Por Joseph Herrera
Es por todos sabido que Guatemala es uno de los países más desiguales del continente americano, donde el índice de desigualdad al igual que la lista de millonarios guatemaltecos crece y crece, la riqueza no deja de abundar, pero cada día son menos las manos que perciben la distribución de la renta nacional. Solo en este país se puede ver las últimas mercancías de lujo que se exhibe en las vitrinas y aparadores de las lujosas avenidas del primer mundo, compartir espacio con el paisaje más infame de la pobreza y de la pobreza extrema de la mayoría de su población.
Con la explosión de ayer domingo por la tarde del volcán de fuego, vuelve a ponerse de manifiesto que la naturaleza no discrimina, pero la desigualdad social si lo hace. Todos han salido a decir las diatribas, sermones y demás lugares comunes del conservadurismo, el prejuicio y la ignominia de decir que no es culpa de nadie, porque la naturaleza no avisa. Pero yo les diré que aquí como en las muertes por hambre, siempre hay un culpable, siempre hay alguien que se ha beneficiado de la pobreza ajena y avisa constantemente de sus asesinatos en serie.
Podría decir facilonamente que la desigualdad es la culpable, pero esta desigualdad tienen nombres propios de pila y apellidos de alcurnia. Las personas que hoy yacen sepultadas bajo la ceniza del volcán de fuego, en su mayoría usando como ataúdes sus pobres casas de adobe y lámina eran pobladores de las muchas zonas de riesgo que en todo el país son propensas a los desastres naturales. No pasa lo mismo con el 90% de las tierras cultivables de primera en toda la geografía nacional, perteneciente en sus nueve décimas partes a consorcios azucareros, palmeros, cafetaleros y demás explotaciones extensivas de monocultivo de exportación. Es decir, a los sectores oligárquicos del país que por su origen terrateniente son adversos desde siempre a la necesaria reforma agraria, que democratice el derecho a la tierra y a la vivienda digna, esta burguesía retardataria que no ha podido llevar a cabo la reforma agraria que le corresponde históricamente por su afanada costumbre colonial a no trabajar, a no tecnificar la producción agraria para salir de una vez por toda la rudimentaria producción que conservan desde tiempos coloniales, es esta la burguesía que contradijo los postulados de las burguesías clásicas que hicieron todas las reformas agrarias para el necesario salto adelante hacia la tecnificación y la industrialización de los países, es una clase poseedora ignorante que cree al igual que los últimos reyes de Francia que la riqueza se manifiesta en exponer sus lujos en un país hambriento, pero no en la necesaria evolución de los métodos de producción que no solo fortalezca el poder adquisitivo de los trabajadores sino que eleve su nivel de vida, que desarrollen y fortalezcan la industria manufacturera en detrimento de sus cavernarias formas de explotación agrícola.
Como en la lamentable catástrofe del Cambray II en octubre de 2015, las victimas que quedan sepultas no solo por la tierra y la desigualdad, sino por la desmemoria del pueblo que tiene como costumbre a recordar poco, a ser cortoplacista en lo que se refiere a sus penas y los agravios contra el pueblo cometidos, así como a sus victimarios; las personas soterradas por la erupción del volcán de fuego son víctimas de otro asesinato en masa de la desigualdad ejecutado por sus agentes de carne y hueso, promovido por el desigual derecho a la tierra y a la vivienda, asegurados los dos por la constitución política de la republica que defiende el derecho a la vida, pero no los medios necesarios para hacer esto posible, todos los muertos a la sombra del volcán como los enterrados por el alud del Cambray II no tendrán nombres de estirpe, ni criollos, ni respetables, no verán en los telediarios que dentro de los rescatistas desparecidos o muertos, entre los policías y soldados de tropa estará el cadáver de algún poseedor o de algún coronel lavador del dinero de las maras, son todos hijos de campesinos, de trabajadores presentándose a rescatar a su pueblo, los que morirán o sufrirán daños colaterales en su salud por su servicio heroico a la patria, una patria de pobres secuestrada por un una docena de cientos de ricos que viven en los miradores, en los chalets y que tienen dos o más casas para mudarse cuando los peligros de la naturaleza se presentan, que viven paseando por sus caballerías de tierras incultas, que poseen por el simple hecho de poder tenerlas, todos estos negociantes del hambre y las penas de nuestro pueblo.
La muerte como la naturaleza no discrimina, eso es cierto, pero los caminos que nos llevan a la muerte son tantos y muchos de ellos no se puede elegir libremente, es casi como decir que la lluvia de estos meses la sufriremos igual los que tenemos un techo donde resguardarnos a los que no lo tienen, esa misma lógica es la que podrá decir el guatemalteco que ignora la desigualdad que ante sus ojos se muestra impunemente. Los que ayer murieron enterrados no vivían a las faldas del volcán porque así lo quisieran, sino porque en el infame régimen económico del país, para ellos no había otro sitio donde poder emplazar sus casas y sus vidas. Es cierto también que la dirección de los servicios de emergencia como la CONRED han tenido una participación perversa al negarse a evacuar las comunidades cuando a las 11 de la mañana del domingo empezó la fuerte actividad geológica, como el papanatas que se convence diariamente que es presidente de la nación diciendo en cadena nacional que no tenía dinero para responder a la emergencia, pero si tiene dinero para comer como rey y beber como pirata todos los días, para irse de paseo a Israel con toda su comitiva, así como sus lujosos gustos por los lentes exclusivos y la ropa de diseñador.
No nos engañemos, que el CACIF y sus integrantes hagan sus colectas de víveres no debe dejar que olvidemos que son los grandes empresarios, la burguesía financiera e industrial los que menos porcentaje de impuestos pagan al Estado, sino hay dinero para palear las penas que hoy sufre el pueblo más pobre, es porque estos saqueadores pagan pocos o se les exonera la mayoría de sus deudas fiscales. Recuerden que en Guatemala, que es uno de los primeros productores mundiales de azúcar, es donde más cara se consigue, ya que nos la venden como que fuéramos extranjeros. Pero dentro de este cielo ennegrecido por la ceniza hay una luz fuerte que crece diariamente y que en periodos de crisis humanitaria como la surgida por la erupción del volcán de fuego, se puede ver claramente la solidaridad sin límites del pueblo de Guatemala, que no ha esperado el llamado oficial del mediocre gobierno y de su quejumbroso primer mandatario y se a prestado a colaborar, a auto-convocarse a organizarse para ayudar a las familias afectadas, demostrando una vez mas que es la patria en la voluntad sin límites de sus ciudadanos la única capaz de salvarse a ella misma.
Quizá después de responder a la tragedia humana, sigamos el mismo camino de salvarnos a nosotros mismos y botemos de una vez por todas a este gobierno lleno de payasos mediocres y saqueadores.