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Notas para un balance del 1 de Mayo en Centroamérica

Nuevamente la clase trabajadora ha salido a las calles, en las principales ciudades de Centroamérica, aprovechando la conmemoración del 1 de Mayo, para protestar contra los gobiernos de turno que aplican inclementes políticas neoliberales.

 

Estas políticas en las últimas dos décadas han significado una reducción de los Estados, que han cedido sus funciones vitales a las empresas transnacionales y se han apoderado de los servicios públicos de energía, salud, educación, solo para citar los más importantes.

Además, la ofensiva neoliberal ha desmantelado la industria manufacturera, debilitando a la clase obrera industrial y con ellos a los sindicatos y centrales obreras. A lo anterior debemos agregar el efecto disolvente de los tratados de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea. El resultado es una destrucción sistemática de las bases materiales de nuestros países, la bancarrota del Estado y un debilitamiento y dispersión de la clase trabajadora.

Este proceso de permanente contrarrevolución económica no es exclusivamente Centroamericano, sino que es mundial. Si volvemos a ver hacia atrás, hacia el pasado inmediato, podemos darnos cuenta del daño que esta ofensiva neoliberal ha causado en la estructura de clases sociales, especialmente sobre la clase trabajadora y la clase media.

En este año 2013 registramos un descenso abrupto de la participación de los trabajadores industriales en las marchas del 1 de Mayo, lo que es realmente alarmante. En todos los países de Centroamérica, el sector de vanguardia de los trabajadores siguen siendo los empleados públicos. Son los que se mantienen luchando, resistiendo los embates, enfrentando al mismo gran empleador que disuelve paulatinamente las funciones elementales del Estado.

Pero, incluso, también notamos un debilitamiento de la lucha de empleados públicos, debido probablemente a los efectos nocivos de la crisis capitalista mundial que hace que muchos teman por su fuente de trabajo. Solamente los sectores de salud y educación, y eso que con ritmos desiguales en cada país (En Honduras, por ejemplo, el magisterio ha sufrido una grave derrota) se mantienen en pie de lucha.

Los grandes ausentes de la escena política y de las marchas del 1 de Mayo, en los últimos años, han sido los trabajadores de la industria, de la poca que queda en pie. Esta industria está en un 99% en manos de las transnacionales y sus socios locales. Los niveles de organización sindical en las empresas privadas se han reducido casi a cero. La patronal mantiene un régimen de pánico dentro de sus empresas. Esta situación es casi generalizada en Centroamérica.

Y la clase obrera de las maquilas, sometida a una brutal explotación del esclavismo industrial del siglo XXI, ese gigante dormido y aprisionado, tampoco participa en las marchas del 1 de Mayo, porque está sometido al terror de las transnacionales.

A pesar del efecto devastador de la ofensiva neoliberal, la clase obrera industrial no ha desaparecido, existe, son centenares de miles de obreros y obreras, pero han sido enmudecidos por los capitalistas. Esa clase obrera esta adormilada, aprisionada, en estado de letargo.

Por ello es que las marchas obreras del 1 de mayo se han debilitado y se han transformado en tribunas del descontento de los distintos sectores populares que son lanzados por la crisis del capitalismo al abismo de la informalidad, precariedad y marginalidad social.

El problema central de la revolución en Centroamérica es que esa clase trabajadora industrial asuma el rol de vanguardia y en conjunto con los empleados públicos que luchan, acaudillen a los sectores populares e indígenas que luchan contra la minería, contra el saqueo de los recursos naturales, o que luchan para no ser desalojados del puesto de venta informal. Ese es el gran desafio.

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