Por Hugo Cedeño
La humanidad está cansada de tantos conflictos internacionales. Su paciencia se está agotando. Conflictos que acarrean hambres, desolación, enfermedades, desempleos y desesperanza en el proletariado mundial y en los pueblos oprimidos. Las causas estructurales tienen que ver con la crisis planetaria del capitalismo. La misma incrementa su voracidad en la lucha desesperada por sobrevivir haciendo más cruel su existencia.
Cuando hablamos de capitalismo no solo nos referimos a las grandes naciones imperialistas, también integramos a los países como China, Rusia y otras pequeñas naciones que se reivindican «soberanas e independientes» e incluso "socialistas".
Todas giran alrededor del mercado capitalista y son controlados por gobiernos que administran y sustentan el régimen burgués.
La desgracia política está en que mientras más tienda a ser justificada la posibilidad de «soluciones» intermedias al mundo burgués imperialista más se prolongan los sufrimientos del proletariado y demás explotados y oprimidos.
Estos constituyen el único sector de clase a escala nacional y mundial que vive fuertemente afectado por la voracidad capitalista.
No hay término medio por explicación que quieran dar.
Es categórico, el desastre que vive la humanidad es responsabilidad del régimen capitalista, quienes lo administran y se benefician. Si no paramos esa pendiente, seguirá arrastrando todo el planeta a la barbarie, como dijeron los clásicos del marxismo revolucionario. Aquellos que aún intentan soluciones intermedias fracasaron, siendo arrastrados al abismo cómplice de los grandes poderes económicos, políticos y militares. Otro problema se refiere a la dirección revolucionaria nacional e internacional.
El capitalismo no se hunde solo por más honda que sea su crisis. Aunque la crisis sea necesaria para que las fuerzas proletarias que se les oponen tomen las calles, con o sin dirección, y se organicen.
Son estas condiciones objetivas las que impulsan las luchas por sobrevivir y mientras existan serán las fuerzas motoras de los procesos revolucionarios. Pero la construcción de la dirección revolucionaria si depende de aquellos y aquellas que asumen conscientemente la pelea por construirla.
Para lograrlo hay que ver más allá de lo cotidiano y transformar las aspiraciones y necesidades del proletariado en programa, política, consignas, tácticas y método de lucha movilizador que conduzca a las masas obreras a destruir al mundo burgués sin contemplación, tomar el poder, impulsar la revolución social e instaurar su dictadura de clase junto a todos los explotados (as) y oprimidos (as) de cada país y el mundo.
Para tales fines hay obstáculos.
El principal es que el grueso de las direcciones que se proclaman socialistas o simplemente revolucionarias u obreras, capitulan a los que administran el capitalismo, se adaptan a regímenes democráticos burgueses o en el peor de los casos traicionan abierta y descaradamente.
Otros se convierten en simples propagandistas de promesas de un socialismo mesiánico que algún día habrá de llegar.
Si quienes estamos altamente preocupados por el rumbo al que el capitalismo y sus administradores llevan la humanidad, no nos planteamos buscar las distintas formas de ayudar al proletariado en sus luchas y a las vanguardias que éstas paren, a construir direcciones independientes, seremos arrastrados al infierno que el mundo burgués nos conduce .
Ese es el gran reto y mientras más dilación exista para asumirlo, mayores serán los sufrimientos del proletariado mundial y los pueblos oprimidos.