantilismo ideológico de armar indiscriminadamente “los grupos opositores y jefes tribales libios”, de quienes lo único que se sabe es que, una buena cantidad de ellos claman por una mayor intervención imperialista de la OTAN, exigiendo que sus ejércitos pasen de los bombardeos civiles a la ocupación territorial directa.
En fin, aparte de parecer una consigna sin sentido, ignoramos las razones de fondo de tal propuesta, que en verdad nada tiene que ver con el internacionalismo proletario, con los programas de apoyo, de solidaridad revolucionaria con las luchas populares del pueblo libio; tampoco con los llamados al desarrollo del partido proletario y del ejército popular revolucionario, tareas de largo alcance que no son materia de rebeldes sino de los mejores cuadros marxistas y comunistas de la revolución Libia a. Se trata entonces de una consigna que aunque teñida de rojo, facilita “por banda” la ocupación de la OTAN, la balcanización de la nación Libia pero también del Medio Oriente petrolero, que es sin duda, la esencia del plan imperialista.
Cosa muy distinta es la solidaridad que los marxistas y revolucionarios debemos tener, en todos los campos, con el verdadero movimiento proletario y las masas revolucionarias libias, con un proceso que debe pasar de las manos de “comités populares” dispersos, a las de una organización del proletariado árabe, a un partido de clase con todas las de la ley. Son los deberes de una verdadera solidaridad internacionalista del movimiento revolucionario latinoamericano, en su lucha mundial contra el imperialismo y las dictaduras nacional burguesas internas, representada en el caso libio por las inconsecuencias del gobierno de Gadafi.
Adelantar esta tarea es totalmente diferente a improvisar consignas de armamento, dinero y “milicias” para “los rebeldes” en Libia, desconociendo la verdadera correlación ideológica y material de las fuerzas del conflicto; ignorando al enemigo principal imperialista, siendo además del dominio público la línea separatista y neocolonial manifiesta por los jefes más visibles de los “rebeldes”, mucho de ellos antiguos colaboradores del propio Moamar Gadafi, que reciben públicamente financiamiento, apoyo y armamento del imperialismo mundial.
De esa manera resulta una línea torpe y aventurera, que en lugar de beneficiar al pueblo, al movimiento revolucionario libio, a la causa árabe, beneficiará los planes de exterminio, de pillería petrolera, la estrategia separatista del imperialismo europeo y norteamericano, transformándose de hecho en una propuesta de resultados distintos a los deseados.
Oficialmente el bloque de la Unión Europea (UE) por voz de la agente imperialista inglesa Catherine Ashton, ha anunciado el reconocimiento oficial de “los rebeldes” de Bengasi y del llamado “Consejo Nacional de Transición”, reconocimiento que incluye la instalación de una oficina de representación institucional.
Tal anuncio oficial constituye un paso clave en la continuidad del plan de balkanización general y reparto del Medio Oriente -Irak, Sudan, Libia, Siria e Irán- urdido, planificado y llevado a cabo detalladamente por las transnacionales petroleras y las burguesías fascistas de Estados Unidos y Europa, que son los verdadero soporte capitalista de la sangrienta coalición
militar de la OTAN, cuya aviación bombardea, masacra y aterroriza al pueblo libio, buscando debilitar todas sus defensas en función del botín petrolero, acuífero y geopolítico de la zona.
Los romanticismos y “las buenas intenciones” no cuentan en éste caso.
Recordemos además que de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno. Ese trabajo de albañilería es él que, en el mejor de los casos, hace N. Solís al tratar de exculpar al imperialismo con lo siguiente exabrupto: “no es el imperialismo, por lo tanto, quien provoca la crisis en Libia, sino la pequeña burguesía libia, jóvenes exasperado por la falta de perspectiva de crecimiento personal en una dictadura con sesgos pre-capitalistas inepta y corrupta” (sic)
¿No es este párrafo un verdadero descargo, casi una justificación de los planes imperialistas en el Medio Oriente? Así pareciera. Cuando menos indica un absoluto desconocimiento del cómo se han tejido las contradicciones del capitalismo extranjero y las clases árabes en el último medio siglo, así como los orígenes del conflicto actual, las guerras de rapiña capitalista y la vuelta a los repartos coloniales directos como factor importante para la acumulación capitalista del siglo 21.
Para llevar a cabo una solidaridad a fondo en armas, en combatientes etc. es necesario conocer las propuestas de las vanguardias del movimiento libio, el nivel de desarrollo de las clases y la lucha de clases allí, pero sobretodo la caracterización del imperialismo como el enemigo principal y la correlación de masas en torno a la invasión imperialista, el régimen militar de la burguesía libia, la alineación de las fuerzas en la virtual guerra civil, el programa
mínimo y las tácticas proletarias al respecto.
Exigir de los socialista un análisis lo más científico posible de la situación, no significa profesor Solís, tener una “docta” posición respecto a la solución del problema ni un conocimiento exhaustivo de ello para actuar, es una condición de elemental lógica desde el punto de vista de clase, de quienes no quieren actuar empíricamente ni con aventurerismo, en un conflicto político y militar bastante complejo, donde no sólo se habla sólo de comunicados de apoyo,
sino de miles de muertos inocentes, devastación general de territorios y alteración del mapa geopolítico, producto de un conflicto en el que concurren clases y estamentos sociales con intereses diversos y contradictorios, algunos coincidentes otros antagónicos. Igualmente ese conocimiento tiene que ver con el desarrollo de la autonomía proletaria, su papel en la lucha de liberación nacional, anti-neocolonialista etc. Contradicción que sin duda los marxistas deben empujar por todos los medios a su alcance hacia el socialismo científico, desechando el empirismo y el sensacionalismo político.
En esa dirección compartimos plenamente el llamado de 1920 hecho por V. Lenin a la Internacional Comunista “….la Internacional Comunista –señala Lenin-debe apoyar los movimientos nacionales democráticos-burgueses en las colonias y los países atrasados sólo a condición de que los elementos de los futuros partidos proletarios –comunistas no sólo de nombre- se agrupen y se eduquen en todos los países atrasados para adquirir plena conciencia de la misión especial que les incumbe: luchar contra los movimientos democrático-burgueses dentro de sus respectivas naciones; la Internacional Comunista debe sellar una alianza temporal con la democracia burguesa de las colonias y de los países atrasados, pero no fusionarse con ella, sino mantener incondicionalmente la independencia del movimiento proletario, incluso en sus formas más rudimentarias” (V. Esbozo inicial de las tesis sobre los problemas nacional y colonial. Junio de 1920.spn)
Las palabras de Lenin sobre la conducta internacional de los comunistas frente a los movimientos nacional democráticos de la burguesía, son diametralmente opuestas a las recomendaciones de N. Solís y de R. Galindez de dar apoyo ¡y armar! A los “rebeldes” libios sin condición, en forma automática por más que el camarada jefe del Topo Obrero, al final de su artículo trate de rectificar ante la presión “lógica” de los “equipos de base” de su organización.
Desafortunadamente esa rectificación tiene la virtud de destacar aún más el error y la contradicción in situ del párrafo en que RG confiesa “que el problema de esta solidaridad sin otra propuesta que la enriquezca, es que aparece como un apoyo político a la dirección formal de la oposición a Gadafi que está integrada fundamentalmente por miembros de la derecha incluyendo a ex ministros y funcionarios civiles y militares del propio de Gadafi y en los cuales no podemos poner ni un solo gramo de confianza.
¿Qué decir ante el reconocimiento de RG? Poca cosa, excepto lo que suelen decir los abogados en estos casos: que a confesión de parte relevo de prueba. Con tales palabras, el camarada Galindez a tiempo que se corrige refuta al profesor Solís. Precisamente esa es nuestra respuesta a Solís y al jefe del Topo Obrero.
Hemos dicho que dirigir un apoyo militar “a los rebeldes” como piden ambos articulistas, sólo por qué Gadafi es un dictador y los otros “unos rebeldes”, es una propuesta que vista con critica bondadosa, no puede ser catalogada sino de irresponsable.* No de otra manera puede verse un llamado que no se formula preguntas elementales, como por ejemplo, el por qué los invasores imperialistas arman hasta los dientes a “los rebeldes”; por qué su diplomacia no vacila en reconocer en tiempo record el supuesto “Gobierno Nacional de Transición” creado
en Bengasi; o el por qué recibe comercialmente el flujo petrolero de los pozos bajo control “rebelde”, autorizando incluso la fundación de un Banco Central paralelo al Banco Central de Libia, que dicho sea de paso es 100% estatal, no adscrito al sistema financiero imperialista del BIS (Banco de Compensaciones Internacionales). Un banco paralelo que seguramente recibirá de los invasores todo “el flujo de capitales sin restricciones” a cambio de expropiar petróleo
árabe y dividir el rico territorio libio. *(V. de Ellen Brown. ¿Por qué atacan a Libia? Ciudad CCS, 24 de mayo 2011. Igualmente de la internacionalista Omaira Zabib “El nuevo Medio Oriente ¿Fin o comienzo?, Las verdades de Miguel 27 de mayo al 2 de junio de 2011)
¿O es que ese flujo de capitales de los centros imperiales hacia los “rebeldes” no irá en buena parte a la burguesía libia, al financiamiento de la propia guerra separatista, a la producción de bombas y municiones contra el pueblo libio? ¿Bajo qué legalidad interna o tratado internacional recibe la OTAN el flujo petrolero de los pozos bajo control “rebelde”? ¿Por qué la aviación imperialista bombardea meticulosamente él campo no rebelde, reconociendo públicamente “su derecho” a suministrar armamento al bando insurgente en nombre de “protección de civiles”, que en lo concreto, gracias a las bombas imperiales y a los francotiradores de derecha, se transforma en un resguardo civil, eso sí, pero de miembros y cuerpos despedazados.
Se trata de una dramática realidad a pesar de la burlilla del profe Solís, en cuanto a que el movimiento “rebelde” debe explicarme lo que se propone si quiere recibir ayuda. Lo grave del chiste es que Solís sabe perfectamente de que se habla y da por concluido el debate con una frase célebre: “un revolucionario en cambio apoya sin condiciones todo movimiento progresista de masas” sic.spn)
El punto que llama la atención es que el profe no está pidiendo el envío de mensajes de solidaridad, ni que se organicen protestas internacionales contra los invasores y sus aliados, sino armas, municiones y combatientes a los “rebeldes” en general. En otras palabras, exige una solidaridad militar automática “sin condiciones” a un movimiento “rebelde” del que poco se sabe internamente, en el que probablemente existen grupos progresistas, revolucionarios, obreros avanzados etc., pero también una poderosa invasión imperialista apoyada por grupos tribales “rebeldes” en arma, manifestando intereses “afines” con los invasores imperialistas (no sólo en el campo opositor sino en el propio gobierno de Gadafi). Oposición que alberga además fuertes corrientes separatistas en un escenario de guerra civil, situación más que suficiente para no improvisar en el conflicto libio, como pretende en nombre de un principio “revolucionario” muy particular del que no sabemos su verdadero propósito, N. Solís.
¿A quién se le ocurre pedir armas y milicias para “rebeldes” obviando un análisis elemental de tan peligrosa situación? ¿Cómo tomar la grave decisión de armar “a los rebeldes” en un escenario en el que no se conoce a quien se arma? Con el agravante de que se trata de una guerra de intervención en curso, en la que se discute, además de esclavizar al movimiento obrero y las masas del Medio Oriente, la escisión de un país (Libia) por fuerzas internacionales del gran capital apoyada militarmente por grupos “rebeldes” afines a la burguesía petrolera libia?
Sin escarbar rigurosamente los más mínimos detalles políticos de la lucha de clases, las contradicciones y estado real de las fuerzas internas (aunque eso parezca chocante al profesor Solís) tanto de la coalición imperialista como de las corrientes partidarias de Moamar Gadafi y el estado real de nuestras propias fuerzas, incluyendo un estudio de su cuadro general en el Norte de África, es dicha petición y en el mejor de los casos, una fanfarronada.
No es de seriedad llegar a una petición tan seria, sin analizar la estrategia y la táctica del proletariado en el asunto. Incluso del proletariado más “rudimentario” como señalaba V. Lenin en la II Internacional, rudimento que el señor Solís inadvertidamente acepta al referirse al desarrollo de las fuerzas productivas libias como de “relaciones de producción pre-capitalista” (¡!)
No es precisamente la guerra un asunto de “soplar y hacer botella”, de lanzar al aíre líneas políticas y militares sensacionalista, sin estudiar el conjunto del problema, no sólo en Libia sino de todo el Medio Oriente. Mucho más careciendo de un partido de vanguardia clasista que guíe y lleve hasta el final la línea de lucha armada de las masa. Incluso desconociendo al enemigo principal inmediato, la táctica y los aliados circunstanciales o de largo plazo con los
que se cuenta en el conflicto. Todas ellas tareas autónomas del proletariado como clase.
¿Es suficiente “mandar” a las masas al combate armado, sin medir la profundidad de la crisis capitalista que abate a los miembros de la OTAN y en especial la crisis interna que debilita a la agresiva burguesía franco-inglesa, estableciendo una estrategia general para su derrota en todo el Norte de África? ¿Igualmente lo es, sin medir la propia situación del movimiento revolucionario libio, que a confesión de R. Galindez adolece de una dirección marxista, de
programa de lucha, incluso de un programa que como el que nos presenta en el párrafo de abajo RG, no es fundamentalmente socialista y podría caber dentro de las reivindicaciones nacional democráticas, de transición etc. Los marxistas deben cuidarse pues de consignas sensacionales, excitantes que por su propio peso corren peligro de caer en los terrenos del aventurerismo de izquierda. (*)
(*) Este señalamiento –escribe R, Galíndez- es totalmente válido y es por ello que tenemos que complementar nuestra política con de la que es indispensable construir una Dirección Política Marxista Revolucionaria, sin la cual es imposible que se consolide un triunfo realmente revolucionario antiimperialista–anticapitalista en este país norafricano. Ese Partido Leninista
de Combate alternativa a las direcciones burgueses debe impulsar un programa de demandas que ayude a la unificación de todo el pueblo explotado y oprimido libio entre las cuales deben estar por la expropiación de todas las empresas y capitales pertenecientes a Gadafi, su familia y testaferros, así mismo de todos aquellos capitales que le apoyaron hasta el día de hoy y aquellos que promueven la intervención imperialista; Todas las empresas deben ser expropiadas sin indemnización y deben funcionar bajo control de los trabajadores oriundos de
Libia y de los inmigrantes; Se debe impulsar una reforma agraria radical que dote de tierras a los campesinos y a aquellos sectores que laboran en condiciones no capitalistas; Por la extensión, multiplicación y centralización de todos los organismos obreros y populares que sirvan para la participación y toma de decisiones de manera democrática a todos los niveles de la vida nacional, cuestión básica para la construcción integral de un nuevo estado realmente proletario socialista; Por la solidaridad con todos los pueblos que luchan contra los gobiernos autócratas y dictatoriales o falsamente democráticos que solo sirven a los grandes capitales internacionales y nacionales y por Federación de Repúblicas Socialistas del Norte de África y el Medio (R. Galíndez “Ni una gota de petróleo para los países imperialistas que aprobaron la
intervención militar en
Justamente a esa “autocrítica de Galíndez” producto de la presión ejercida por la militancia del Topo, era a lo que nos referíamos en el artículo anterior “sobre una falsa consigna” en la guerra en Libia, que rechaza Galindez en su réplica. En absoluto negamos la posibilidad de transformar la guerra civil en lucha revolucionaria del proletariado y las masas hacia el poder, en armar al movimiento revolucionario, hasta el más “rudimentario” pero a “condición” de
estudiar a fondo si tal cosa es posible, si las contradicciones de clase en Libia han llegado a ese punto, igual que la autonomía del proletariado, su programa y vanguardia. Tres factores que de acuerdo a R. Galindez, son inexistentes en Libia.
Reconocimiento que refuerza nuestro punto de vista al respecto. La prevención marxista de que en plena invasión de poderosas naciones imperialista de la OTAN, decididas a aplastar, dividir y expropiar a un pequeño y oprimido país petrolero de 8 millones de habitantes, gobernado por una dictadura nacional burguesa vacilante e inconsecuente como la de M. Gaddafi, se declare a éste como el enemigo principal e inmediato, instando a dar sin condiciones armas, municiones y combatientes “a los rebeldes” en general.
Asunto que hemos dicho cien veces, se complica en una nación dividida de hecho, por grupos “rebeldes” que no ocultan su separatismo y que trabajan entusiastamente por la división territorial de Libia en base al petróleo, con grupos financiados y armados por las fuerzas invasoras de la OTAN.
En tal situación que además es una agresión capitalista de conjunto, las tácticas tienen que ser quirúrgicas, no gruesas y menos utilizando las mismas consignas y razonamientos de los agitadores imperialistas, quienes manejan con gran habilidad, precisamente la consigna del “enemigo principal” (o sea Gadafi), prestos a estimular el envío de armas, municiones y milicias al primer “rebelde” con turbante, que aparezca gritando en contra de él.
He aquí una propuesta hecha de tal forma que independientemente de sus intenciones, terminará siendo favorable a la estrategia imperialista de la OTAN y a los mismos que R. Galindez con toda razón denuncia como “miembros de la derecha”,en los que sin duda “no podemos poner ni un solo gramo de confianza”.
Precisamente a eso me refería en la crítica anterior a la propuesta de Galindez y ahora a la del propio Solís sobre él punto.
Pero igualmente ni un solo gramo de confianza pondremos en los romanticismos de izquierda, cuando de la autonomía proletaria y de la forma correcta de ayudar activamente al movimiento revolucionario y al socialismo en el Norte de África se trate. Menos aún si dicha línea es consumada en nombre del antiimperialismo y del socialismo.
Ciertamente damos toda la razón a la rectificación anterior del camarada Ricardo Galindez. Ni un solo gramo de confianza a la derecha. Pero el partido leninista, los programas sean estos nacional democráticos o socialistas, las tácticas del partido y la dirección marxista, no serán jamás producto de los asuntos espontáneos de la política, no emergerán como la diosa Venus de los comités populares “rebeldes”, por obra y gracia del simple entusiasmo popular.
El marxismo ha dado buenos aportes acerca de cómo se da ese proceso y es justamente todo lo contrario. Finalmente diremos al profesor Solís dos cosas.
(1) Que el camarada Galindez tiene razón en proponer la consigna “ni una gota de petróleo para los países imperialistas que aprobaron la intervención militar en Libia”. En absoluto es una consigna producto del infantilismo o el sensacionalismo económico. Solís se burla de ella, al afirmar que eso equivale a suprimir el mercado, los contratos, créditos etc.
De hecho esta consigna del “Topo Obrero” nos recuerda el verdadero sentido del internacionalismo proletario, practicado en sus fuentes por la fresca solidaridad del movimiento obrero europeo y del mundo en los albores del siglo 19, en respuesta de clase a la intervención militar de la Entente contra la revolución proletaria de octubre. La eficaz respuesta del proletariado mundial contra la reacción militar de los “ejércitos blancos” imperialistas de Kolchak, Denikin y de más de 12 potencias encabezadas por Inglaterra, Estados Unidos, Francia y Alemania, dispuesto a asfixiar en su cuna a la revolución bolchevique.
La clase obrera mundial se movilizó contra la invasión a Rusia por de más de 15 ejércitos, decididos liquidar por hambre al pueblo soviético, ahogando en sangre a la joven revolución obrero campesina.
El boicot, los paros y las huelgas de los obreros del mundo en Inglaterra, Alemania, Francia, Estados Unidos y muchas otras naciones capitalistas, en respuesta internacionalista a la agresión militar, constituyó el mejor y más concreto ejemplo del respaldo proletario internacional, a las luchas anticapitalistas del proletariado soviético. Eran los albores de las revoluciones proletarias europea del siglo 20, constituyendo no sólo un gran precedente histórico de internacionalismo proletario, sino también el esfuerzo común de la clase para consolidar la revolución proletaria en Rusia.
Sólido principio de la clase obrera que se mantuvo hasta que el movimiento sindical fue penetrado a fondo por el mercantilismo, los reformistas y el economismo burgués, cayendo en las garras de pandillas sindicales organizadas por los mismos patronos y sus policías, en función de desviar y controlar las luchas obreras. Esa política hizo que el internacionalismo proletario de las grandes corrientes sindicales del mundo, sucumbiera ante el estrecho pragmatismo sindical, las corruptelas burocráticas y el economismo vulgar.
Al llegar a este punto se cortó la línea internacionalista de la clase obrera, mutilada por la línea burguesa del sectarismo y el economismo sindical; ideología planificada e inculcada dentro del movimiento obrero, desde las filas de una clase dominante que clamaba por el “libre mercado” y el “sálvese quien pueda”.
La burguesía del orden se fusionó con la profunda corrupción de la “aristocracia obrera” aportada por los reformistas, casta obrero patronal levantada por la propia burguesía en las vísceras mismas del movimiento sindical.
Entre ambas posiciones se liquida la política internacionalista del proletariado. En Venezuela, el esfuerzo común de la aristocracia obrera proveniente del Buró de Acción Democrática y Copei, desde los tiempos del “sofisticado” Gonzalo Navarro hasta el chabacano mandato de Carlos Ortega y Manuel Covas.
Hemos dicho que el internacionalismo proletario es un principio marxista. El concepto claro para el pueblo, es imposible de entender por reformistas y liberales. Se lo impide su profunda alienación al mercantilismo. Pero el proletariado del mundo, sobretodo el proletariado latinoamericano, que sí puede entender ahora el problema de la solidaridad comunista y sus profundas diferencias con la hipócrita filantropía burguesa, deberá recoger y perfeccionar esta notable lección histórica de la clase obrera mundial, como centro de sus luchas futuras contra la hegemonía y la bestialidad político-militar del capitalismo moderno.
(2) Que seguramente la peor equivocación del artículo de Solís, es el párrafo dedicado a “suavizar” el plan imperialista de la OTAN en el Medio Oriente, haciéndolo aparecer no como provocador y aprovechador de una crisis que permite la intervención militar de sus ejércitos y la división de las naciones africanas ricas en petróleo, agua y otros recursos naturales, no como victimario del pueblo libio sino como víctima de él, “obligada” la OTAN por circunstancias “democráticas” a intervenir en resguardo de la acción social y civil alterada
por la acción “de una pequeña burguesía libia, de jóvenes exasperado…” por la dictadura “pre-capitalista” de Gadafi.
Misión imposible profesor Solís la de maquillar las verrugas históricas de un capital cansado de provocar, torcer, planificar y aprovechar para sí las crisis y los movimientos sociales espontáneos, introduciendo en su corazón planes bien calculados por sus estrategas, agentes particularmente meticulosos y pérfidos cuando de petróleo barato, gas, agua y geopolítica se trata, factores presentes en el Norte de África y particularmente en Libia.
No otra cosa hace N. Solís que maquillar a la OTAN en el párrafo donde nos asegura, luego de una serie de galimatías filosóficas sobre la política, el atraso, él voluntarismo y “la guerra” (la guerra imperialista profe., no cualquier guerra), que “No es el imperialismo, por lo tanto, quien provoca la crisis en Libia, sino la pequeña burguesía libia, jóvenes exasperados por la dictadura de Gadafi” (Sic)
Pensamiento no digno de mayores comentarios, excepto para hacer notar el bondadoso alcance del brazo liberal en su relación con las tropelías del imperialismo moderno, cuya historia está plagada de las más perversas provocaciones con los pueblos del mundo, sistema capaz del genocidio en millones de seres, de reducir pueblos enteros a la más espantosa miseria y esclavitud, de colonizar millares de personas, en función de la tasa de ganancia capitalista.
Ejemplos de centenas, de miles provocaciones imperialistas abundan en el tiempo, pero recordémosle al profe Solís algunas pocas que nos vienen a la memoria: la burda provocación del asesinato del archiduque Fernando en Sarajevo, que sirvió de pretexto a las potencias imperialista para desatar la 1era guerra mundial y el nuevo reparto del mundo; el falso pretexto del Golfo de Tonkin por parte del capitalismo norteamericano para extender la guerra en Vietnam; la extraña cadena de asesinato en el magnicidio de Jhon F. Kennedy.
Más recientemente la guerra, prisión y muerte del Presidente serbio Milosevic, requisito previo de los bandidos imperialistas anglo-norteamericano y Franco-alemanes para desmembrar y repartirse a Yugoeslavia; o la prisión y exilio del Presidente haitiano electo Beltrand Aristí tras la acusación norteamericana de fraude electoral dando paso a la invasión de los “cascos azules” de la ONU ; la entrada imperialista yanqui a Panamá y la matanza del
Chorrillo adjunta al encarcelamiento del Presidente Noriega so pretexto del narcotráfico; las acciones planificadas contra los presidentes de Panamá Omar Torrijos y de Chile el gran Salvador Allende; la emboscada a Eliecer Gaitán en Colombia y a Zapata en México para acabar con la revolución colombiana y mejicana; el famoso sainete colombo-norteamericano de la computadora del comandante Raúl Reyes, ridiculizada por el propio TSJ de Colombia; las centenas de provocaciones e intentos de magnicidio a Fidel Castro en Cuba; el invento de las “armas nucleares” para invadir Irak y asesinar al Presidente Sadam Hussein; la matriz y los atentados contra Gadafi-Assad para justificar la invasión por petróleo de Libia y “resolver” el caso Siria-Irán, cuya fuerza militar tanto preocupa al siniestro lobye judío de Washington y al propio gobierno norteamericano, en su plan de extenderse al Norte de África y exterminar a los palestinos; la provocación golpista contra el proceso bolivariano venezolano, tramado por la burguesía y el gobierno de Estados Unidos y España, que culmina en el derrotado golpe cívico militar de 2002-200 etc.
Esas y miles de provocaciones más, de asesinatos y despojos imperialistas en cualquier época y rincón del planeta por el lucro y la geopolítica, dejan en ridículo la falsa conjetura del señor Solís de que no “es el imperialismo, por lo tanto, quien provoca la crisis en Libia sino, la pequeña burguesía libia, jóvenes exasperados por la falta de perspectivas de crecimiento personal en una dictadura con sesgos pre capitalistas (inepta y corrupta)”.(sic)
En fin, provocaciones y maniobras políticas montadas por el imperialismo y las burguesías locales, que nuestro articulista se niega aceptar, pareciéndole todo muy “confuso” ¿Puede adivinar el lector por qué nuestro señor Solís está confundido con todo esto?
Lo está por “un detalle” que su concepción liberal le oculta y subestima a lo largo de su artículo: los enormes prejuicios que tiene sobre el problema nacional, lo que le impiden captar los entremezclados de la lucha de clases con los intereses nacionales en los países coloniales, semi-coloniales y dependientes del Medio Oriente.
He aquí un verdadero nudo gordiano para izquierdistas y neoliberales. Que no se resuelva con una visión simple “de la política”, a la que N. Solís le otorga una autonomía general, tampoco con el cuento del “agente perfecto” o sea Gadafi, ni con la intención de justificar su dictadura y otras especulaciones etc. el punto que no captan unos y otros, son los resortes nacionales que hacen saltar al capitalismo opresor y los que hacen reaccionar a los nacionalistas de la nación oprimida; fenómeno estrechamente vinculado al desarrollo general del capitalismo y por ello a las múltiples contradicciones generales e históricas entre el capital explotador y la fuerza de trabajo explotada, tanto de los capitalistas de afuera como las de adentro.
Es decir, como parte de la gran batalla universal burguesía- proletariado, ahora en el marco de un imperialismo en plena crisis estructural, que no sólo ha agrietado profundamente el capital financiero industrial y el propio estado capitalista, sino que pulveriza sin compasión los sofismas neoliberales sobre el libre mercado, la globalización, los famosos “derechos humanos” de la ONU y otros artefactos del capital, que afectan tanto a los invasores de la OTAN como los invadidos del Medio Oriente.
Si acaso al señor Solís le parece también confuso entender lo concreto de ésta situación a resolver por una revolución socialista, negándose a ver los efectos múltiples de esta doble contradicción, no debe desanimarse, a fin de cuenta “mal de muchos consuelo de pocos” dice nuestra gente y los liberales venezolanos tampoco la entienden.
Caracas 2.6.2011