Por Victoriano Sanchez
Definitivamente, no cabe la menor duda. La oposición burguesa de Nicaragua no sale del laberinto donde voluntariamente penetró. Ante la convocatoria de elecciones generales para el 4 de Noviembre del 2011, la oposición burguesa se encuentra dividida y atomizada ante el fortalecimiento del aparato del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en el poder. El FSLN solo cuenta con 38 diputados propios, más unos cuantos que se le han sumado, pero bajo estas circunstancias desfavorables el presidente Daniel Ortega logró imponer su control dentro de la Asamblea Nacional en los últimos 4 años y con ello su agenda de gobierno.
A pesar de las denuncias de fraude en las elecciones municipales del año 2008, la oposición burguesa no pudo revertir los adversos resultados electorales, ni destituir a los magistrados del Consejo Supremo Electoral (CSE). No ha podido hacer nada de nada. El FSLN avance incontenible hacia la reelección de su máximo dirigente, Daniel Ortega.
La evolución de Arnoldo Alemán
La explicación de este fenómeno político no reside tanto en la fortaleza del FSLN sino más bien en la debilidad de la oposición burguesa, y el rol especial que juega el ex presidente Arnoldo Alemán Lacayo, el “líder máximo” del Partido Liberal Constitucionalista (PLC). La hegemonía política que el FSLN ha logrado imponer, se debe al rol colaboracionista de Arnoldo Alemán y de la cúpula del PLC.
Muchos han creído que el colaboracionismo de Alemán se debía a la presión de las diferentes causas penales en su contra, que lo mantenían de rehén del FSLN. Por eso, durante mucho tiempo, la gran estrategia de un sector de la oposición burguesa fue intentar convencer a Alemán de la necesidad de guardar distancia del FSLN, y reasumir el rol de virulenta oposición antisandinista que, por cierto, lo llevó al poder en el año 1997.
Pero el fenómeno del colaboracionismo de Arnoldo Alemán no se explica por las debilidades personales del “líder máximo” del liberalismo, sino que tiene raíces sociales más profundas. Tanto el sandinismo, como el liberalismo de Alemán, provienen de la clase media y representan, desde puntos de vista diferentes, la nueva clase política emergente, cuyos privilegios dependen de los cargos públicos. Estos hermanos gemelos, sandinismo y liberalismo, tiene una base social electoral común: las amplias masas empobrecidas.
Hegemonía y colaboracionismo
En este proceso, hay algunas tendencias contradictorias: mientras el sandinismo logró constituir una burguesía, Alemán solo logró enriquecer a un círculo muy reducido de la dirigencia del PLC, lo que coloca a este partido en seria desventaja en relación a su contendiente. El aparato del PLC depende de los cargos públicos, no de una clase burguesa que lo sostiene y financia, a diferencia del FSLN.
En la época de Somoza, el sistema bipartidista nunca fue igualitario: la repartición de las cuotas de poder siempre fue en una proporción de dos tercios para el partido de la mayoría y un tercio para el partido de la minoría. Con el pacto Kupia Kumi de 1971, el Partido Conservador intentó obtener el 40% de los cargos públicos, pero este sistema fracasó rápidamente y en pocos años estalló la revolución de 1979.
Pero la historia se repite trágicamente. Después de la derrota de la revolución en 1990, se produjo una gradual restauración del sistema bipartidista. Al comienzo del pacto Alemán-Ortega en 1999, los cargos se repartían al 50%, pero esta situación cambió con el segundo gobierno de Daniel Ortega. Bajo esta administración, el FSLN ha reimpuesto su hegemonía, como en los tiempos de la revolución, pero sin violencia. La gran estrategia del FSLN ha sido retomar gradualmente el control de las instituciones, desplazando incluso a sus aliados, atrayéndolos, reclutándolos. Y así hemos visto que una gran cantidad de funcionarios anteriormente incondicionales de Alemán, ahora se han pasado abiertamente al laso del gobierno sandinista. Alemán y el PLC han dejado de ser aliados para convertirse en subordinados del sandinismo, cada vez más débil en la medida en que pierde a su base social y a una parte de su dirigencia.
Se repite el “peligro de la división”
En el año 2006, Daniel Ortega ganó limpiamente las elecciones presidenciales, porque logró dividir el voto antisandinista que se había mantenido cohesionado en las elecciones de 1996 y 2001. Un sector de la oposición burguesa se horroriza al pensar que se va a repetir esta variante en las elecciones del 2011, como efectivamente está ocurriendo.
Las contradicciones entre Ortega y Alemán lejos de subir de tono, están bajando de intensidad en la medida que se acerca la inscripción de candidatos. Cada vez está más claro que la oposición burguesa irá dividida y en esas condiciones es más que segura la victoria electoral del FSLN y la reelección de Daniel Ortega.
Alemán no está interesado en ganar la presidencia de la república, una misión imposible debido a su desgaste político, pero está peleando a fondo para continuar siendo el principal interlocutor, la contraparte negociadora con el FSLN en el poder. Queda vez más claro que Alemán lo único que pretende es salvar su cuantiosa fortuna familiar, y manejar una cuota de poder. Su participación en el proceso electoral es para redefinir el pacto y las cuotas del poder con el sandinismo, que lo ha venido acorralando dentro de las instituciones del Estado
La resurrección de los conservadores
Pero esta última hipótesis no está garantizada. Alemán tiene serios problemas al interior de su partido, existe una corriente del liberalismo, de línea dura, que considera al “máximo líder” un traidor por haber pactado con el FSLN. Existe una presión muy fuerte dentro de su propio partido a favor de formar una gran alianza contra el sandinismo. También se está produciendo un fenómeno inédito de desgranamiento de las bases del PLC en la zona rural, las que se están apoyando la candidatura de Fabio Gadea Mantilla, el candidato propuesto por Eduardo Montealegre.
Y para rematar, el maquiavelismo político del FSLN no tiene límites: han resucitado al Partido Conservador, devolviéndole la personalidad jurídica, es decir, con reales posibilidades de participar en las elecciones. Al frente del Partido Conservador se encuentra Alfredo Cesar, ex sandinista, ex dirigente de la contra, un político sin escrúpulos que se conforma con abrir espacios políticos, aprovechando las contradicciones de Alemán con el FSLN. A su vez, el sandinismo amenaza al PLC con apoyar y potenciar al Partido Conservador. En estas condiciones, aquejado por el lado del liberalismo por la corriente de Eduardo Montealegre, y por el lado externo por el Partido Conservador, las posibilidades de maniobras de Alemán son muy restringidas
¿Se bajará del caballo?
Arnoldo Alemán siempre ha llamado a sus competidores a “bajarse del caballo”, es decir, a renunciar a sus pretensiones y a apoyarlo en su candidatura presidencial. En respuesta, sus competidores han dicho que antes de la inscripción de los candidatos presidenciales, el próximo 28 de febrero, de conformidad con el calendario electoral, Alemán terminará bajándose del caballo y sumándose a la fórmula presidencial de Fabio Gadea Mantilla.
En este estira y encoge, de declaraciones en un sentido pero también en sentido contrario, el ciudadano común y corriente termina mareado, detestando a los políticos marrulleros. Pero el análisis de la realidad, que hemos detallado con anterioridad, nos indica que, por el momento, es poco probable que Arnoldo Alemán se “baje del caballo” y renuncie a la aspiración de correr como candidato a la presidencia, no para ganar las elecciones, sino para renegociar sus cuotas de poder.
De confirmarse este análisis, la oposición burguesa sufrirá una espantosa derrota electoral el 4 de Noviembre del 2011, Daniel Ortega será reelecto como presidente, y el FSLN consolidará un régimen político basado en un partido hegemónico, al mejor estilo del PRI mexicano.
Otra cosa puede ocurrir, si la fracción burguesa liderada por Fabio Gadea Mantilla logra convertirse en un fenómeno de masas, arrasando en las elecciones de Noviembre. Esta variante es por el momento la menos probable, pero nunca descartable.
Mientras tanto, los trabajadores, la izquierda, no tenemos candidatos ni opciones electorales debido a que el régimen antidemocrático no permite el surgimiento de opciones verdaderamente independientes.