Por Olmedo Beluche
El gobierno de la “Alianza”, pretende emular a los antiguos emperadores romanos quienes, para sosegar al pueblo, le daban “pan y circo”. Pero el Nerón istmeño no da pan (porque se lo comen los ministros y sus empresarios amigos) sólo ofrece “circo”, o dicho en términos modernos, “show”. Cada semana uno distinto. Y el “circo-show” de estos días ha sido la supuesta “crisis” entre los “oficialistas” por el tema de la “segunda vuelta electoral”.
Los medios de comunicación han gastado “espacio” en cantidad en puro bochinche: que si “arenita”, que “el búfalo”, que el “pitufo”; que si hubo un cuadrilátero en el Palacio de las Garzas de todos contra todos. Pura baba para lograr un efecto: que en un tema tan importante como la reforma del sistema político se concentren las mentes en algo secundario como la “segunda vuelta” o “ballotage” (que suena más lindo en francés).
Lo hemos dicho desde el Partido Alternativa Popular (PAP) mil veces: el verdadero problema del sistema político panameño es que está secuestrado por un puñado de político y sus partidos oligárquicos (“partitocracia”, como dicen los “indignados” en España) que responden a una élite económica que ha prostituido nuestra democracia hasta convertirla en una plutocracia pura y dura.
Toda la ciudadanía sabe (o debiera saber) que en Panamá el Código Electoral contiene una serie de obstáculos para impedir el surgimiento de nuevas propuestas políticas. Empezando por la cantidad exagerada de adherentes (4% del padrón), la más alta de América Latina. En un sistema donde los actuales partidos consiguen las firmas mediante “regalos” (compra), amenazas y promesas.
El derecho constitucional a la libre organización política está conculcado en Panamá para garantizar que gobiernen “los políticos de siempre” (incluido Martinelli, Varela y el PRD). Donde las propuestas electorales se miden por la plata (no siempre legal) que poseen los candidatos. Donde un candidato a diputado o alcalde debe contar con 200 mil balboas, sólo para postularse y, donde los candidatos presidenciales (cada vez hay menos) se gastaron en 2009, por lo menos 30 millones de dólares en sus campañas.
Con esas reglas del juego (fuente de la corrupción imperante) no hay manera que ningún grupo de ciudadanos provenientes de otros estratos sociales (obreros, intelectuales, capas medias) pueda pensar si quiera en proponerle al país una alternativa. O rompemos este sistema electoral corrupto, o estamos condenados a ver el circo desde las gradas como se atragantan con el pan, para ellos y su corte de aduladores, los emperadores criollos cuya consanguinidad se basa en el dinero, aunque cambien el color de sus “partidos”.
El movimiento obrero, si quiere salarios justos, precios bajos, empleos estables, libertad sindical, debe saber que hay que sacar a los mercaderes del templo, y para eso se necesita cambiar el Código Electoral. El movimiento indígena que lucha contra la minería y los embalses debe pronunciarse exigiendo una verdadera reforma del sistema electoral. Los docentes y estudiantes que defienden la educación pública, sepan que el enemigo se ha atrincherado en el poder y para sacarlo hay que atacar ahí donde está agazapado.