Inforpress Centroamericana, Edición No 1846, publicado el 21/05/2010
La omnipresencia de la pareja presidencial y la ausencia de personajes de perfil político que desafíen su protagonismo y poder, han hecho a muchos críticos calificar al actual gobierno de personalista. Y en efecto, si un proceso ha marcado la vida institucional del FSLN en las últimas dos décadas ha sido la depuración constante de cualquier liderazgo alternativo al de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Sin embargo, como se encargan de recordar muchos sandinistas de base, Ortega y Murillo han accedido a la presidencia por una sola razón: ser los candidatos de una agrupación con una militancia fiel y un aparato partidario efectivo. El FSLN tránsito de organización político militar de cuadros, a partido de masas y por último, a una organización electoral convencional. Y por el camino perdió gran parte de su institucionalidad, sus espacios para el debate y el disenso. Sin embargo, algunos de los cuadros que un día formaron parte de la vida partidaria, ahora a nivel personal, siguen siendo clave para entender el poder del Frente.
Un mapa de las personalidades que rodean a Daniel Ortega, necesariamente debía haber sido más extenso. El vicepresidente de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), Rafael Solís, el cuadro más relevante en materia legal del Frente Sandinista, no podría haber faltado. Tampoco el dirigente del Frente Nacional de los Trabajadores (FNT), Gustavo Porras, “movilizador de masas” cada vez que el partido lo requiere para hacer demostraciones de su fuerza. Ni Roberto Rivas, presidente del poder electoral y protegido del cardenal Miguel Obando, con quien Ortega mantiene un pacto. O los dos operadores políticos más importantes en la Asamblea Nacional, Edwin Castro y René Núñez Téllez. Y por supuesto, Rosario Murillo, esposa de Ortega.
Pero entre todos ellos, y desde un segundo plano, sin cargos oficiales en el gobierno, destacan dos figuras estratégicas: el ex director de los servicios de inteligencia sandinista en los años 80, el teniente coronel Lenín Cerna Juárez, actual secretario de Organización del FSLN, y el asesor económico de la presidencia, ex comandante guerrillero y empresario, Bayardo Arce Castaño.
Cerna: un hombre de inteligencia
“Una campaña política solo es comparable a una invasión militar. En una campaña política, el partido, a través de su organización, propaganda, signos externos, maniobras diversionistas, etc. debe dedicar todos sus esfuerzos y recursos a invadir con votos los centros electorales el día de las elecciones. Si algo falla y esos votos no llegan a las urnas por cualquier razón: falta de transporte, descoordinación, sabotaje del adversario, eso hará la diferencia entre el triunfo y la derrota. El candidato es el comandante supremo de la invasión. El partido debe servir de apoyo al candidato. El candidato debe nombrar un comando de campaña (su Estado Mayor) en donde se coordinarán todos los flancos del ataque con el único objetivo de que esta maquinaria trabaje perfectamente un solo día: el día de las elecciones”.
Las palabras no son de Lenín Cerna, las escribió el general Humberto Ortega (hermano de Daniel, jefe del Ejército entre 1979 y 1995), pero sí describen las funciones que ha adquirido el ex jefe del espionaje del FSLN desde hace una década. Y es que desde que pasó a retiro de las Fuerzas Armadas en abril de 1999, y pudo volver a militar oficialmente en el partido al que siempre fue fiel, Cerna ha sido una de las figuras principales del “Estado de Mayor” de Daniel Ortega; el jefe de los llamados comandos electorale” del FSLN, una extensa red de miembros del partido situados en todos los puntos donde se decide una elección: desde las urnas (las Juntas Receptoras de Votos) a los centros de cómputo (Centros Electorales Municipales y Departamentales); guiados por una consigna: “defender” el voto sandinista.
Nacido en 1946, hijo de un salvadoreño que huyó de “La Matanza” de 1932 y se instaló en León, Nicaragua, Cerna milita en el FSLN desde 1963, lo que le convierte en un gran veterano. Fue encarcelado en 1968 y liberado en la navidad de 1974 en un intercambio de rehenes, tras el asalto a la casa de José María Castillo, una acción de comando del FSLN en la que sus compañeros asesinaron al padre de quien luego se convertiría su esposa. Esos más de seis años de prisión los pasó junto con Daniel Ortega, lo que uniría sus vidas para siempre. Su relación de confianza absoluta con él, quedaría sellada en 1980, cuando Cerna, supuestamente, participó en la planificación del atentado en Paraguay en el que murió el dictador Anastasio Somoza.
A partir de entonces, se convertiría en el hombre de los “trabajos sucios”, en el cerebro detrás de la fundación de la Dirección General de Seguridad del Estado (DGSE), el aparato de inteligencia del gobierno sandinista. A comienzos de los 80, trabajó en la embajada nicaragüense en Honduras, desde donde dirigió operaciones para eliminar a varios líderes de la “Contra”, según se afirma en la biografía que el Departamento de Estado de EEUU, elaboró sobre él. Posteriormente, dirigió la DGSE, un cuerpo de unos 3,000 oficiales dedicada a recopilar información sobre los enemigos de la Revolución, capturarlos, “interrogarlos”, infiltrase en las filas de la Contra y otras operaciones encubiertas y de guerra psicológica.
Sobre sus actividades en la DGSE, afirmó en una entrevista de 1999: “más del 80% de nuestros investigadores fueron entrenados por la KGB y también en la Alemania Oriental, Cuba y Bulgaria. De los alemanes aprendimos el orden y la sistematización de la información, de la KGB su trabajo en el exterior y los cubanos tuvieron tiempo de enseñarnos todo lo que sabían, pues siempre estuvieron con nosotros”.
Para 1990, cuando el FSLN perdió las elecciones, Cerna ya era considerado por la oposición al sandinismo la personificación del terror. Y por eso inmediatamente fue desmantelada la DGSE, pero Cerna fue trasladado al Ejército, donde ocupó el cargo Inspector General, el tercero en importancia. Un informe del Comité del Relaciones Externas del Senado de los EEUU, de 1992, señalaba que el ex director de la DGSE mantenía una oficina cercana a la del ministro de la presidencia de Violeta Barrios de Chamarro, su yierno Antonio Lacayo –con quien los sandinistas tenían un pacto- y que seguía suministrando información de inteligencia al nuevo gobierno liberal.
Para muchos, su figura encarna lo mejor y lo peor de lo que ha representado el sandinismo para la historia reciente de Nicaragua; el compromiso total con unas ideas y la determinación para fijar unos objetivos y llevarlos a cabo, pero también la descomposición moral, la pervivencia de una mentalidad de guerra y, la conspiración como forma de hacer política.
En 1999, mientras su partido sellaba un pacto con el liberal Arnoldo Alemán, volvió al Frente y desde entonces ha ocupado la Secretaría de Organización, en donde se ha rodeado de gente de su confianza, muchos de ellos antiguos agentes que estuvieron a su servicio. Su sombra se alarga sobre gran parte de la vida partidaria del sandinismo, desde la designación de quiénes serán candidatos a alcalde hasta la supervisión de la elecciones de autoridades universitarias (tradicionalmente afines al FSLN). De hecho, desde su reaparición, ha protagonizado varios enfrentamientos con las estructuras institucionales del partido, las Secretarias Municipales y Departamentales, que se han quejado de que Cerna les está desplazando en favor de su antigua red de colaboradores.
Su supuesto papel en las últimas elecciones municipales, en noviembre de 2008, en las que se denunció fraude en al menos 35 alcaldías, le colocaron en el centro de la polémica. Cerna, junto con sus hombres, habría orquestado un plan denominado Operativo Danto 2008, enfocado a darle al Frente la victoria en 100 municipios al menos. Y para ello habrían intervenido en todas las fases de la elección: en la cedulación, dando prioridad a las sandinistas gracias al control del FSLN de la autoridad electoral; en la votación, cerrando los colegios electorales antes de tiempo y valiéndose en sus influencias sobre las cooperativas de buses para evitar la movilización de la oposición; en el primer conteo, utilizando a los fiscales sandinistas para impugnar el resultado de todas las urnas posibles, para evitar que fuesen contabilizadas, y en el cómputo, “infiltrando” a sus agentes al más alto nivel.
¿Es capaz Cerna de planear algo así? En la derecha nadie duda de ello. Y se señala con frecuencia que su esposa, la también teniente coronel Marisol Castillo Bellido, es magistrada suplente en el Consejo Supremo Electoral (CSE) (el vicepresidente del CSE es otro militar sandinista, Emmet Lang), lo que le facilitaría el camino a Cerna para colocar a ex agentes y militares en funciones clave.
Sean ciertas o no las acusaciones, lo que resulta indudable es que con el ascenso de Cerna, han ascendido también en la estructura electoral del Frente muchos ex militares. El jefe de campaña de Daniel Ortega en las elecciones de 2006 y 2001, fue por ejemplo, un hombre de confianza de Cerna, el general Álvaro Baltodano. Fue precisamente Baltodano, el que en una ocasión describió la función de Cerna, como dirigir los “comandos electorales en defensa del voto”.
¿Qué implica exactamente este trabajo? No hay versión oficial, pero Cerna se ha mostrado normalmente como un hombre pragmático. “Nosotros somos un partido político revolucionario y como tal, vamos a hacer siempre lo que convenga a nuestros intereses. No tenemos ningún escrúpulo en señalarlo. Hacemos política porque es el campo que decidimos aceptar, pero no jugamos en términos de los partidos tradicionales”, declaró en una entrevista de 2004.
Arce: el empresario comunista
Es sin duda una persona con buena sintonía con la cúpula económica de Nicaragua. Cuando el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP) renueva sus cargos, su nombre, sin mencionar cargo, es de los pocos que aparecen en las listas de destinatarios fuera de la institución. Sus buenos oficios han sido también los artífices de la buena relación que ha mantenido el sector financiero, el más poderoso, con el gobierno de Daniel Ortega. Los grandes banqueros no sólo no se han pronunciado abiertamente contra la reelección presidencial continua que logró Ortega o el presunto fraude electoral de 2008, si no que directamente han apoyado a la administración en asuntos estratégicos, al punto, que una delegación encabezada por Alfredo Pellas viajó a EEUU en julio del año pasado para convencer al FMI de que el gobierno había cumplido con el programa del Fondo.
Arce ha demostrado capacidad de diálogo y tener la confianza de los más ricos entre los ricos, y ello lo ha convertido en una pieza clave para el presidente Ortega. La ausencia de otros funcionarios económicos con alto perfil político –los ministros son cuadros de escaso recorrido en el FSLN- han llevado al ex comandante a convertirse en el artífice de la política económica del gobierno y también en uno de los cerebros de la política exterior. De hecho, tanto el presidente del Banco Central, Antenor Rosales, como el canciller, Samuel Santos, han sido o son socios de Arce en sus negocios, por ejemplo, en el banco sandinista Interbank, y ambos representan bien su estilo moderado.
Sin embargo las cosas no siempre fueron así. Bayardo Arce nació 1950, hijo de un periodista antisomocista que fue asesinado en una golpiza que le propinaron sicarios de la dictadura. Ingresó en el FSLN en 1969 y se integró a la facción de los más ortodoxamente comunistas. Durante el gobierno de los 80, aún siendo uno de los nueve líderes que formaban parte de la Dirección Nacional del FSLN, nunca se puso al frente de ningún ministerio. Ocupó, no obstante, cargos internos importantes como la coordinación del secretariado político del FSLN. También se encargó de las relaciones internacionales, y los EEUU, sin confirmarlo, le consideraron el cerebro detrás del suministro de armas al FMLN salvadoreño.
En julio de 1984 pronunció uno de sus discursos más celebres: “lo que una revolución necesita es ejecutividad. Y esa ejecutividad es precisamente lo que constituye la esencia de la dictadura del proletariado: la capacidad de clase de imponer su voluntad utilizando todos los instrumentos que tiene a su alcance, sin entrar en formalismos burgueses. Entonces, las elecciones (que se celebraban ese año) para nosotros resultan estorbosas, como resultan estorbosas otras cosas que forman la realidad de nuestra revolución. Pero desde el punto de vista de que tenemos una guerra con EEUU, estos elementos se vuelven armas para avanzar en la construcción del socialismo. Para nosotros, por ejemplo, es útil poder presentar una clase empresial privada dentro del régimen de economía mixta que promulgamos. Lo importante es que esa burguesía ya no controla los resortes económicos para su reproducción. La burguesía ya no invierte, subsiste”.
Veinte años después su compañero en el FSLN y alcalde de Managua, Herty Lewites, le describía así: “se desplaza en un carro de US$ 90,000, tiene apartamentos y grandes edificios en Los Robles (una zona residencial de la capital) y es el mayor importador de arroz desde EEUU”. Arce pasó de considerar al sector privado como un mal menor que había que tolerar para mejorar la imagen exterior del país, a ser el mismo parte de lo que hoy se conoce como “empresarios sandinistas”.
Resulta difícil establecer donde empiezan sus negocios y empiezan los del partido. Tras la derrota en 1990, Arce se ubicó en el departamento de finanzas del Frente, dedicado a administrar unas 40 empresas que habían quedado en manos del FSLN. La mayoría irían despareciendo, pero las financieras subsistieron y formaron en 1992 el Interbank; el banco de capital sandinista, que supuestamente fue llevado a la quiebra durante la presidencia de Arnoldo Alemán para debilitar al partido.
Desaparecidas las empresas más notorias vinculadas al Frente, a Arce se le ha relacionado con dos grupos: por un lado con Promérica, el primer banco del país, que absorbió a Interbank y obtuvo jugosos beneficios con la emisión de los polémicos bonos Cenis; y con Agricorp, el mayor importador de arroz de Nicaragua.
Esta última empresa es dirigida por su cuñado, Amílcar Ibarra-Rojas Brogden, quien también fue viceministro de la presidencia durante el gobierno Barrios de Chamorro; es decir, segundo de Antonio Lacayo, prominente miembro de la oligarquía. También se ha hablado de su relación con otro millonario, Mario Rapacciolli Mcgregor, vicepresidente de Promérica. De hecho, Arce, como diputado promovió la hidroeléctrica Copalar, detrás de cuya construcción estaba el grupo financiero.
Arce es también presidente de la Casa de Amistad China (continental) Nicaragua, que importa los vehículos de China Motors al país. Curiosamente el canciller Santos hasta el momento no ha visitado Taiwán, pese a que se le ha invitado. Con Santos, Arce comparte la propiedad del hotel Best Western Las Mercedes