Por Sebastián Chavarría Domínguez
La celebración de cada aniversario del triunfo de la insurrección sobre la dictadura somocista se ha convertido en una fiesta popular. El Código del Trabajo contempla que el 19 de Julio es feriado nacional con goce de salario.
Esta fiesta nacional en realidad no pertenece al FSLN sino a todo el pueblo que luchó y derramó la sangre por conquistar la libertad. Erróneamente, el 19 de julio se ha convertido en una fiesta del partido FSLN. Pero cada año que pasa observamos un retroceso de las tradiciones revolucionarias que el sandinismo jura defender.
Este recule se aprecia en el contenido de los discursos de los dirigentes sandinistas, especialmente del presidente Daniel Ortega, que es el principal dirigente alrededor del cual se aglutinan los grupos de poder sandinistas. Este retroceso en las tradiciones es un reflejo directo del retroceso que se produjo con el colapso de la revolución en 1990.
Desde entonces, no paramos de retroceder en todos los campos. Se ha producido una restauración de los viejos valores del somocismo, pero dentro del cuerpo del sandinismo. Esta afirmación puede parecer una exageración pero en realidad no lo es. Si en algo se puede apreciar el retroceso de las tradiciones revolucionarias, es en los actos y discursos del 19 de Julio. Ya no se ataca al imperialismo norteamericano, ni siquiera verbalmente, ni se llama a las masas a la lucha, a la movilización. En cambio, lo que existe es una reiterada deformación de las enseñanzas de la revolución (1979-1990).
El ocaso de la vieja guardia
Como parte de la disolución de las tradiciones revolucionarias, dentro del sandinismo se opera un recambio generacional, necesario, pero controlado desde la cúpula. Se apartan a los viejos cuadros, acostumbrados a reclamar y protestar, para darle paso a la nueva generación compuesta en su mayoría por jóvenes, vestido de pulcras camisetas blancas, muy obedientes, pero que reflejan al apoliticismo actual. Contradictoriamente, dentro de esta nueva generación de jóvenes no prevalece el radicalismo de los años 70 y 80 sino el más vil oportunismo y vergonzosa obediencia, con el objetivo de obtener empleo seguro en el aparato del Estado, en un periodo de paz, cuando no se arriesga la vida.
Por eso fue extraño ver en la tarima principal a representantes de la vieja guardia de la lucha guerrillera: Doris Tijerino Haslam, Gladys Báez, y Olga Avilés (por cierto retirada del FSLN). A los Comandantes Guerrilleros Leopoldo Rivas (apartado del FSLN), Raúl Venerio, Edén Pastora (un contra reconvertido) José Valdivia, Manuel Alí Rivas Vallecillo, Juan José Úbeda, Elías Noguera, Omar Cabezas, David Blanco, y Ramón Cabrales
La conversión de Daniel al cristianismo
El discurso del presidente Daniel Ortega ante decenas de miles de simpatizantes, pareció más bien el discurso de un pastor evangélico, invocando permanentemente a Jesucristo.
Según Ortega, los revolucionarios deben llegar primero a Cristo: “Para llegar a Sandino, primero llegué a Cristo. Para llegar a la Revolución Cubana, primero llegué a Cristo. Para llegar a Marx, a Lenin, a Engels, primero llegué a Cristo. Para llegar al Pueblo, primero llegué a Cristo. Ahí reside la principal Fortaleza de este Pueblo, que es profundamente Cristiano, Católico o Evangélico; Cristianos. ¿Quién más Poderoso que Cristo? Dios. Solo Dios.”
Esta inusual conversión de Daniel Ortega, convierte al cristianismo en una religión del gobierno. Este aspecto ha causado mucho malestar entre cristianos y católicos, porque los jerarcas de ambas iglesias sienten que están ante una vulgar manipulación de los valores del cristianismo.
Nueva trilogía de principios
Durante el primer gobierno sandinista (1979-1990) la dirección sandinista de aquel momento sostuvo la trilogía de principios conocida como “economía mixta, pluralismo político y no alineamiento”. A partir del 2007, cuando el FSLN recuperó el gobierno bajo el liderazgo unipersonal de Daniel Ortega y Rosario Murillo, exista una nueva trilogía de principios: el cristianismo, el socialismo y la solidaridad.
En la reforma constitucional de este año, la mayoría de diputados sandinistas introdujeron como principios de la nación nicaragüense: “los valores cristianos, los ideales socialistas, las prácticas solidarias (…)”. La nueva ideología religiosa del FSLN fue elevada a rango constitucional.
En su discurso, Daniel Ortega defendió y justificó la introducción de estos nuevos principios: “(…) Ahora, en estos Tiempos de Paz, de Reconciliación y Paz, es posible plasmar en nuestra Constitución, que los Valores del Pueblo nicaragüense son los Valores del Cristianismo (…) Nicaragua Cristiana, Socialista y Solidaria, así lo dice nuestra Constitución”.
Hablar de todo, menos de los problemas
Lo que ocurre en realidad es que mientras el gobierno sandinista forcejea con la alta jerarquía de la Iglesia Católica, por el uso de estos símbolos y valores cristianos, la nueva ideología religiosa del FSLN es una cortina de humo para ocultar la cada vez más preocupante situación económica.
Bayardo Arce, asesor económico del gobierno, ha dicho que hay una desaceleración de la economía, y que por ello deben recortar el presupuesto general de la república, porque habrá menos ingresos.
En esta ocasión Daniel Ortega en su discurso no se refirió a los avances de la lucha contra la pobreza, a los logros de la política de asistencia social del gobierno, sino que las largas letanías de contenido religioso sirvieron para esquivar los grandes problemas que afligen a los trabajadores y las masas populares, como es la terrible carestía de la vida.
Superstición revolucionaria
Ante el discurso lleno de palabras, pero vacío de contenido revolucionario, Daniel Ortega ha recurrido a la superstición revolucionaria, un concepto nuevo: “Fíjense, como que hay un número mágico allí, 59, 79, 99; cada 20 años una Revolución en nuestra América”. Los ciclos revolucionarios están ligados al número 9 y al periodo de cada 20 años. Pero en esta afirmación hay una gran falsedad histórica. Las revoluciones cubana y nicaragüense son similares en la medida que fueron procesos insurreccionales, con guerrillas de masas, que destruyeron al Estado burgués, una enseñanza que no fue rescatada por Daniel Ortega en su discurso. Pero el triunfo electoral de Hugo Chávez en 1999 en Venezuela, es un proceso de naturaleza completamente distinta a los procesos insurreccionales armados de las masas.
Pasarela de invitados
Como ya es costumbre, tanto Daniel Ortega como Rosario Murillo han impuesto la tradición de convertir los actos anteriormente solemnes de celebración del 19 de Julio, en una especie de tertulia familiar ante las decenas de miles de personas que viajan desde todos los rincones del país, para celebrar el triunfo de la insurrección sobre la dictadura de Somoza.
Entonces, periódicamente, Daniel o la “compañera Rosario” interrumpen una parte del discurso para presentar algunos de los más prominentes invitados que están en la tarima principal.
Vinieron muy pocos invitados de organizaciones revolucionarias o de izquierda. Estaba la infaltable “Eminencia Reverendísima”, el Cardenal Miguel Obando y Bravo, antiguo acérrimo enemigo del sandinismo, convertido ahora en un fiel colaborador y apologeta del gobierno sandinista. Estaban los presidentes de Venezuela y El Salvador, Nicolás Maduro y Salvador Sánchez Cerén, respectivamente.
Como una llamativa excrecencia, también estaba en la tarima principal, nada más y nada menos que el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, principal dirigente del derechista y oligárquico Partido Nacional (PN). Daniel Ortega fue excesivamente cariñoso con Juan Orlando Hernández, al grado de afirmar: “Presidente de Honduras, cuánto le agradecemos su presencia en este Acto, y cuánto la valoramos, porque usted es un Ejemplo de Dignidad, de Valentía, de Independencia, de Soberanía... ¡Que Viva el Presidente Juan Orlando Hernández!”.
¡Dios mío! ¿Si Juan Orlando Hernández es un ejemplo de “dignidad, valentía, independencia y soberanía” entonces quienes son los vendepatrias y abyectos aliados del imperialismo en la región?
Incluso, fueron más altisonantes los elogios para Juan Orlando Hernández, quien aplica salvajes planes de ajuste contra las masas de Honduras, por órdenes del FMI, que la escasa mención al expresidente Manuel Zelaya, quien estaba entre los invitados de tercera categoría.
Elogios al proceso de Esquipulas II
En una parte de su discurso, Daniel Ortega se refirió al proceso de negociación de Esquipulas II, en el año 1987, el cual fue impulsado por el entonces presidente de Guatemala, Vinicio Cerezo, quien estaba entre los invitados especiales.
“(…) fue el Presidente Vinicio Cerezo el que tuvo la entereza, el valor de invitarnos a pesar de las amenazas de los yanquis (…) Y Vinicio nos invitó y llegamos a Esquipulas, al Convento de Esquipulas (…) y después de tanto esfuerzo que había habido en el Campo Internacional, por primera vez en el año siguiente, en Ciudad Guatemala firmamos los Presidentes Centroamericanos los Acuerdos para la Paz en Centroamérica”
Una vez más, Daniel Ortega presenta como victoria la más terrible derrota que ha sufrido el pueblo de Nicaragua, como fue el proceso de negociación política del año 1987, que fue el inicio del fin de la revolución.
El imperialismo norteamericano montó el ejército contra como un mecanismo de presión para desangrar a las masas, para cansarlas y llevarlas en esas condiciones desventajosas a la mesa de negociación. Esquipulas II inicio un periodo de reacción democrática en Centroamérica, que termino con la victoria de la derechista UNO en 1990, la rendición de las guerrillas del FMLN en 1992 y la URNG en 1992-1996.
Para recuperar las tradiciones revolucionarias, lo primero que debemos hacer es decir la verdad y no mentir ni engañar al pueblo. Sería el comienzo de un nuevo despertar.