Por Olmedo Beluche
Para empezar, dos afirmaciones axiomáticas sobre el 9 de Enero de 1964, que sin embargo se las pasa por alto constantemente: uno, ese día hubo una verdadera revolución popular antiimperialista en Panamá y, dos, fue nuestra verdadera gesta por la independencia nacional del siglo XX.
El 9 de Enero no fue una protesta más en la larga lista de movilizaciones populares panameñas contra la presencia norteamericana. Por su masividad, combatividad y heroísmo popular fue una revolución, en todo el sentido legítimo de la palabra, y constituyó un verdadero salto adelante hacia la independencia nacional del tutelaje colonial. Fue un acontecimiento a partir del cual hubo un antes y un después. Por eso fue una revolución popular antiimperialista y descolonizadora.
Si comparamos el 9 de Enero con el 3 de Noviembre de 1903, fecha que la oligarquía gobernante nos ha presentado como el día de la independencia, vemos las diferencias que resaltan con claridad y desenmascaran aquella conspiración de una élite con intereses foráneos por la que imperialismo yanqui nos separó de Colombia, no para hacernos libres y soberanos, sino para apropiarse del territorio, el canal y convertirnos en protectorado.
Mientras el 3 de Noviembre de 1903 se fraguó un acuerdo entre un puñadito de oligarcas panameños, los accionistas de una compañía francesa tramposa, grandes capitalistas de Wall Street y el gobierno imperialista de Teodoro Roosevelt; el 9 de Enero fue un acontecimiento espontáneo en que el pueblo panameño, compuesto en su mayoría por obreros asalariados y sus hijos, la vanguardia estudiantil forjada en la FEP, acudió en masa cuando se enteró de la afrenta a la bandera y a los institutores.
Mientras el 3 de Noviembre se impuso la fuerza militar norteamericana con una invasión de al menos 10 acorazados y miles de marines; el 9 de Enero, el pueblo panameño, pese a la falta de armas, puso el pecho a la metralla derrotando moralmente a la fuerza de ocupación.
Mientras el 3 de Noviembre el pueblo panameño fue un espectador pasivo de unos hechos que dirigían otros desde las élites; el 9 de Enero entre 40 y 60 mil personas rodearon la Presidencia dela República exigiendo armas al gobierno, el cual, para no entregarlas, se vio obligado a romper relaciones diplomáticas con Estados Unidos, algo impensable para un oligarca como Roberto Chiari.
Mientras el 3 de Noviembre no es más que una burda intervención militar extranjera para convertirnos en colonia, que los libros de texto y la propaganda han tratado de ocultar; el 9 de Enero es un acto refulgente de soberanía popular.
Mientras el 3 de Noviembre ha tenido que ser cubierto con un manto de falacias históricas, para hacer parecer a nuestros ancestros como anticolombianos y a Colombia como un supuesto imperio explotador; el 9 de Enero es fruto de la diáfana lucha generacional contra las consecuencias del 3 de noviembre, el Tratado Hay Bunau Varilla, las bases militares y la Zona del Canal. Lucha que pasó por gestas como el Movimiento Inquilinario de 1925, el Movimiento Antibases de 1947, la Siembre de Banderas y la Operación Soberanía en los años 50.
Mientras el 3 de Noviembre nos heredó falsos héroes pintados de próceres que vivieron la comodidad de ser los dueños del país y murieron en sus camas; el 9 de Enero lo parió la heroicidad de todo un pueblo que no temió morir, que entregó la vida de una veintena de los suyos, que sacrificó los cuerpos de más de 500 heridos capitaneados por jóvenes valientes, algunos que cayeron al fragor de la lucha, como Ascanio Arosemena; otros que fueron asesinados posteriormente como Juan Navas y Floyd Britton.
Mientras el 3 de Noviembre nos enajenó la soberanía y los beneficios de nuestro principal recurso, con el Tratado Hay Bunau Varilla, que se firmó no por casualidad 15 días después; el 9 de Enero creo las condiciones para que Estados Unidos aceptaran sentarse a negociar un nuevo tratado que derogara la perpetuidad, las bases militares y traspasara la administración del canal a nuestra república.
Mientras los apologistas del 3 de Noviembre procuran infundir un seudo nacionalismo plagado de chauvinismo y anticolombianismo y exaltación por la intervención norteamericana que “nos salvó” (dicen); el 9 de Enero es producto de un acendrado antiimperialismo de rasgos bolivarianos fraguado en la conciencia de nuestros obreros y estudiantes por acontecimientos como el golpe de estado contra Jacobo Arbenz, fraguado por la United Fruit, el golpe contra Perón dirigido por el embajador norteamericano y la gloriosa Revolución Cubana.
Mientras el 3 de Noviembre produjo instituciones débiles y corruptas controladas por una docena de familias; el 9 de Enero produjo el atisbo de lo que será la democracia obrera y popular, cuando decenas de miles se autoorganizaron en los llamados Comités de Defensa de la Soberanía, unos para llevar heridos al hospital, otros para donar sangre, otros para buscar armas, otros para combatir.
Mientras el 3 de Noviembre dio por fruto un país pauperizado a partir de 1914, cuando se inauguró el canal, con una zona con la que no se podía comerciar y una anualidad tan ridícula que los gobiernos con algo de dignidad la rechazaron; el fruto del 9 de Enero es un país con un canal y unas áreas revertidas que han catapultado el crecimiento económico y aportado decenas de miles de millones al fisco. Si no aporta más y si está administrado el canal por una élite oligárquica, es producto de otro acontecimiento que no analizaremos aquí: la invasión del 20 de Diciembre de 1989, a la que le debeos esta pseudodemocracia corrupta, estos planes económicos neoliberales y los acuerdos de seguridad que violan la soberanía.
En esta conmemoración de la Gesta Heroica del 9 de Enero de 1964, miramos hacia ella no en actitud de mera contemplación, sino para comprender, aprender y actuar conforme a los principios, la determinación y el valor que movió a nuestros verdaderos próceres: los Mártires del 9 de Enero.
Con ellos y su ejemplo, seguimos luchando por soberanía, por independencia, por democracia y sobre todo firmes con el grito de guerra: ¡BASES NO!