Por Andrés Neda
“El Gobierno de la Unidad Nacional” es el slogan de campaña impulsado por el actual gobierno de Honduras y remontándonos unos meses previos a la toma del poder por parte del señor lobo, fue esta frase la que abanderó durante el inescrupuloso proceso de elecciones del 2009.
Resulta interesante observar cómo, a pesar del burdo circo electoral montado por la dictadura y los partidos políticos, las promesas hechas a la comunidad internacional sobre la construcción de un gobierno de unidad: tanto el andamiaje del golpismo, así como la presencia de actores claves en el proceso del golpe de estado, aún se mantienen inamovibles en el poder.
El gobierno del señor Lobo se ha caracterizado por impulsar un proyecto cimentado en la tónica habitual de los anteriores gobiernos a éste (incluyendo el de Zelaya) es decir: una política de medidas de ajustes, privatizaciones del sector público y un alto gasto en materia militar como parte de una medida de seguridad acrecentada desde la dictadura michelletista. Sin embargo, existen componentes nuevos en esta dinámica que son conformados por la aparición de una Secretaría de Derechos Humanos y recientemente la decisión del Congreso Nacional de modificar el artículo 5 de la actual constitución. A pesar de esta extraña contradicción entre “un poco más de lo mismo y cambios cosméticos”, todos estos procesos desarrollados por la presente administración son impulsados y dirigidos por los mismo actores que protagonizaron la crisis del 28 de junio.
Lo paradójico de todo esto es que a pesar de que una de las situaciones que preparó la antesala del golpe de estado fue precisamente la apertura a mecanismos de consulta popular; como la cuarta urna, que siendo limitada en su propuesta, resultó siendo la excusa de la acción golpista, en el presente año cuando en el poder ejecutivo, legislativo y judicial se mantienen las instancias de la conspiración del 28 de junio, parecer ser que lo que antes era malo, hoy resulta ser muy provechoso.
Tomando en cuenta lo anterior, es necesario mencionar que la subestimación que se hace del gobierno de Porfirio Lobo, por parte del FNRP y algunos sectores de la izquierda hondureña, ha resultado nociva con respecto a la caracterización de la dinámica del gobierno y la idea de vender a Lobo como un mandatario débil frente a la crisis. La situación de estancamiento actual por parte del FNRP frente a la crisis y las sistemáticas derrotas de las luchas emprendidas por gremios, sindicatos y sectores populares así como la perdida se ciertas conquistas logradas en el pasado, sólo han demostrado que el fortalecimiento del actual gobierno sigue galopando a un paso acelerado.
Resulta lamentable que mientras existe una profunda crisis hacia lo interno del FNRP por la búsqueda de escaños políticos y el control de la conducción por parte de los sectores burócratas y oportunistas, la consolidación del gobierno de Lobo y la petrificación de los sectores más reaccionarios en el poder está prácticamente consumada.
Por otro lado, la lucha por las reivindicaciones sociales, así como la apertura de espacios ampliamente democráticos es cada vez más compleja y cuesta arriba, sin tomar en cuenta el empoderamiento por parte de gobierno, de la bandera de lucha del FNRP como ser la Asamblea Nacional Constituyente. Frente a este panorama, sólo la unidad popular y la conformación de una verdadera conducción revolucionaria y un programa político que ponga en perspectiva las posibilidades de las clases populares de acceder a una democratización real a través de las herramientas de lucha del pueblo como la huelga general y la movilización permanente de las masas, podrán revertir el volátil panorama actual de la crisis en Honduras.