Por Nicolás Le Brun
Este fin de semana, , la Asamblea Nacional Popular, controlado por el poderoso Partido Comunista chino, votó a favor de la reforma que le permite al presidente Xi Jinping de permanecer de manera indefinida en el poder. De forma casi unánime, con solo dos votos en contra y tres abstenciones, los casi tres mil delegados de esta asamblea respaldaron la propuesta del presidente Xi Jinping. De no haber sido modificada la constitución, este debería abandonar su cargo en el 2023 al cumplir los 68 años, tal y como estaba consignado hasta el momento.
El portavoz de esta asamblea, Zhang Yesui lo explicaba de la siguiente manera “esto permitiría aumentar la autoridad del partido, siendo el camarada Xi Jinping el núcleo y permitir una dirección unificada” (Hong Kong Economic Journal, 5/03/2018)
El objetivo es bien claro en cuanto a reforzar los poderes del actual presidente. Esto es el reflejo de una nueva situación en la cual, a partir de la restauración capitalista en el país, la crisis económica y las pugnas inter imperialistas, la nueva burguesía china recurre a un régimen cada vez más bonapartista.
La era Xiaoping
Este hecho viene a modificar radicalmente lo que en la época de Deng Xiaoping, vino a normar ciertos aspectos del poder de la burocracia del partido en la época post Mao. Este último se mantuvo en el poder desde el triunfo de la revolución en 1949 hasta su muerte en 1976. Las purgas que se desataron después de su muerte en las que la viuda de Mao junto a otros miembros de su círculo más cercano del “gran timonel” como se llamaba a Mao, la “banda de los cuatro” fueron condenados por los excesos de la revolución cultural que se dio en país entre 1966 y 1976.
Den Xiaoping se convirtió en un pivote entre las diferentes fracciones de poder en el partido. Uno de sus objetivos era que el fenómeno de la concentración de poder como durante la época de Mao no volviera a dar. Algunas de estas medidas fueron el establecimiento de una edad para la pensión para los miembros del comité central a los 68 años y el establecimiento de una dirección colegial, conformado por los miembros del comité permanente y el secretario general, que se retirarían al cabo de diez años en el poder. La figura del secretario general sería el eje del poder, tal y como sucedió en la época de Deng Xiaoping, el verdugo contra el intento de revolución democrática de 1989, que terminó con el aplastamiento y masacre de la plaza Tian’nanmen.
Es durante este periodo cuando la burocracia china emprende el camino hacia la restauración capitalista. La reconversión productiva bajo un modelo de rentabilidad empieza a tomar forma tanto en la agroindustria como en la manufactura, a partir de las medidas adoptadas por el congreso de la Asamblea Nacional Popular del año 1979. En este, se trazan las grandes líneas de este proceso que vemos hoy en día, el de un país capitalista controlado por un partido único.
Las granjas estatales deberían transformarse y ser “económicamente autónomas “ (Le Monde Diplomatique, noviembre 1979) Esto implicaría que en caso de pérdida, no podrían contar con el apoyo del estado, pero en retribución podrían conservar el 70% de sus beneficios. Estas granjas que representaban en la época alrededor de dos mil quinientos, tendrían que competir las unas con las otras bajo un modelo claro de economía de mercado capitalista.
Para la industria, el modelo adoptado por este congreso no es muy diferente. “Solamente las políticas fiscales, de precios y de inversión et de crédito permitirán de mantener un control, reforzado por la motivación de las empresas más rentables (prioritarias para el envío de materias primas). Se trata de remplazar toda gestión administrativa por una gestión económica. En este campo, los dirigentes buscan inspirarse de países capitalistas, sobre todo de Japón” (Le Monde Diplomatique ídem)
La burocracia china poco a poco va transformándose en una nueva clase burguesa. Este control y privatización de los medios de producción se ve reflejado en el partido y en las pugnas que ponen al frente los grandes vencedores de este proceso.
Uno de los economistas que sostenía este proceso, Jiang Yiwei afirmaba que “un país socialista no debe considerarse como una gran empresa con unidades económicas individuales que serían filiales puestas bajo un mando directo. LA economía nacional debe ser considerada como numerosas unidades económicas de base independiente, bajo una dirección centralizada y unificada según un alto nivel de democracia (ídem)
Esta cita, resume a grandes rasgos, el sistema capitalista chino que opera en la actualidad.
La era Jinping
En el año 2012 asume el poder del partido Xi Jinping con promesas de “mayor apertura” y de tratamiento” igualitario” para las empresas extranjeras. La era de su antecesor, Hu Jintao, pensionado a los 68 años fue considerada como una era en la que el país no avanzó con la determinación que se requería para poner al país en la senda de convertirse en una potencia mundial.
Los números que acompañan los resultados del quinquenio de Xi Jinping son elocuentes en cuanto a la coherencia con los postulados del congreso del partido del año 2013 en el cual se trazaban las líneas en consonancia con las del mismo evento de finales de los años setenta expuestas anteriormente. Este congreso decidía sobre “la resolución del Comité Central del partido concerniente a los problemas mayores relativos a la profundización global de la reforma” (revuepolitique.be noviembre 2014)
El crecimiento económico alcanzado por China en el último quinquenio, según los indicadores ha sido bastante elevado.
“En el último lustro, el PIB per cápita ha crecido aproximadamente un 40%. Si bien la expansión se ha ralentizado con respecto a las cifras de principios de siglo, durante los cinco primeros años de Xi Jinping la economía –según cifras oficiales– ha crecido a una tasa media anual del 7,1% » (El País, 5 de marzo del 2018)
Durante los últimos años, la aparición de una poderosa clase media, que responde también a un cambio en la estructura productiva del país. El sector terciario ha conocido un enorme crecimiento, si bien no alcanza el nivel de los países desarrollados. Este crecimiento se ha visto reforzado de forma sostenida durante este periodo. En el 2013 representaba el 46,7% para pasar en el 2017 a ser un 51,7%. El sector que ha viso una disminución importante ha sido el de la industria pasando en el mismo periodo de un 44% a un 40,5%
La renta per cápita ha visto también una evolución importante. En el 2016, este monto llegaba a los 6894 dólares cuando a principios del lustro este monto era de 5331 dólares.
Sin embargo, esto no ha sido forzosamente un sinónimo de igualdad. Este proceso de acumulación capitalista a paso forzado, ha acrecentado las desigualdades.
“China situó su índice Gini en el 0,467 en 2017 (siendo cero la igualdad perfecta y uno la desigualdad absoluta), una cifra ligeramente inferior a los récords alcanzados en años anteriores. Pero la diferencia entre ricos y pobres, o entre la China urbana y rural, sigue estando muy por encima de la presente en los países desarrollados.” (El Pais, ídem)
En este sentido, la poderosa clase obrera industrial china ha vivido una evolución impresionante. Los sindicatos oficiales, controlados por el PCC han sido muchas veces sobrepasados por las acciones espontaneas de los obreros. Las huelgas han conocido un enorme resurgimiento en los centros de alta concentración industrial como la provincia de Guandong, conocida como la “fábrica del mundo”. Evidentemente en estos movimientos no hay portavoces de los trabajadores ni lideres reconocidos para evitar la represión del estado. Esto no ha impedido que los movimientos se multipliquen, dando así también una justificación de más para que un gobierno fuerte como el de Xi Jinping, tranquilice a los explotadores y asegure las condiciones de explotar en paz.
Pero esto no ha sido todo, en los otros indicadores no solo políticos sino también militares y científicos, la China bajo la era Jinping ha visto una serie de transformaciones para consolidarse como potencia. China solo es superada por los Estados Unidos en lo que se refiere al gasto militar. En este mismo periodo, el gasto ha crecido casi en un 140%. La presencia militar en el Mar de China, así como el resurgimiento de viejas disputas territoriales anuncian el rol que pretende jugar el país en la región.
En el dominio científico tecnológico también, la evolución ha sido muy importante; Esta parte de la guerra comercial, los chinos han aumentado considerablemente la cantidad de patentes, lo que los coloca a la vanguardia de ciertos sectores como la informática y la telefonía móvil, donde son un competidor directo de las grandes firmas yanquis como Apple y la coreana Samsumg.
Pero todo este milagro tiene también su lado oscuro. En lo que Xi Jinping ha denominado una guerra contra la corrupción, cerca de un millón y medio de funcionarios han sido castigados, purgados de sus cargos, dando así una señal al conjunto del partido y de los nuevos sectores burgueses de cuál es el sector que lleva las riendas del poder.
Este fenómeno es similar al que se desató luego de la restauración capitalista en la ex Unión Soviética. Luego de la era Gorbachov, el gobierno de Yeltsin fue una cruzada entre los diferentes sectores de la burocracia soviética transformados en nueva burguesía que se disputaban el reparto del pastel con métodos mafiosos. Todo este caos fue entrando poco a poco en el orden de un estado burgués más coherente con la llegada de Putin al poder. La figura de este como nuevo zar, donde las instituciones giran en torno a él, le ha permitido retomar una posición de fuerza en el concierto internacional. La guerra civil en Siria ha demostrado con creces el rol imperialista de Putin y sus fuerzas armadas para garantizar su espacio vital en el Medio Oriente y evitar el contagio de una revolución cerca de sus fronteras y superar definitivamente el fiasco militar de la intervención en Afganistán.
¿Tambores de guerra?
El imperialismo, sea cual sea su origen o color, no puede evitar de dirimir sus diferencias por medio de las armas. Hace un siglo terminaba la primera guerra industrial de la humanidad, con la pérdida de millones de vidas de trabajadores y trabajadoras del continente europeo fundamentalmente.
Cada uno de los sectores empieza a velar sus armas, producto de una crisis económica cuyo punto de partida se sitúa ahora diez años atrás.
En estos periodos, las conquistas democráticas de las masas son recortadas y personajes autoritarios por encima de las instituciones como Trump, Putin, Jinping y otros más en la lista, son solo el rostro de esta enorme crisis en la que el capitalismo nos arrastra a la barbarie.
Las tareas del movimiento de masas son enormes, pero pasan fundamentalmente por poder dotarse de una internacional revolucionaria que no tenga miedo a llamar las cosas por su nombre y que evita las trampas del oportunismo.