Por Sebastián Ernesto González

Si bien es cierto, en su gran mayoría la clase política hondureña puede catalogarse como corrupta, pueden hacer excepciones con personajes de la intelectualidad o de la academia que se inmiscuyeron en la política, pero, que, poco a poco fueron sucumbiendo en la tentación del enriquecimiento fácil. Actualmente, la política hondureña navega en aguas inestables y turbulentas, se pasó de doce años de una narcodictadura a un gobierno inmaduro  e inestable. No es secreto que en los países de la región no se mueve una hoja sin que el imperio lo apruebe, así que, los grupos gobernantes como el orteguismo en Nicaragua, el bukelismo en El Salvador, el zelayismo en Honduras o Arévalo en Guatemala, cuentan con el beneplácito del Pentágono, aunque obviamente, no es de su agrado, pero es la nueva forma de mantener controlados estos grupos de poder en la segunda década del siglo.

En ocasiones, ni siquiera importa si quienes gobiernan es un Manuel Noriega en Panamá o un Juan Orlando Hernández en Honduras, ambos, castigados por narcotráfico en cortes estadounidenses, aunque ambos personajes gobernaron en momentos muy diferentes en la historia. El asunto es; permitir que ciertos grupos gobiernen mientras la Democracia Burguesa siga su camino imponiendo las políticas requeridas en la región, principalmente ahora en que, cualquier detonante inmediatamente genera inestabilidad aumentando otro gran problema: la migración.

Decadencia e incapacidad

Después de un largo periodo de gobiernos militares, la constitución de la República de 1982 permitió que el bipartidismo (partidos Liberal y Nacional) gobernara durante 40 años, 20 y 20 cada uno, sin importar la forma en que llegaron como lo fue la de José Simón Azcona (1986-1990) acobijado en la fórmula de la opción B, la de Ricardo Maduro (2002-2006) siendo de nacionalidad panameña o bien; los últimos doce años del Partido Nacional (2010-2022) cuyas elecciones siguen siendo fuertemente cuestionadas por escandalosos fraudes.

Durante esos 40 años la empresa privada gobernó a la par de la clase política formando un híbrido que, apoyado por el poder militar, crearon un monstruo llamado narcotráfico. Siendo el punto culminante de este periodo de la historia la llegada al gobierno del clan de los Hernández, convirtiendo al país en un narcoestado, cuyos tentáculos penetraron la institucionalidad completa  y además, saquearon el Estado a manos llenas.

En todos estos cuarenta años de historia, la política gringa ha estado metida hasta el cuello, tal y como lo fue el Golpe de Estado del 2009, los doce años del narcoestado o el retorno del zelayismo nuevamente al poder con la bandera de Libre. El asunto es, con Juan Orlando Hernández en la cúspide y la frase “les voy a meter drogas a los gringos hasta por las narices”, quedó en evidencia la decadencia de una clase política corrupta que se confabuló con empresarios y militares para convertir al país en una piñata donde muchos se hicieron millonarios.

¿Se podrán reciclar los políticos?

El mejor aliado del zelayismo es la oposición misma; con un Partido Liberal hecho añicos en el 2009; un Partido Nacional que ya no podrá controlar las instituciones como lo hizo bajo el Clan de los Hernández, y, además; sin ningún dirigente que esté limpio de pecado; con un Nasralla más inestable que una pluma en medio de un torbellino; con una izquierda que le ha claudicado completamente a los Zelaya, y, con un Cálix dentro de Libre que en nada se diferencia del discurso cachureco, no se avizora una fuerza política que plantee una propuesta revolucionaria para el pueblo.

Al parecer, no se encuentra la fórmula mágica que permita reciclar esa clase política revolcada en el fango de la corrupción y la criminalidad, dejando al zelayismo la puerta abierta para seguir gobernando. Esta cruda realidad, nos obliga a tener a personajes que se mueven en la payasada y la egolatría para mantenerse vigentes diariamente en los noticieros.

El último circo montado es el de la expulsión de Jorge Cálix del Partido Libre, anuncio hecho desde Seúl por el embajador en ese país, Rodolfo Pastor Fasquelle. Jorge Cálix, miembro del partido Libre y aspirante a la presidencia de la república, reiteradamente ha calificado al gobierno de Xiomara Castro de autoritario, incapaz, intolerante, de generar odio, ha vertido opinión de estar en contra de la realización del Foro de Sao Paulo y de que mejor se debe traer a Bukele para que diga como enfrentar las maras y pandillas.

Jorge Cálix es un joven que trata de encabezar a una clase política decadente, al igual que lo hace un mucho mayor Salvador Nasralla o Maribel Espinoza. Lo patético en esta realidad es que parte de quienes se hacen llamar de la izquierda hondureña se metieron de cabeza al gobierno y le dicen amén a todo lo que dicta el zelayismo.

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