Por Fabricio Estrada
“Hoy sin duda que se sembró la semilla de un nuevo país. Un país que resurge del aislamiento y que muestra al mundo que está preparado para hacer negocio con ellos. Un país que renace con una nueva gestión diplomática que se ha llevado a cabo de un modo cuidadoso y sistemático, promoviendo ante el mundo la imagen de una Honduras renovada , de un país democrático y solidario, respetuoso de los derechos humanos, interesado en el desarrollo de su economía y sumamente comprometido con el bienestar de su población.”
(Nicolás Rishmawy - El Heraldo)
Nicolás es uno de los pocos milagros intelectuales del pensamiento árabe hondureño, de ese criollismo exótico que mezcla la idea del clan palestino con la idea del costumbrismo político más ranció del Partido Nacional. Lleva muchos años describiendo lo que debería ser el desarrollo estratégico del capital, intentando humanizar dialécticamente lo que en la práctica son las reglas del sometimiento más atroz y humillante de Honduras.
Es –mejor decirlo a rajatabla- uno de los más fríos propagandistas de la oligarquía nacional árabe y, por lo tanto, maneja en sus opiniones, la esencia de lo que toda una generación de nuevos oligarcas ha buscado para asegurar sus negocios. En esto, es mucho mejor analista que Juan Ramón Martínez, por simple lógica, ya que Rischmawy sí tiene que defender de primera mano y nada de cautivar con poses de arribismo de clase.
Lo que encabeza entonces este texto, viene a ser la más clara alabanza de clase a la victoria del golpismo sobre la Resistencia del pueblo hondureño tras el golpe de Estado. Sí. Han vencido en ese proceso de blindar el marco jurídico, han vencido en el reacomodamiento político de las Fuerzas Armadas, han vencido en las concesiones pendientes antes del golpe, han vencido la frágil estrategia del pueblo en las calles, han desarticulado la fe en la lucha permanente y han vencido en el ensamblaje del Plan de País para 30 años, esa camisa de fuerza, esa dama de hierro medieval donde tendremos que quemarnos queramos o no.
Para ser precisos, y con todo lo doloroso que pueda ser el asumirlo, LA OLIGARQUIA HA REFUNDADO A HONDURAS y, ahora, se apresta para AUTOCONVOCARSE por medio de plebiscito, con todas las leyes a su favor. La Honduras que teníamos ya no les funcionaba y debían resetearla. Seguir con esa Honduras hubiera significado para ellos el interminable diálogo con el único fin de guardar las apariencias. Las apariencias cayeron con el golpe. Eran insostenibles, y como fríos fascistas, quitaron de en medio la formalidad ciudadana y mostraron su esencia: el poder total.
Las ciudades chárter son su punto de inicio. Explicándolo de una manera gráfica, las chárter son ese tumor inoculado dentro del cuerpo de Honduras para que en el transcurso de 30 años, produzca una metástasis incontenible. Todo lo que crezca fuera de ellas será un territorio abandonado ya que la inversión estratégica será dirigida hacia su crecimiento y lo que reciba la población fuera de ellas serán simples dádivas de asimilamiento gradual. Desde esta visión mecánica, al pueblo en Resistencia le sobrevendrá una pauperización más extrema de la que conocemos, una lucha intestina por la sobrevivencia y un poder omnímodo articulado por los grandes titiriteros: el Narco-Estado.
A las chárter, entonces, sólo les faltará la cúpula de ciencia ficción, esa radiante esfera legal que mantendrá alejadas a las masas de su desarrollo programático.
Sí, Honduras ha sido refundada y Rismawy habla con total razón de clase y con la holgura de ver el paraíso soñado por sus ancestros. De nosotros no quedará ni el nombre, porque si ellos se lo proponen, nuestros nombres, los ingenuos e infantiles, serán borrados de la base de datos del Registro Nacional de las Personas.