Por Leonardo Ixim
El levantamiento indígena, campesino, obrero y popular que se viene registrando en Ecuador desde hace más de una semana, protagonizado por la poderosísima Confederación Nacional Indígena Ecuatoriana y el Frente Unitario de Trabajadores, que aglutina a diversas centrales sindicales, ha generado expectación y asombro a nivel de la izquierda política y de los movimientos sociales del continente.
Por un lado, el discurso de Correa, reproducido por la cadena Telesur y otros medios cercanos al denominado “socialismo del siglo xxi”, que son los Estados gobernados por fuerzas políticas nacionalistas burguesas con Venezuela a la cabeza, califican estas movilizaciones como una acción más de la estratagema del imperialismo para lograr mantener a nuestras naciones dentro de la órbita de intereses de Estados Unidos ante la competencia de los imperialismos emergentes como China y Rusia. Por supuesto que las maniobras imperialistas tratan de mover estas movilizaciones para sus intereses, teniendo a cadenas como CNN resaltando el apoyo que les dan partidos de derecha; pero quedarse con eso es reproducir la misma visión aristocrática neo colonial de que los pobres son manipulados, más allá de los intereses, claro está, de las burocracias de las organizaciones de masas.
La característica de estos gobiernos y de las fuerzas políticas pequeño burguesas que hegemonizaron las rebeliones anti neoliberales, fue aplicar una serie de políticas redistributivas, promoviendo el cumplimiento de derechos humanos sobre todo por medio de políticas asistenciales y de universalización de los servicios públicos, nacionalizando muchas empresas estratégicas en lo que respecta a los recursos naturales y de servicios, pero afectando poco las lógicas de ganancias de los grandes monopolios nacionales y transnacionales vía políticas impositivas progresivas, aunque sí promoviendo relativa mejora de los derechos sindicales. Estas lógicas redistributivas se realizaron en un marco internacional de mejoras en los precios de los commodities, pues las políticas redistributivas de estos gobiernos tuvieron como base los altos precios debido a la amplia demanda de materias primas por parte de China e India.
Con esto pudieron copar mucha de la organización popular histórica -como sindicatos y ligas campesinas- y la construida en las luchas antineoliberales, estableciendo ciertas relaciones clientelistas y fortaleciendo tendencias bonapartistas de parte de los gobiernos y por ende los Estados. La situación se caracterizó por escenarios de auge de organizaciones populares en marcos de democracia representativa y liberal, combinado con formas democráticas participativas, pero muchas veces bajo la venia de los partidos y fuerzas gobernantes.
Sin embargo, este crecimiento de los precios de las materias primas, que permitió a estos gobiernos estabilización política y económica y a la vez la recomposición del mismo Estado capitalista sin golpear el modelo dependiente, pero con una política más soberana, entra en crisis en la actualidad, cuando el crecimiento de China ha bajado y por ende la demanda de productos primarios -aunque el de India se mantiene-. El giro de la dirección del capitalista Partido Comunista Chino es reorientar la economía hacia el mercado interno, donde se necesita importar materias primas pero en menor medida. El resultado ha sido la baja en el precio de los commodities.
El contexto ecuatoriano
Rafael Correa gobierna desde 2006 en el marco de la revolución ciudadana, por medio del partido País, que se puso a la cabeza de las demandas de esta rebelión popular contra el gobierno de Lucio Gutiérrez. Éste, por su parte, se presentó como portavoz de otra movilización denominada revolución de los forajidos, que derrocó en 2005 su antecesor; pero Gutiérrez abiertamente abrazó un programa neoliberal y fue derrocado- Correa fue ministro de economía del gobierno de Gutiérrez, cargo al que renunció.
Correa por su parte consiguió una mayoría que impulsó la creación de un nuevo paraguas constitucional -la Constitución de Montecristi-, con el apoyo de todas las expresiones de izquierda reformista, tales como el post estalinista Partido Comunista, Pachacuti ligado a Conai, el Partido Socialista Ecuatoriano, el Partido Roldista y el Movimiento Popular Democrático (MPD) ligado al maoísta Partido Comunista Marxista Leninista. En la línea de retomar un programa democrático popular avalado por las fuerzas sociales de la clase proletaria ecuatoriana.
En 2009 se reelige nuevamente con una amplia mayoría, pero ahora solo con el apoyo del Partido Comunista y del Partido Socialista. En 2010 afronta una rebelión policial que evoluciona a una intentona golpista de derecha. Se reelige por segunda vez en 2013, mostrando una tendencia de disminución en el respaldo a su partido, que se denomina continuador de la revolución ciudadana; en estas elecciones Pachacuti y el MPD forman una alianza política, logrando unos magros resultados.
En noviembre de 2014 se dan las primeras grandes movilizaciones contra las políticas extractivistas del gobierno de Correa, debido a que pese a cancelar contratos con empresas petroleras gringas, ha mantenido contratos y nuevos proyectos con empresas de origen europeo, chino y de otras naciones asiáticas, en territorios que son fuente de diversidad natural y habitados por pueblos indígenas, sobre todo en la Amazonia ecuatoriana.
En febrero de este año Correa retiró un proyecto de ley presentado al parlamento, que pretendía gravar las herencias, lo cual generó descontento en la población, sobre todo por los pequeños productores y comerciantes -que como en toda Latinoamérica son una mayoría-. Esta situación fue utilizada por la derecha y los alcaldes de Quito y Guayaquil para pedir la renuncia de Correa. Así también retiró otro proyecto de gravar las ganancias empresariales que iba junto al paquete sobre las herencias, lo cual era a todas luces progresivo.
Las actuales movilizaciones
La Conai, después de retirarle el apoyo a Correa, en muchos casos ha coqueteado con los partidos de derecha. Así, en las movilizaciones de febrero quiso sumarse, pero las federaciones locales y las comunidades cuestionaron eso. Como toda burocracia, ésta responde muchas veces a sus propios intereses, pero es susceptible a la presión de las bases. De igual forma, el FUT, que tiene mucha cercanía con el PCMLE, también tiende a la burocratización. Éstas además influyen en la Federación de Estudiantes Universitarios de Ecuador, que es abierta opositora a las políticas excluyentes en la universidad que el gobierno avala.
Al continuar las políticas extractivistas Correa maneja un discurso antiimperialista por un lado, pero por el otro le abre puertas a empresas de otras latitudes: por supuesto que no somos ingenuos y sabemos que se necesita cierto tipo de inversión, por ejemplo, que transfiera tecnología administrando la explotación de recursos naturales, afectando en lo menos posible la diversidad ambiental y cultural, promoviendo la industrialización de los bienes primarios bajo esta lógica sustentable pero con el concurso de las comunidades y los trabajadores que generan tal riqueza, no dejando que las empresas extranjeras, sean de donde sean, se lleven la mayor tajada.
Otra política neoliberal que se ha continuado es en lo que respecta al acceso a la educación pública a partir de cupos para el ingreso, o en lo que se refiere a impulsar políticas laborales de flexibilización en la administración pública y ser tolerante con la violación de derechos sindicales tanto en el Estado como en la empresa privada, además de continuar lógicas privatizadoras en las pensiones.
Algunos analistas califican al gobierno de Correa como una especie de tecnopopulismo, que a diferencia del chavismo, muchas no apela a un discurso y a una fibra emocional para con el líder, sino a la eficacia de la gestión pública, aduciendo a la lentitud de los procesos burocráticos entre otras cosas, sobre lo que a resultados respecta. Tal situación, que es un mal que aqueja la atención al usuario de los servicios estatales, ha sido usada para afectar los derechos laborales de los empleados públicos.
Muchas de las reivindicaciones retoman el enojo producido por estas políticas, tales como la ley de agua, que busca menor control comunitario para favorecer los grandes monocultivos, en contra de la eliminación de la educación bilingüe intercultural, restitución de recursos financieros en un fondo de jubilación del magisterio, rechazo al endeudamiento externo debido a las tibias políticas fiscales, reforma agraria integral ante la concentración de la tierra, restitución de puestos de trabajo, no a la eliminación del subsidio de gas y no al aumento de las tarifas eléctricas, no a una serie de políticas y decretos que promueven la flexibilización laboral y libre acceso a la educación superior.
La movilización que lleva una semana ocupando la plaza central de Quito fue masivamente apoyada por importantes sectores del interior de ese país, al sumarse comunidades y naciones indígenas y empleados públicos y en menor medida otros sectores sindicalizados. El gobierno contestó con la represión en muchas zonas del país y el arresto de líderes y participantes en las acciones. Correa trató de movilizar a sus partidarios, pero realmente su llamado tuvo poco eco. Mientras, los partidos de derecha, que lograron movilizarse a inicios del año, trataron de sumarse, pero fueron rechazados en su conjunto, aunque a lo individual algunos políticos lo hicieron. Por otra parte muchos partidarios de Correa y de la derecha en las redes sociales se dedicaron a vilipendiar las movilizaciones con apelativos racistas tales como “estos indios haraganes”.
El resultado de las elecciones locales de 2014, las movilizaciones populares de los últimos meses y la actual, debe ser una llamado de alerta para las distintas organizaciones de izquierda fuera del correísmo para lograr construir con el consentimiento de las bases de las organizaciones de masas una alternativa al gobierno pos neoliberal de Correa y evitar que la derecha logre nuevamente el poder del gobierno.