Por Leonardo Ixim

El pasado dos de octubre se realizó el plebiscito que rechazó los Acuerdos de Paz alcanzados entre el Estado colombiano, el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla más antigua del continente, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP). El sorpresivo triunfo del No, nos obliga a reflexionar.

Después de cuatro años de negociación entre los guerrilleros y el Estado, la ceremonia de firma de la paz, se realizó en La Habana Cuba, el 26 de septiembre pasado. Este proceso de paz tuvo el visto bueno de los principales centros imperialistas como Estados Unidos, la Unión Europea, el respaldo de Rusia, China y la participación como garantes de los acuerdos de la ONU y la OEA; era también la apuesta de los principales núcleos de la oligarquía colombiana con Santos a la cabeza, así como de la administración Obama; el resultado ha producido todo un terremoto político.

La mayoría de las encuestas mostraban que el Si iba a salir triunfante, sin embargo, lo que reflejó el resultado fue otra cosa. Con casi 35 millones de habitantes habilitados para votar, votaron un poco más 13 millones, de los cuales 12 millones 808 mil votaron efectivamente; mientras que los votos nulos se situaron en 170,946 y las boletas no marcadas en 86,243. El 50.21% votó por el No, mientras que el 49.78 % por el Si. El gran ganador fue el abstencionismo, la mayoría de los inscritos para votar -en un país donde el voto no es obligatorio- no acudió a votar, un 62 %; a lo cual se agregan los votos nulos, lo que muestra que la apatía producto del descontento generalizado contra el gobierno de Santos, fue lo que primó.

El Si resultó ganador en los departamentos donde se registran operaciones militares entre los actores armados, la Región Atlántica, Pacifica, los departamentos de la selva y los llanos a excepción del Meta y Caquetá donde se realizó la última negociación con las FARC-EP en el gobierno del conservador Andrés Pastrana, en la zona de distensión del San Vicente del Caguán. El Si ganó además en las principales ciudades del país, Bogotá, Barranquilla, Cali, Cartagena, a excepción de Medellín. El No por su parte, ganó en los departamentos situados en las dos cordilleras centrales y en algunos departamentos fronterizos con Venezuela, como Norte de Santander y Arauca.

En términos políticos, el Si fue apoyado por las dos fuerzas de izquierda, el Polo Democrático Independiente, la Unidad Patriota cercana al Partido Comunista Colombiano, la centro izquierda de Alianza Verde y la alianza oficialista conformada por el Partido de la Unidad de Santos y el Partido Liberal, además de organizaciones populares, de derechos humanos y de víctimas de la guerra interna. El ex presidente Uribe, quien realizó junto a su partido el Centro Democrático la campaña por el No, sin duda ha sido quien ha capitalizado por el momento, con el respaldo del Partido Conservador.

Detrás de las estadísticas

El análisis marxista nos muestra que la realización de consultas vinculantes tan cerradas como estas, además de ser anti-democráticas reducidas a un si o a un no, en un terreno donde las burguesías y las derechas, tienen acumulada experiencia política y les es fácil el uso de medios electrónicos y de comunicación para sus fines, es una apuesta peligrosa. Asimismo, que estratégicamente les resulta contraproducente a los convocantes, como el recién caso del Brexit en Reino Unido. Pero incluso, resulta desastroso para las fuerzas de izquierda que acompañan o se decantan por tal vía, como la consulta popular en Guatemala sobre los Acuerdos de Paz en 1999 o referéndum constitucional en Costa Rica en 2007, para refrendar o rechazar el Cafta entre Estados Unidos y Centroamérica.

Pese a que el No se impuso por un estrecho margen, ya ha provocado que se realineen los factores tradicionales de poder de cara a renegociar los acuerdos. Pues como bien ha mencionado la comandancia de las Farc, la potestad soberana del Estado de firmar la paz no está en entredicho, pero sí el contenido de los acuerdos. Lo cual perfila al senador y ex presidente Álvaro Uribe, quien hábilmente mostró que no era contrario a la paz, sino a los privilegios que este grupo guerrillero lograba, capitalizando a los que votaron por el No.

Recordemos que Santos fue ministro de defensa en los gobiernos de Uribe, impulsando el Plan Colombia creado por Clinton, que con el pretexto del combate al narcotráfico, implantó una completa estrategia contrainsurgente para neutralizar el accionar militar de esta guerrilla y del Ejército de Liberación Nacional. Aparte de la expulsión de grandes cantidades de población campesina, sobre todo en las regiones del llano y la selva, en territorios aptos para la instalación de emprendimientos mineros y mega cultivos.

Son territorios donde las guerrillas han ejercido el control político y territorial, pero afectadas por los golpes militares, dos de sus principales comandantes fueron asesinados (Mono Jojoy y Cano después de la muerte del fundador Marulanda) y por el fenómeno del desplazamiento de sus bases sociales, en regiones donde se cultiva la hoja de coca. Esto fue sobre todo uno de los elementos usados para desprestigiar a esta guerrilla, al catalogarla por el Departamento de Estado, como narco-terroristas. Las Farc por su parte, ha conseguido el financiamiento para su apertrechamiento logístico, no con el contrabando de cocaína, sino con el cobro de impuestos a los narcos, junto con la defensa de campesinos cultivadores de coca.

Al llegar Santos al gobierno, rompió con Uribe, reflejo de un quiebre en el bloque burgués y la forma de tratar el fenómeno de la insurgencia armada. Santos, pese a buscar la paz con las guerrillas, sigue aplicando las brutales políticas neoliberales, que le ha ganado la movilización de estudiantes, obreros, empleados públicos, campesinos y productores rurales durante su gobierno, expresión además de la crisis económica mundial

Las FARC-EP, con los duros golpes recibidos por ejército con el respaldo militar del Comando Sur gringo, desde inicios del siglo han realizado acciones militares que afectaron a la población civil, secuestros masivos en carreteras y edificios, secuestros y asesinatos a políticos, acciones tácticas en sitios poblados, atentados con bombas; al grado que en varias comunidades indígenas, tanto el Estado como las guerrillas, son rechazadas. Desde el inicio de las negociaciones, la guerrilla ha suavizado su accionar militar, como no realizar secuestros. Varias de las regiones afectadas han sido ciudades medias situadas fuera de sus áreas de mayor influencia, de ahí el voto por el No, a la par de la propaganda uribista que pega en la pequeña burguesía de estas ciudades.

Después del plebiscito

El descontento contra un gobierno neoliberal como Santos, se muestra en menor medida en el voto por el No, pero sobre todo en el alto abstencionismo, donde las masas colombianas saben que su situación no se mejora con acuerdos en las alturas. Por supuesto que nosotros consideramos que el guerrillerismo, tal como lo aplican las FARC y el ELN, conduce a un callejón sin salida, dejando abierta la posibilidad de mayor terrorismo de Estado como los falsos positivos y aun después de una posible desmovilización. O como sucedió en los 80s, durante las primeras pláticas de paz en el gobierno de Belisario Betancur, donde los paramilitares asesinaron a más de 7 mil militantes de la Unidad Patriótica

Todo esto obliga al ELN a la cautela según pueda evolucionar la situación, pese a iniciar pláticas formales en marzo de este año; situación que se demuestra asimismo en la orden dada por la comandancia de las FARC-EP de que sus efectivos retornen a lugares seguros, pese a que por el momento el Estado y esta guerrilla, mantienen la tregua bilateral, augurando duras negociaciones con el Estado, ya con la presión del uribismo.

Se apuesta a renegociar algunos aspectos y acorralar aún más a la guerrilla, explotando el sentimiento en su contra por algunas de sus acciones, buscando eliminar aspectos como la exoneración de penas de cárcel a miembros de las FARC si confiesan haber cometido crímenes, que deja abierto a que los crímenes del Estado queden impunes, aunque se llama a implementar una Comisión de la Verdad. O el permitir que las FARC accedan al parlamento, con siete cargos sin mediar ningún proceso de elección; pese a que se busque garantizar el ejercicio de las actividades políticas y sociales, para los sectores populares.

En el aspecto agrario, está el fortalecimiento de las Zonas de Reservas Campesinas que son formas de manejo comunitario, por medio de crédito y asistencia técnica, así como el otorgamiento de nuevas tierras a campesinos que carecen de ellas, bajo la vía del mercado. Esto bajo la ilusión de convivencia con la alta concentración de la tierra destinada en buena parte a emprendimientos mineros, donde el gobierno de Santos planea acrecentar la inversión de empresas trasnacionales, para seguir bajo el modelo extractivo.

Es vital la movilización de los trabajadores y el pueblo en general, ante el repunte parcial del uribismo y sus negociaciones con Santos, el deseo de una buena parte del pueblo colombiano por desmotar esa guerra fratricida, la aplicación de medidas neoliberales por el gobierno con el respaldo de los distintos partidos de derecha y la falta de una política independiente de las distintas corrientes de izquierda, manifestada en irse de furgón de cola de Santos. Esto con el fin de confluir para impulsar una asamblea constituyente, método que, a diferencia del accionar guerrillero, requiere que las masas urbanas y del campo, estructuren sus instrumentos revolucionarios para la toma del poder.

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