Por José René Tamariz
Cada vez más los fenómenos meteorológicos extremos se producen en mayor cantidad y tienen más poder destructivo. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático “existen evidencias derivadas de las observaciones efectuadas desde 1950 de cambios en algunos fenómenos climáticos extremos”. Entre esos fenómenos extremos tenemos olas de calor en Europa y Rusia (2003 y 2010), huracanes violentos como Katrina y Sandy (2005 y 2012), ciclones poderosos con Nargis (2008), grandes incendios forestales en Oceanía (2009), sequía y hambruna en el Cuerno de África (2011), grandes inundaciones en Perú (2017) y otros eventos meteorológicos. La tormenta tropical “Nate” que asoló gran parte del territorio centroamericano, se inscribe en el marco de estos eventos extremos, provocó graves daños en infraestructura de proporciones gigantescas, destrucción de miles de casas y pérdidas de todos los enseres, muerte de animales y la muerte de 11 personas en Costa Rica, 16 muertos en Nicaragua y 3 muertos en Honduras.
Todos esos eventos meteorológicos, como depresión tropical, tormenta tropical, huracán y otros son fenómenos naturales. Sin embargo, estos eventos naturales se están produciendo en mayor número en los últimos años y sus consecuencias son más devastadoras debido a su combinación con cambios antropogénicos locales y universales, como el cambio climático. La tormenta tropical “Nate” en Costa Rica, de acuerdo con los testimonios de las personas que vivieron las inundaciones y desastres fueron mayores que en otros años. Según cuenta Nery Lázaro de una finca en Palmar Norte la llena de agua y la rapidez de la inundación fue mayor “No fue igual a los anteriores: antes nos daba chance de sacar algunas cosas; esta vez, no. Si no nos vienen a sacar, nos ahogamos”. (La Nación, 8 de octubre de 2017). Otro testimonio del alcalde de Osa, Alberto Cole, relata que “Se vino una cabeza de agua, nos agarró a todos desprevenidos. En otras ocasiones que hubo inundaciones, uno veía cómo comenzaba a crecer, uno veía cómo iba subiendo; en esta ocasión, no; fue de golpe; en cuestión de 10 minutos estábamos inundados”. (Ídem).
Por otra parte, los daños en infraestructura son incalculables hasta el momento. Según el Ministro de Obras Públicas y Transportes (MOPT), Germán Valverde, “La magnitud de los daños que ha provocado la tormenta tropical Nate en toda la infraestructura vial del país es de proporciones titánicas”. (La Nación, 7 de octubre de 2017). Esta tormenta tropical afectó a las seis provincias de siete que tiene Costa Rica, solamente la provincia de Limón salió sin daños. En las demás hubo desaparición de tramos de carreteras, destrucción de puentes, derrumbes y deslizamientos, colapso de alcantarillas, poblaciones aisladas por rutas bloqueadas y así sucesivamente.
Los cambios locales, entre otros, son la gigantesca deforestación, la urbanización desordenada, los cambios en los usos de la tierra, el incremento gigantesco de la basura y su lanzamiento a los ríos, viejos sistemas de alcantarillas que no dan abasto para la cantidad de agua llovida. La menor cantidad de vegetación produce que haya mayor escorrentía de agua en las ciudades y otros lugares y, por ende, menor infiltración de agua que, combinada con mayor basura, provoca las inundaciones en las ciudades. La mayor parte de estos cambios locales son el producto de la expansión voraz del capitalismo, nacional y transnacional.
La combinación de los ciclos naturales, con los cambios antropogénicos y el cambio climático se combinan para hacer estos fenómenos más destructivos. En Costa Rica la tormenta tropical afecta a todo el territorio nacional. Pero algunos lugares y sectores son más golpeados y destruidos. Esto se debe a factores de la pobreza, ocasionada por el capitalismo, que lleva a amplios sectores de la población en Costa Rica a vivir en condiciones de riesgos, tales como, en precarios, cerca de ríos, en laderas de montañas y en otras condiciones adversas. Estos sectores populares y en pobreza constituyen la población más vulnerable y que carga con los efectos y consecuencias más catastrófica de la combinación de estos eventos. Por otro lado, la falta de previsión, planificación y acción de los gobiernos de turno conduce a mayor pérdidas y sufrimientos de la población expuesta y vulnerables a estos fenómenos naturales.
¿Cuál es el Plan del Gobierno para la Reconstrucción?
Al parecer por las declaraciones de algunas autoridades del gobierno, no tienen ningún plan para reconstruir toda la destrucción ocasionada por la tormenta Nate. Según el ministro de la Presidencia, Sergio Alfaro, “el proceso de reconstrucción probablemente va a requerir ingresos de alguna otra índole” y luego declaró que “Hasta que no estemos en eso, no quisiera especular sobre ello. Lo que sí es cierto es que hay dificultades fiscales y que estas dificultades fiscales tendrán impacto sobre una situación como la que estamos viviendo, que es de grandes dimensiones”. (Ídem). Como se puede desprender de esas declaraciones no existe una política del gobierno de Solís para la reconstrucción de la devastación ocasionada por la tormenta tropical. El pretexto del gobierno para no iniciar la reconstrucción son las dificultades fiscales. Demandamos la necesidad urgente de organizar e implementar un gran plan de obras públicas que reconstruya y construya todas las vías, carreteras, puentes, escuelas y colegios, viviendas, ebais, edificios y otros daños ocasionados por la tormenta tropical. Los fondos económicos para esa reconstrucción deben de salir de los dineros destinados por el gobierno para pagar tanto la deuda externa como interna, así como del no pago de las gigantescas exoneraciones fiscales que se les regala a los sectores económicos como las zonas francas, turismos y otras actividades lucrativas.