Por Armando Sosa
Desde el mes de setiembre del año pasado, luego del asesinato de la joven kurda Masha Amini por parte de la policía de la moral conocidas como Gasht e Ershad, una fuerte ola de movilizaciones ha sacudido el país.
Estas protestas se han propagado a lo largo del territorio, logrando llegar a cerca de 20 ciudades. Esta ha sido llevada fundamentalmente por mujeres que, desafiando el precepto islamista instaurado luego de la revolución de 1979 que tumbó al régimen del odiado Sha de Irán, Mohamed Reza Palevi, según el cual las mujeres debían portar el velo.
Esta imposición se ha recrudecido con la llegada al poder del conservador Ebrahim Raisí, lo que llevó a la tenebrosa policía de la moral a acentuar los arrestos contra las mujeres que incumplían la medida.
La represión del régimen no se hizo esperar, provocando primero la muerte de decenas de personas a cargo de las fuerzas represivas, constituidas no solo por las fuerzas regulares sino también por fuerzas paramilitares constituidas por los miembros del Basich, organización creada por Jomeiní y que dependen directamente de la guardia republicana. En la actualidad según las organizaciones de los derechos humanos, las víctimas de la represión son cerca de 500, incluyendo menores. Al mismo tiempo que la represión callejera recrudece, los tribunales han ejecutado a cuatro activistas de una lista de 16. Otros más como el conocido futbolista, miembro de la selección nacional, ha sido condenado a 16 años de cárcel bajo cargos espúreos.
Las mujeres han sido la vanguardia de estas movilizaciones, a las cuales se han unido otros sectores de la población hartos de la situación económica y de la política represiva del régimen islámico.
El preámbulo
El Shah de Irán asumió el poder en 1953 luego de un golpe de estado fraguado por las potencias imperialistas, principalmente los Estados Unidos y Gran Bretaña, que vieron amenazados sus intereses. El gobierno de Mohammad Mosaddeq, elegido dos años antes, intentó nacionalizar la industria petrolera. La CIA puso en marcha el plan que puso a la cabeza a Reza Pahlavi con lo cual se inauguró una dictadura que desató una fuerte represión al interior y una colaboración de un sector de la burguesía con los intereses de los amos imperialistas y de la burocracia soviética. Esto le permitió desarrollar la industria petrolera, de la cual no solo este sector burgués se enriqueció, dejando de lado a los sectores tradicionales de la burguesía vinculada al bazar y al clero shiíta.
Sin embargo, las contradicciones entre los diferentes sectores de la burguesía afloraron o solo en este país sino en el conjunto del Medio Oriente.
La ola levantada por el nasserismo en Egipto con el pan arabismo y sus intentos de crear otra relación de fuerzas con el imperialismo llevó a una serie de hechos de la lucha de clases con diferentes resultados y bemoles.
El nasserismo tuvo como bandera la creación de la República Árabe Unida en 1958, conformada por Siria y Egipto. A pesar de los intentos de unir otros países, este proyecto fracasó. Varias intervenciones militares de los marines como la ocurrida en Libia en ese mismo año, o la guerra civil en el Líbano encabezada por la burguesía maronita, aliada del imperialismo, dieron al traste con este proyecto.
La desaparición física de Nasser en 1970 y la toma del poder de Sadat posteriormente ponen fin a esta época.
Otro aspecto, no menos importante, fue la política de colaboración de clases levantada por el partido comunista de la Unión Soviética, que se opuso a esta reivindicación nacionalista burguesa progresiva por medio de los partidos comunistas de área. Este hecho no es casual, la burocracia estalinista también incubaba dentro de sus fronteras una política de opresión a las nacionalidades árabes y el movimiento nacionalista corría el riesgo de expandirse al interior del estado obrero.
Ante todo, este mosaico de contradicciones Inter burguesas, nacionalidades oprimidas repartidas de manera artificial dentro de la camisa de fuerza de estados nacionales, el rol del régimen del Sha, garantizaba un rol de guardián del status quo imperialista. La monarquía iraní representaba también un fuerte aliado del estado sionista de Israel.
Estas contradicciones son importantes para entender luego el desarrollo de la revolución islámica en Irán.
La revolución de 1979
La revolución de 1979 fue el resultado de poderosas movilizaciones insurreccionales a lo largo y ancho del territorio. Este foco insurreccional irradia en todo el mundo árabe y persa, provocando una exacerbación de las luchas en varios países. Los palestinos incrementan sus acciones, los kurdos de igual manera en Irán e Irak así como el Frente Polisario.
Propiamente en Irán se crean organismos obreros de poder dual, los shoras asentados en las zonas petroleras.
Por otro lado, las milicias islámicas, los muyahidines se organizan para combatir al régimen dictatorial. Algo similar a lo que sucedió en Nicaragua cuando las movilizaciones insurreccionales en las ciudades fueron fundamentales para el triunfo de la revolución, al mismo tiempo que la guerrilla del FSLN combatía militarmente al ejército genocida de Somoza.
El triunfo de la revolución puso en el poder al ayatola Jomeiní que vino a jugar en el primer tiempo un rol kerenkysta. EL imperialismo quedó tambaleando al no poder manejar la crisis. El gobierno de Carter luego de su fallido intento por liberar a los rehenes de la embajada yanqui en Teherán vio erosionado su poder. Luego fue sucedido por los sucesivos gobiernos de Reagan-Bush padre que cambiaron la relación de fuerzas a nivel global con un plan de reacción combinada. Por un lado, el garrote, con las intervenciones militares directas como em desembarco de marines en Líbano o indirectas, como la guerra Irán-Irak. El gobierno de Sadam Hussein sirvió de punta de lanza para este golpe a la naciente revolución islámica a pesar de que su estatus de nación independiente del imperialismo que tenía sus intereses propios para justificar su intervención. Por otro lado, la burocracia estalinista hizo lo suyo. La invasión de Afganistán en 1979 vino a dar un golpe preventivo para evitar un escenario similar en las repúblicas soviéticas fronterizas.
En el mismo orden, la invasión sionista del Líbano y las masacres de los campos de refugiados de Sabra y Chatila tuvo como objetivo apagar los focos de insurrección en Medio oriente.
Por su lado, el nuevo gobierno islámico hizo lo suyo al aplastar a lo interno la oposición obrera, por un lado, las fuerzas kurdas y las fuerzas de combatientes de los muyahidines.
40 años de sanciones contra el régimen
Encabezados por el imperialismo yanqui, las potencias imperialistas no han escatimado las sanciones al régimen de los ayatolas.
“La historia de las sanciones contra la República Islámica de Irán es larga. Estados Unidos puso en marcha una primera serie de medidas (1979-1995) tras la toma de rehenes de su embajada en Teherán en 1979, posiciones antiamericanas y apoyo a grupos "terroristas". Luego, de 1995 a 2006, las sanciones estadounidenses también incluyeron el objetivo de impedir que Irán obtuviera acceso a armas de destrucción masiva (armas nucleares) y desarrollara sus capacidades balísticas. Luego, Estados Unidos implementó un embargo de petróleo” (cairn.info)
Todos los sectores de la economía del país han sido tocados por las sanciones. Las entradas producto de la venta de petróleo se vieron fuertemente disminuidas, siendo estas la principal fuente de ingresos. En el periodo del 2011 al 2013, estas decrecieron cerca de 4%. Según el FMI, la venta del oro negro representa el 55% de las entradas totales. (ídem)
Pero los son los trabajadores y el pueblo los principales afectados por las medidas. La inflación es enorme, sobre todo en los productos básicos, los cuales han sufrido un alza de más de 50%. Al mismo tiempo, la tasa de desempleo se ha disparado, llegando a alcanzar cerca del 23% según los datos oficiales.
A estas sanciones, se han sucedido otras por parte de la ONU y de la UE que buscan entre otras cosas, frenar la posibilidad que la República Islámica se dote del arma nuclear, arma que en esa región solo posee el estado sionista.
El régimen iraní es uno de los tantos que son independientes del imperialismo, lo que no significa por lo tanto que sean aliados de la clase trabajadora. Están enfrentados con el imperialismo porque sus intereses como burguesías son antagónicos. Por otro lado, son profundamente reaccionarios a lo interno sometiendo a la clase trabajadora y al pueblo a políticas de hambre y desempleo porque su economía sigue siendo basada en la propiedad privada de los medios de producción.
También para asegurar su sobrevivencia, buscan desarrollar zonas de influencia o pequeños nichos imperiales. La intervención de las milicias iranies en Siria por ejemplo habla en ese sentido o las milicias chiitas del Hezbolá en Líbano que también fueron desplegadas en el conflicto sirio para combatir al Estado Islámico de confesión sunita.
Las protestas del 2022-2023
Como señalamos al principio del artículo, las protestas que iniciaron en 2022 tienden a disminuir en su intensidad debido a la represión y a la política del régimen que busca soltar un poco de lastre. Al mismo tiempo que ha ejecutado y encarcelado a algunos opositores, por otro lado, ha liberado a ciertas figuras de la oposición dando la apariencia de cierta apertura con respecto a la forma de aplicar el código vestimentario.
No obstante, el régimen que lleva ya 44 años en el poder sabe bien que puede jugar con la táctica de la zanahoria y el garrote para derrotar las movilizaciones.
Desde el PSOCA estamos del lado de las masas iranies contra la política de hambre del gobierno y estamos al lado de las mujeres en su lucha por emanciparse de las restricciones patriarcales basadas en la religión.