Historia


Por Oliverio Mejía

Las autoridades de la República Popular China y del Partido Comunista Chino (PCCH), acaban conmemorar con bombos y platillos el centenario de este último, bajo el manto de que este es continuador de las ideas marxistas con que se fundó y que la sociedad y el Estado chino avanzan al socialismo, pero con características chinas.

Estas características son las asumidas por el PCCH en las décadas de los setenta del siglo pasado, cuando que China fue girando hacia el capitalismo primero, para posteriormente disputar con las potencias occidentales y Japón la hegemonía imperialista. Este articulo tendrá varias partes en ese sentido.

Los primeros años

El PCCH, inspirado en la revolución rusa de 1917, fue oficialmente fundado el primero de julio de 1921, realizando su primer congreso el 23 de julio con tan solo 19 participantes, con la clara misión de derrocar al capitalismo e instaurar la dictadura del proletariado.

La fundación del partido se realizó tras lo que se conoce como el Movimiento del Cuatro de Mayo, el cual fue una movilización popular iniciada por estudiantes e impulsada en primer lugar por intelectuales, en las principales ciudades, contra los efectos del Tratado de Versalles sobre China, el cual puso fin a la Primera Guerra Mundial.

Sin embargo, es importante mencionar el contexto histórico. En 1911 una revolución democrática antimonárquica derrocaba a la dinastía Quin y al último emperador, un menor de edad conocido como Puyi, de una monarquía de más de dos mil años. Esta revolución la dirigió el Partido Nacionalista (Kuomintang o KMT), dirigido por Sun Yat-sen. Sin embargo, como es sabido, la grandeza de China había decaído a lo largo del siglo XIX, ante la continua agresión de las potencias colonialistas europeas, las cuales fueron penetrando económica y territorialmente China.

A lo largo del siglo XIX la penetración provocó las dos guerras del Opio (1842 y 1860) con el Imperio Británico y la usurpación de varios puertos por distintas potencias. Esto generó una serie de protestas nacionalistas y nativistas como la Taiping, Nan, y la de los musulmanes de Yunnan, entre otras.

El Movimiento del Cuatro de Mayo, fue una reacción a los efectos de la Gran Guerra, donde China participó en el bando aliado y buscaba obtener garantías de su integridad territorial, pero contrariamente, fue Japón el que obtuvo un reconocimiento a sus pretensiones imperiales. Este se consolidaba como potencia y se le reconoció la ocupación de la península de Corea desde 1910, la ocupación de la provincia de Shandong (la cual estuvo ocupada por la Rusia Zarista y tras el triunfo bolchevique retorno a China), así como la amenaza a la integridad territorial China; Japón ya había ocupado la península de Liaodong cerca de la frontera con Corea y en 1931 ocupó la región de Manchuria.

Sin embargo, el Cuatro de Mayo era también un cuestionamiento al mantenimiento de las viejas tradiciones de la era monárquica y sobre todo a la hegemonía del confucianismo, sistema ideológico conservador, así como al budismo y al taoísmo por su excesivo contemplacionismo, el cual aísla a las masas de los problemas sociales. De ahí la crítica cultural y artística hacia estos sistemas filosóficos, abrazando elementos de la modernidad occidental, pero bajo una óptica nacionalista china.

En ese marco se funda el PCCH, heredero de esa modernidad, pero con las características de representar la  ideología del proletariado. Este primer congreso eligió a Chen Duxio y Li Dazhao, que había sido influenciados por el anarquismo al inicio, como primeros secretarios generales. Chen Duxio fue crítico a la alianza con la burguesía y el Kuomintang, así como al giro campesinista bajo la influencia de Mao Tse Tung, compartió con Trotsky la importancia del proletariado para la revolución y fue purgado por Mao.

Sin embargo, la revolución de 1911 género que el papel del Estado se fragmentara y se atomizó el poder político en diversos centros territoriales, creando en estos una serie de señoríos militares dirigidos por caudillos locales muchos de ellos de origen terrateniente. Las principales actividades de estos nuevos señores eran la exacción de riquezas, el reclutamiento militar, las negociaciones con aliados de distintas potencias y una violenta guerra civil larvada o abierta entre ellos.

A esto se sumaba la situación de las principales ciudades costeras, sometidas a las potencias coloniales por tratados con ellas, donde se encontraba las bases y los cuadros del KMT y del PCCH con fuerte influencia en los sindicatos. Los comunistas fundaron la Unión General de Trabajadores, aunque hasta en 1925 obtuvieron hegemonía en ellos sobre el anarco-sindicalismo, que había sido dominante.

La revolución de 1925-1927

Con el triunfo de la revolución bolchevique, la creación de la URSS y la III Internacional, se hizo el llamado a los pueblos neo-coloniales de África y Asia a su liberación anti-imperialista y a la realización de la revolución socialista como eslabón de la revolución internacional en las llamadas Tesis de Oriente. Pero ya en 1923, la facción dirigida por Stalin y Bujarin, fue copando la Internacional, orientando a los partidos comunistas del mundo neo-colonial a realizar alianzas con sectores “democráticos” de las burguesías nacionales en sus luchas de liberación, lo que fue un retroceso hacia el menchivismo, que se había caracterizado por buscar alianzas con la burguesía liberal rusa.

En China esto se materializó en la disolución del PCCH al interior del KMT. Existió mucho debate acerca de esto, los mismos Duxio y Dazhao eran abiertos a esta posibilidad, sin embargo, al interior del partido nacionalista, con la muerte del doctor Yat-sen y la asunción de Chiang Kai-Shek, claramente reaccionario y abierto representante de la burguesía, el ingreso al Koumintang dejaba de ser un horizonte válido para el PCCH. Pese a eso, la Internacional orientó en ese sentido, cortando las posibilidades de que éste tuviera una política de independencia del proletariado con respecto a la burguesía

En 1925 estallaron revueltas en los barrios obreros de Shanghai, Hong Kong y en Cantón tras el asesinato de un obrero por la policía municipal inglesa en la primera ciudad, ocupada por Reino Unido. Eso hizo que explotara la chispa y en esta ciudad y otras, se fueran generalizando las movilizaciones, donde elementos desatacados del PCCH participaron, pese a las directrices del estalinismo de abstenerse.

Lo que emergía en esta revolución fue la fuerza de la clase obrera china pequeña en número, pero cuya acción afectó los procesos de acumulación capitalista de la burguesía local y de las potencias imperialistas. Sin embargo, el KMT boicoteó el accionar revolucionario comunista, ocultándoles armas en el momento en que Shanghái desarrollaba una insurrección, Cantón había armado una comuna y los obreros en las huelgas de Hong Kong se habían convertido en un poder. Ante toda esta situación, la directriz de Stalin en la Internacional fue mantenerse en el KMT y no intervenir en las luchas sociales y obreras que se realizaban.

El año 25 y el 26 fueron de tremendas luchas en las principales ciudades chinas, lo cual generaba temor en las potencias imperialistas; en esa situación el KMT, que mantenía una guerra contra los señores de la guerra en el norte de China, apoyados por el PCCH, decide ponerles fin a las ocupaciones obreras de Cantón, Shanghái y Hong Kong. Así, por órdenes de Chiang Kai-Shek se realiza la masacre de 1927 contra este doble poder obrero, asesinando a muchos militantes comunistas.

Los sobrevivientes comunistas tendrán que salir hacia las regiones rurales, donde una nueva dirección comandada por Mao Tse Tung asumirá el PCCH, la cual mantiene las conexiones y las orientaciones reformistas del estalinismo, pero asumirá sus propias líneas políticas en base a la situación del campesinado chino, el cual era la gran mayoría en ese país.

Por su parte, Chen y otros fundadores forman la Oposición de Izquierda China, que se acerca al trotskismo; estos son expulsados del partido por la nueva dirección maoísta, como se dijo, en 1929. La Oposición consideraba, que era central la unidad entre el proletariado, el campesinado y con la pequeña burguesía rural; la revolución del 25 había mostrado la fuerza de la clase obrera, pero la ubicación de las ciudades, las cuales debido a la penetración colonial estaban de espalda hacia el interior en forma de enclaves, obligaba, debido a su importancia, al involucramiento del campesinado bajo la influencia obrera. Esto porque según Chen, “el nivel cultural de los campesinos es bajo, sus fuerzas están dispersas y están inclinados al conservadurismo (...) implicando lentos procesos de socialización”.

Es decir, romper esta atomización en base a socializar las formas de producción agraria, implica no colectivizar de un solo la propiedad rural, sino avanzar paulatinamente, como bien lo planteó Lenin, por medio de una reforma agraria democrática como sucedió en la Rusia post-zarista.

Con el asesinato de la vanguardia obrera y de muchos militantes del Partido Comunista Chino (PCCH) por parte de la dirección del Kuomintang (KMT), Chiang Kai-shek también ajustó cuentas con el ala izquierda de su partido, el cual venía fortaleciéndose por las campañas al norte y al sur contra los señores de la guerra. Chiang ordenó el cierre de la Unión General de Trabajadores controlada por el PCCH.

Los intentos de sovietización

En tanto, el PCCH, golpeado por estas acciones, ordenó una ofensiva sobre Shanghái, Nanchang, Guangzhou, Hunan y otras ciudades, lanzando una insurrección con poco apoyo de la clase trabajadora, a estas alturas desmoralizada por la represión del KMT, pero que, sin embargo, logró conquistar posiciones estratégicas y declaró comunas y soviets en distintas ciudades.

En las provincias rurales, se generan una serie de levantamientos contra los terratenientes, conocidos como la Insurrección de la Cosecha de Otoño, en las provincias de Kiangsi y Hunan, los cuales no tienen éxito; sin embargo, en ciudades como Linfeng y Haifeng, se afianza la base del PCCH y logra celebrarse el Primer Congreso de Soviets, creando un gobierno soviético conformado por representantes de las provincias de Nanchang, Changsha, Shantou y Cantón. Mientras tanto, el KMT se desgastaba en batallas contra los señores de guerra restantes, en la llamada Guerra de las Planicies.

Pese a la derrota de estos intentos insurreccionales, instigados por la orientación estalinista del giro ultraizquierdista de finales de los años veinte, el PCCH resistió y estableció el denominado Soviet de Jiangxi y Fujian al sur de China, de 1931 a 1933. Se conformó una república reconocida por la URSS, que expropió a algunos terratenientes, creándose además el Ejército Rojo; y es en ese momento donde empieza a despuntar la figura de Mao Zedong, aunque la dirección del PCCH estuviera controlada por los denominados 28 militantes dirigidos por Wang Ming y Bo Gu, en su mayoría cuadros formados por Moscú y más cercanos a Stalin.

El gobierno de la China Nacionalista, cuya capital se encontraba en Nankín, una vez derrotados los señores de la guerra y unido con algunos de éstos, lanzó cinco campañas militares entre el año 31 y el 33 contra el PCCH, cuatro derrotadas por el Ejército Rojo, sobresaliendo la capacidad militar de Mao. Sin embargo, en la quinta campaña Chang Kai-Shek, con asesoría militar alemana, logra desalojar a los comunistas de la provincia Jiangxi, iniciando lo que se llama la Larga Marcha.

Esta fue una gran huida hacia el norte, ante el cerco militar nacionalista, logrando establecerse en la ciudad de Yan´anuna, región más inhóspita y con menor población. Durante ese momento, la dirigencia histórica del PCCH es purgada por elementos estalinistas; Chen se adhiere a la Oposición de Izquierda y es perseguido. Esta república soviética, pese a su resistencia por tres años, es débil, debido a que estaba de espaldas a los núcleos urbanos, donde el PCCH prácticamente no tenía bases.

En 1935 se produce la Reunión de Zunyi en plena Larga Marcha. Mao había sido apartado de los cargos de dirección que fue asumiendo desde 1931, al grado de ser arrestado, pero por presión del  Comintern, este asume nuevamente un cargo en el Comité Central, aunque sería hasta 1945 cuando logra el control total.

La política impulsada por Mao era una táctica esencialmente defensiva, válida y ajustada a las circunstancias, tras la masacre de obreros de Shanghái y Cantón, ya que los sobrevivientes no tuvieron otra alternativa que huir hacia las zonas rurales donde había millones de campesinos pobres. Ahí comenzaron a reconstruir el Partido Comunista y a construir una organización armada.

Excluida y perseguida la tendencia Chen y su orientación proletaria y socialista, predominaba en el partido una tendencia menchevique (la de los 28 militantes), que defendía la tesis estalinista de las dos etapas de la revolución -la burguesa y la socialista- y la de Mao. Éste, pese a no diferenciarse abismalmente de los estalinistas, consideraba que el Frente Único Antiimperialista era posible con el KMT -recordemos que Japón había invadido Manchuria desde 1931- pero manteniendo la absoluta independencia organizativa del PCCH.

El giro campesinista

El sentimiento antiimperialista por medio de la lucha de liberación nacional ante la invasión japonesa, más la experiencia en la República Soviética de haber realizado una reforma agraria parcial y la creación del Ejército Rojo, junto al impacto de la Larga Marcha, visualizó al campesinado como la fuerza motriz estratégica de la revolución, lo cual era entendible en la estructura social china, pero a costa de relegar de tal ubicación al proletariado.

Esto tendrá consecuencias importantes en la burocratización del partido, en la naturaleza de la revolución china que anotaremos un poco más adelante. En ese momento, Mao hizo de la necesidad una virtud y transformó una táctica en una teoría y estrategia, donde la base social fue el campesinado y el método de lucha, la guerra popular prolongada.

En este sentido, la Oposición de Izquierda China, en su Informe al III Congreso de la IV Internacional, considera que el PCCH es “un partido pequeño burgués basado en el campesinado, convirtiéndose de partido obrero a partido campesino”. Esto sucedió después de la derrota de la segunda revolución, cuando se abandonó el movimiento obrero urbano y se giró enteramente hacia el campo, organizando guerrillas en las aldeas y absorbiendo a un importante número de campesinos.

De tal forma que el PCCH se vuelve un partido-ejército, donde la guerra remplaza a los métodos de la lucha política de masas y el régimen interno pasa de ser centralizado democráticamente a ser dominado por mecanismos de la disciplina militar. Esto provocó que los cuadros dirigentes -provenientes de una inteligentsia pequeño burguesa- se desclasaran, centrando su accionar en decisiones militares, aunque también relacionadas con la vida en el entorno campesino

Tal situación generó la posibilidad de movilizar masas inmensas, pero al mismo tiempo fue derivando en gestiones clientelares, sobre todo en aspectos relacionados a la producción agrícola; de tal forma que fue cobrando forma una burocracia persistente y autónoma. La otra cara de esto fue la organización de levantamientos campesinos aislados, sin lograr un levantamiento masivo, situación provocada por la naturaleza fragmentada del campo chino; esta táctica se pudo aplicar solamente en las regiones donde las fuerzas militares enemigas eran débiles.

A finales de la década de los treinta, el régimen del KMT estaba en decadencia y era odiado por las masas chinas, mostrando la bancarrota del capitalismo neocolonial. En ese contexto se realizaron una serie de huelgas obreras. La orientación del PCCH y de Mao fue que éstas esperaran el advenimiento del Ejército Rojo y su base campesina; sin embargo, los hechos se fueron precipitando debido al inicio de la guerra sino-japonesa.

La Guerra sino-japonesa (1937-1945)

Como preludio de la II Guerra Mundial, las tropas niponas que ocupaban Manchuria estableciendo allí un Estado títere de Tokio, avanzaron hacia el sur, conquistando la mayor parte del territorio chino, entrando en Nankín (realizando una masacre contra la población civil) y obligando a la República China controlada por el KMT a rendirse. El KMT traslada su capital primero a Wuhan, que también cae, y luego a Chongqing. Japón logró conquistar las principales ciudades costeras chinas, pero los comunistas se atrincheraron en la provincia de Shaanxi, creando allí el Soviet de Yenan.

Recién en 1941, con la entrada de Estados Unidos y la URSS a la segunda guerra, después de darle largas al pedido de apoyo de la República China, la cual primero cayó ante Japón, ambos países inician el apertrechamiento, tanto del bando nacionalista del KMT como del PCCH. Al final, gracias a la ayuda recibida, la resistencia del KMT, refugiado en el sur-oeste, junto a la resistencia comunista en el noroeste, obligó a Japón a consolidar a partir de 1940 las regiones ocupadas, que si bien eran las más ricas (desde el norte hacia el sur y la parte costera), pero ya no pudo desalojar a los chinos de las otras.

El PCCH, por su parte, reorganiza la resistencia anti-nipona usando la táctica de guerra de guerrillas, mientras que en el plano político se estableció con el KMT un frente unido antiimperialista. Sobre eso existe una polémica, pues si bien era válido tal frente y se encuentra en los lineamientos de las Tesis de Oriente de la III Internacional de 1922, al grado que, a diferencia de finales de los años 20, el PCCH no se disolvió dentro del KMT. La orientación maoísta fue frenar la energía campesina por la reforma agraria por medio de sus acuerdos y su política de convivencia con sectores de la burguesía, situación que cambió hasta 1947.

Nahuel Moreno calificó los Soviets de Yunnan como un Estado plebeyo popular, basado en una economía agrícola independiente del imperialismo y ligado al estalinismo, manteniendo cierta influencia de terratenientes y campesinos ricos; el PCCH, por su parte, actúo de forma bonapartista entre las masas y los conflictos con distintas clases. Las necesidades de la guerra obligaron a que se fortaleciera la producción agraria por medio de cooperativas que la hicieron incrementar, sin tocar los intereses de las clases altas agrarias, de tal forma que se fue concibiendo la nueva democracia o alianza de las cuatro clases (obreros, campesinos, pequeña burguesía y burguesía nacional), una república burguesa donde el triunfo comunista mantuviera las relaciones de propiedad capitalista.

El pueblo chino sufrió atrocidades de parte del ejército nipón, pero recién cuando Japón empezó a perder los territorios ocupados en el Pacífico a manos de Estados Unidos, desde el sur a través de Birmania, tropas estadounidenses y británicas iniciaron en 1944 una ofensiva contra los territorios chinos ocupados por Tokio. Por su parte, el ejército nacionalista y el Ejército Rojo aprovecharon para ir debilitando desde distintos flancos a Japón y en 1945, con la guerra en Europa terminada, los soviéticos invaden Manchuria para terminar de debilitar a Japón.

La tercera revolución china

Con la derrota nipona quedó una tensa calma entre el KMT y el PCCH. Recordemos que a nivel global, como parte de los acuerdos de Yalta, el imperialismo y el estalinismo se repartieron en esferas de influencia regiones del mundo y la política seguida por el segundo consistió en procurar acuerdos con fuerzas burguesas, siguiendo la línea frente-populista, pero la constante agresión gringa hizo cambiar eso en 1947.

El KMT, por su parte, traicionando acuerdos con el PCCH, no quiso conformar una Asamblea Constituyente, ni la unificación de las fuerzas armadas entre ambos ejércitos. Es después de 1947 que, ante la presión de los campesinos de los territorios ocupados, Mao ordena la realización de una reforma agraria en estas regiones y la confiscación de tierras a terratenientes y campesinos ricos.

Se generó otra guerra entre ambos bandos, que culminaría con la derrota de Chiang Kai-Shek en 1949, y su huida a la isla Taiwán. Esta tercera revolución sin duda fue una insurrección de base campesina que expropió a la burguesía rural y en este proceso el PCCH, funcionado como partido sustitucionista no obrero, involucró de forma burocrática a la clase obrera cuando ya había triunfado. Esta revolución llevó a la autodeterminación campesina, pero bajo el control del PCCH,  sin que eso significara que el campesinado tomara el poder. 

Mao consideraba que la etapa burguesa de la revolución duraría muchos años. No obstante, en menos de un año, el PCCH enfrentó la amenaza de un ataque militar del imperialismo estadounidense tras la guerra de Corea, territorio ocupado por Japón desde 1911 y que, tras la derrota de este, quedó dividido en dos, una parte ocupada por los comunistas y otra por los nacionalistas de derecha. Esto obligó a Mao a expropiar a la gran burguesía urbana, que inició un proceso de sabotaje interno.

La Guerra de Liberación Nacional y la expropiación de la burguesía llevó al movimiento revolucionario a eliminar muchos factores sociales y culturales retrógrados de la sociedad china, incluyendo la poligamia, los compromisos matrimoniales infantiles, el vendado de pies y el concubinato. El analfabetismo fue en gran medida abolido y la esperanza de vida aumentó significativamente.

Sin embargo, como en otras revoluciones llevadas a cabo por partidos comunistas burocratizados, cualquier intento independiente de organización de los obreros fue reprimido, algunos con presencia de trotskistas chinos, los cuales fueron arrestados junto a sus familias entre finales del 52 e inicios del 53. El rol del PCCh en la revolución china fue entonces, dirigir una revolución agraria auténtica, posiblemente la mayor de la historia, pero bloqueada respecto de una verdadera dinámica socialista.

Uno de los grandes logros de la revolución socialista china fue la economía planificada centralmente, la cual dio importantes frutos, como haber acabado con el hambre y con las enfermedades fruto de la pobreza crónica. Hubo avances también muy grandes en educación, la infraestructura de servicios y comunicaciones mejoró notablemente y además se inició el proceso de industrialización.

El tipo de planificación bajo métodos burocráticos y arbitrarios por la cúpula del PCCh en muchas ocasiones planteó objetivos delirantes. Así ocurrió durante el llamado Gran Salto Adelante (1958-1961), donde se impulsó la creación de un millón de “mini-acerías” en las granjas campesinas; el metal obtenido era de pésima calidad y prácticamente inservible, y otros proyectos similares, además de los efectos ambientales que provocó. De igual forma con la colectivización forzada del campo (realizada en esos mismos años según el modelo estalinista ruso de los años 30), que provocó millones de muertes por hambre.

Al interior del PCCH además se fueron generando disputas facciosas enconadas y destructivas, las cuales tomaron fuerza a partir de los fracasos del Gran Salto Adelante y el reproche de sectores del partido contra Mao. Esto obligó a éste, conocido como el “Gran Timonel”, a utilizar la fuerza de las masas que cuestionaban cierto acomodamiento de capas dirigenciales del partido, a lanzar la Revolución Cultural Proletaria (RCP) en 1966, donde Mao utilizó a estudiantes y a elementos del campesinado y del proletariado a saldar cuentas con otras facciones del partido. Pero cuando el proletariado motivado por esta movilización inició una serie de reivindicaciones, el maoísmo uso el ejército para reprimir huelgas obreras.

El maoísmo y la RCP no lograron trascender la lógica del socialismo en un solo país, al grado que tras el proceso de desestalinización en 1956 en la URSS y la asunción de un nuevo liderazgo en la burocracia soviética con Nikita Krushov, se da la ruptura con esta nación y la impugnación de la cohabitación pacífica entre esta y el imperialismo promulgada por el PCUS; situación que llevó a una serie de rupturas al interior de partidos comunistas en el mundo, de los cuales quienes se asumieron pro-Pekín, impulsaron la denominada guerra popular prolongada.

La RCP y el manejo burocrático de la planificación seguía produciendo una serie de errores lamentables que llevaron, aun en vida de Mao, a hacer recambios, los cuales primero fueron un acercamiento con el imperialismo gringo durante el gobierno de Nixon. Se llegó a acuerdos de inversión de trasnacionales gringas en China; este ingreso de capital extranjero posteriormente, tras la muerte de Mao en 1976, con el nuevo liderazgo dirigido por Deng Xiao Ping (quien había perdido su cargo en la dirección y  enviado a trabajar como obrero en el interior del país durante la RCP) impulsó el giro capitalista de China.

El centenario de la fundación del Partido Comunista Chino (PCCH), significa para la burocracia-burguesa china y para Xi Jinping como máximo líder en la estructura del partido, del Estado y del Ejército Popular Chino, fue una presentación publicitaria de las grandezas de china de cara a postularse como potencia emergente imperialista y no sobre el internacionalismo obrero socialista.

Sin embargo, tales pautas publicitarias están marcadas por el hecho de que la República Popular China, hoy la segunda economía mundial, le disputa la primacía tecnológico-industrial a Estados Unidos y las otras potencias occidentales. El modelo de capitalismo que promulga el PCCH se diferencia del capitalismo occidental por el dirigismo y la fundamental intervención del Estado; quizás en un término intermedio estarían capitalismos como el de Japón y Corea de Sur y mucho más cercano al chino está el ruso.

Sobre eso es vital volver a estudiar categorías como la de capitalismo monopolista de Estado, concepto el cual no se limita a la intervención llana del Estado, sino a la vinculación de los grandes monopolios de cada imperialismo con sus Estados respectivos, lo cual no es tema de este artículo, pero es importante señalarlo.

En China existe una complejidad, porque estos grandes monopolios nacen como producto de una revolución que con sus medidas socialistas les proporciona su independencia nacional quebrando el orden semi-colonial que las potencias occidentales le imprimieron. Esto va de la mano del hecho de que la revolución de 1949 produjo un Estado burocrático que, si bien expropió a los grandes grupos del capital, pese a los deseos de Mao de mantener ciertos elementos capitalistas, y la tónica que llevaba el partido de sustituir el papel del proletariado por el campesinado y la intelectualidad, construyó una economía estatal planificada autoritariamente. 

Sin embargo, en la actualidad el PCCH proyecta su poder internacional especialmente en el ámbito asiático, preparando la reincorporación de Taiwán y la integración territorial del Mar de la China Meridional, desafiando a la vez la hegemonía de Washington en la región de Asia-Pacífico desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

El retorno al capitalismo

Otra característica de la configuración revolucionaria de 1949 fue la perspectiva estalinista del “socialismo en un solo país”, lo cual condujo a China en un período sumamente corto a un callejón sin salida en materia económica y a su aislamiento internacional después de la ruptura sino-soviética de 1961-63. Dentro del marco de la autarquía nacional, la dirigencia maoísta fue incapaz de encontrar una solución a los problemas de China y su desarrollo, lo cual obligó, aun en época de Mao, a acercarse a Estados Unidos y a asumir una política anti-soviética calificando a la URSS como social imperialista.

Pero después del desastre de la revolución cultural, tras la muerte de Mao y el desplazamiento de la facción denominada ultra-izquierdista afín al primero, conocida como el ajuste de cuentas contra la banda de los cuatro (donde se encontraba la viuda de aquel), Deng Xiaoping asume la dirección del partido y del Estado.

Deng abrió la economía, en una alianza con las principales trasnacionales, sobre todo gringas, para convertir a China en el taller del mundo, instalando una serie de industrias aprovechando el carácter barato de la mano de obra china, controlada despóticamente por el partido y aprovechando la industrialización y tecnificación de la era de Mao. Así, se instaló una serie de zonas especiales en la costa para atraer inversiones extranjeras como parte del disloque de industria en los países desarrollados, impulsado por las políticas neoliberales en éstos, aplicando la ventaja comparativa que se ofrecía, centrándose en la exportación para el mercado internacional.

Situación similar sufrieron las comunas del campo, las cuales eran formas de propiedad comunal; las reformas pro capitalistas permitieron que se diera una apropiación privada en éstas, forzando a muchos campesinos a emigrar a las ciudades de la costa, lo cual era un factor fundamental en la lógica de ventajas comparativas que la dirigencia ofrecía a las transnacionales imperialistas. Caso especial fue la sustitución paulatina de la planificación por mecanismos del mercado, aunque, si bien se mantiene cierta autoridad estatal, está supeditado a la lógica de ganancias de los nuevos conglomerados; así, en los primeros años -por lo menos hasta finales de la década de los ochenta del siglo precedente- se mantuvo la figura de propiedad mixta entre el Estado y empresas privadas extranjeras.

La incorporación de la propiedad privada en el campo primero, y de las relaciones mercantiles en la comercialización de productos después, produjo un influjo también en las ciudades. Así, se fue privatizando empresas estatales controladas por antiguos funcionarios públicos, siempre bajo la égida de jerarcas del partido, a diferencia de lo que pasaba en Europa Oriental y la URSS. Esto provocó el rápido aumento de la desigualdad social, el saqueo y la corrupción, el aumento del desempleo y el incremento de la inflación, que condujeron a la ola nacional de protestas y huelgas de 1989, generando el ambiente de protestas que repercutieron en la masacre de Tiananmen.

La masacre de Tiananmen

Sobre la base de la restauración, la economía china crecía a tasas anuales fabulosas: en 1988, alcanzó 12%; pero en 1989 comenzó a frenarse y solo llegaría a 4%, al mismo tiempo que ese crecimiento acumulaba tensiones y desigualdades sociales cada vez mayores. Buscando “destrabar” el crecimiento capitalista, el gobierno aplicó medidas como la “liberación general de precios”, lo que generó una gran insatisfacción e inquietud social. Al mismo tiempo, nuevos sectores jóvenes urbanos más modernos, surgidos del desarrollo reciente, comenzaban a aspirar a una “apertura democrática”, influidos por sucesos que se daban en otras partes del mundo y que el imperialismo usó como su cara de presentación; apertura que el régimen del PCCH no estuvo dispuesto a dar, ni siquiera parcialmente.

Esto se tradujo en una brutal represión de las protestas por parte de Xiaoping, no solo en la plaza de Tiananmén sino en ciudades de toda China. A inicios de mayo, los estudiantes de la Universidad de Pekín lanzan un manifiesto con reivindicaciones democráticas y a ellos se suma una pequeña e incipiente federación clandestina de nuevos sindicatos independientes que, además de los reclamos generales, pide el derecho de libre asociación sindical. Se abre un proceso masivo de movilización, con epicentro en la Plaza Tiananmén, en Pekín, por la que llegan a pasar diariamente entre uno y dos millones de personas. El resultado ya es conocido.

El gran impulso de ese desarrollo capitalista se dio por las inversiones extranjeras; también permitió inversiones de burgueses de origen chino que habían huido con la revolución y se radicaron en Taiwán, Hong Kong y Singapur. De hecho, sobre todo la segunda estas, fueron fuentes de financiamiento a partir de bancos privados para la naciente burguesía china. Así se fue desarrollando como tal una burguesía profundamente asociada al PCCh y al régimen político en su conjunto, obteniendo contratos y créditos privilegiados de parte de los bancos estatales continentales.

Xiaoping ejerció el gobierno de 1975 a 1993; posteriormente asumió Jing Zemin de 1993 a 2003 y Hu Juntiao a partir de ese año hasta 2013. Lo particular de estos gobiernos fue que el ejercicio del gobierno lo compartían con otros jerarcas, quienes figuraban como primer ministro, comandante del EPL y secretarios generales del PCCH. La característica de estos gobiernos en el plano internacional no fue de confrontación con el imperialismo tradicional. Esto fue palpable a partir de la crisis de la economía mundial de 2008-2009. La relación de China con las grandes potencias se basaba fundamentalmente en la integración de las cadenas globales de valor y en la estructura de la división internacional del trabajo heredada del neoliberalismo, es decir de la dislocación de la producción industrial.

Sin embargo, después de 2013, China pasó a ser considerada como una potencia a la que había que frenar en sus saltos económico-tecnológicos, y quedó oficialmente marcada como competidora estratégica de Estados Unidos y la Unión Europea. Es así que desde ese momento asume Xi Jinping, el cual tendría la particularidad de ir concentrando en su persona los distintos cargos de gobierno, al contrario de lo que dispuso tras la muerte de Mao para evitar tal concentración de poder.

La era Xi

La crisis económica y financiera, la cual golpeó a distintos bancos de inversión imperialistas como   Lehman Brothers, también derribó la noción alimentada por la burocracia del Partido Comunista Chino, de que su crecimiento podría seguir sosteniéndose de forma estable dentro del viejo sistema industrial orientado a la exportación. Por ejemplo, en 2008 las exportaciones chinas se desplomaron drásticamente, mientras que en los años de bonanza china el crecimiento de las exportaciones era de una media del 20% anual; en 2009 las exportaciones chinas cayeron a menos de un 18 %.

De tal forma que la dirigencia del PCCH emprendió el objetivo de dejar de depender de la exportación de productos con escaso valor añadido basados en la mano de obra intensiva, e introdujo elementos de una economía avanzada que produjera alta tecnología. Eso implicó reducir las tasas de crecimiento, a partir de limitar la dependencia del mercado exterior, y un leve aumento de la capacidad de consumo del mercado interno chino, lo cual creó una cantidad de capital excedente el cual se ha usado para su despegue internacional como con la famosa nueva ruta de la seda.

De tal forma que China pasó de ser un bolsillo para la acumulación capitalista occidental a convertirse gradualmente en un competidor por el espacio de inversión mundial y el liderazgo en tecnología de punta.

Para 2014 las exportaciones volvieron a los niveles anteriores a la crisis durante los breves años de recuperación. Pero la recuperación fue efímera: en el bienio 2013-14, este crecimiento cayó al 7% anual, y al -2% entre 2015-16, y el superávit por cuenta corriente de China, que osciló entre el 8-10% entre 2008 y 2010, cayó al 2% después de 2013 (SHIH, 2019). Esto obligó al uso del colchón de reservas internacionales de China, para aplicar un plan de estímulo fiscal (o "flexibilización cuantitativa", como se conocieron las medidas similares en occidente) de 4 billones de yuanes entre 2009 y 2010.

Todas estas medidas y la necesidad de modificar el patrón de crecimiento de China, chocaron con los intereses cristalizados de segmentos de la propia burocracia, que se beneficiaban demasiado del curso de la industrialización exportadora en las provincias. La necesidad de auto preservación de la burocracia china ante la posibilidad de un malestar social en la lucha de clases con los efectos de la crisis económica, ya que en los años 2013-14 se registraron huelgas obreras récord, fortaleció al sector más decisivo de la burocracia para operar agresivamente este cambio, situación que se cristalizo con la llegado de Xi Jinping

Otra característica que encarna la situación actual de China es su relación en el sistema internacional, el cual, como reflejo de la crisis capitalista, muestra tendencias de expansionismo nacional y Jinping encarna eso. Eso se refleja en la agresividad de Estados Unidos contra el avance de China, debido a la carrera de China por cambiar el contenido de su producción, aumentando las inversiones en investigación y desarrollo de alta tecnología en ramas económicas de primera importancia, tales como semiconductores, vehículos eléctricos, comunicación espacial, robótica, entre otras; hecho que genera competencia por los espacios de inversión de capital, colocando en curso de colisión con los intereses de Estados Unidos para preservar su primacía en la tecnología mundial.

Xi Jinping un partidario declarado de Deng Xiaoping y su política de reformas pro capitalistas, defensor del capitalismo chino, quien ha patrocinado el fortalecimiento de los principales propietarios privados dentro del partido tales como Jack Ma, dueño de Alibaba, y Li Shufu, propietario de la automotriz Geely, siendo el apoyo con que descansa el control del gobierno, de la Comisión Militar Central y del secretariado general del PCCH. Las nuevas directrices que el partido encarna con Jinping a la cabeza se centran en la inversión en investigación y desarrollo, alcanzando estas a las naciones desarrolladas, de ahí el interés de sectores capitalistas de mantener la influencia en lo más alto del partido.

En el plano de la seguridad interna, China se enfrenta a distintos desafíos, por ejemplo, al constante problema del separatismo tibetano y a una insurgencia islámica en una región de Xianjiang, mayoritariamente musulmana, en torno a lo cual occidente acusa al Estado chino de violaciones a los derechos humanos. Esta situación pone la discusión en torno al autoritarismo estatal y la autodeterminación nacional. Por otro lado, está el tema de Taiwán y Hong Kong en torno a demandas democráticas y la cada vez más disponibilidad del uso del EPL para aplastar cualquier disidencia y de medidas draconianas como la Ley de Seguridad Nacional sobre el segundo territorio. En torno a esto, está la situación manipulada de occidente y cómo la represión llevó a que surgieran en el territorio mencionado manifestaciones secesionististas, que también se manifiestan en Taiwán, el cual es vital para la clase capitalista china por su importancia en la fabricación de semiconductores, por ejemplo.

Características actuales del partido

La composición actual del partido, según cifras oficiales, es la siguiente. Los trabajadores apenas componen el 7% de los miembros, y está abrumadoramente dominado por funcionarios estatales y algunos de los multimillonarios más ricos de China. Los sindicatos, controlados por el Estado, vigilan a la clase obrera y suprimen cualquier oposición de los trabajadores, los cuales pese a eso tienen una actividad huelguística importante.

La presencia de capitalistas miembros del Partido Comunista Chino ha pasado del 13% en 1993 al 35% en 2008, y forma parte de una estrategia en la que los gobiernos locales se fortalecen regionalmente incorporando al PCCh a los industriales más ricos, y en la que los empresarios se benefician al tener facilidades para acceder a créditos bancarios y licitaciones, además de obtener la prerrogativa de injerencia política en las decisiones del partido. Pero no es solo cooptación de una nueva clase capitalista, sino la incorporación de otros ligados al control estatal de importantes empresas, que se mantienen como del Estado o de funcionarios que se fueron enriqueciendo de la privatización de algunas empresas o la competencia de estas en el mercado.

Por su parte, el salario mínimo obligatorio (determinado por el gobierno central, los provinciales y los municipales) es la referencia clara de un “piso salarial” para los trabajadores y obreros chinos, y en muchos casos las empresas ni siquiera pagan las horas extras como tales. Unos años atrás, la Foxconn (que produce para la Apple y otros gigantes de la telefonía celular y la informática) fue denunciada internacionalmente por exigir a sus decenas de miles de trabajadores jornadas de 12 horas (sin descanso semanal), y por someter a muchos trabajadores migrantes a un sistema de “dormitorio interno”, donde duermen en condiciones de hacinamiento, pésima limpieza y mantenimiento.

Una de las características más detestable para la clase trabajadora y que provoca división en las filas de ésta, es el houkou. Este es un pasaporte interno requerido para trasladarse desde el interior hacia las ciudades industriales de la costa y que determina el acceso a la vivienda, la salud y la educación, transformando a esos “migrantes” en trabajadores y ciudadanos de segunda en su propio país, generando inconformidades. Por otro lado, existe mucha denuncia contra planes industriales y extractivistas en diversas regiones del interior por los efectos contaminantes, que generan pequeñas protestas rurales.

Con toda esta situación, se puede decir que China, con un Estado que funciona defendiendo la gran propiedad privada, los intereses y las ganancias de la burguesía burocrática china y hasta ahora de las trasnacionales imperialistas -aunque el conflicto con estos está por verse como desemboca-, se considera al PCCH como un partido capitalista con un régimen político monopolizado por éste y autoritario.-

 

 

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