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La protesta pasiva y activa del pueblo de Guatemala en las elecciones, augura grandes acontecimientos

Guatemala sigue siendo el país clave de la región. Lo que ocurra en Guatemala siempre tiene efectos inmediatos en toda Centroamérica. Este pedazo de Centroamérica ha sufrido dictaduras militares brutales, pero también ha experimentado procesos de reforma que, aunque fueron frustrados, como la revolución de 1944-1954, siempre tuvieron repercusiones en el resto del área.

En diferentes oportunidades hemos alertado que los débiles regímenes democráticos, instaurados con los Acuerdos de Paz (1987, 1990, 1992 y 1996) están colapsando, dando paso a regímenes bonapartistas o abiertamente dictatoriales, como el caso de Nicaragua.

En el ultimo periodo hemos denunciado el deterioro del sistema electoral en Guatemala, y de un giro abiertamente reaccionario a nivel del régimen político. El Tribunal Superior Electoral (TSE), en conjunto con la Corte de Constitucionalidad (CC), prohibieron la participación electoral a nuevas fuerzas políticas, como el izquierdista Movimiento de Liberación de los Pueblos (MLP), liderado por Thelma Cabrera,  y otras fuerzas políticas de derecha lideradas por Roberto Arzú y Carlos Pineda.

A nivel del régimen político hubo un retroceso brutal a nivel de las libertades democráticas, en la lucha contra la corrupción, cierre de “El Periódico”, y encarcelamiento y condena contra el periodista Rubén Zamora, persecución contra jueces independientes, etc.

En Guatemala, la gente está desencantada con la democracia instaurada bajo los Acuerdos de Paz. Las ilusiones de cambio democrático han sido traicionadas por el corrupto sistema de partidos políticos existentes. No es una casualidad que los partidos que ascienden al gobierno, terminan desapareciendo de la escena política, con la única excepción de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) que lidera Sandra Torres. Una excepción que confirma la regla general.

La campaña electoral del 2023 estuvo cargada de tensiones y de un creciente rechazo de la población, que se manifestó en una altísima abstención del 40%. Lo más sorprendente de este rechazo, ha sido que el voto nulo llego al 17,4%, una cifra superior a la de los dos candidatos finalistas (Sandra Torres de UNE llegó al 15,8%  y Bernardo Arévalo de Semilla al 11,7%)

Este crecimiento del voto nulo se debe no solo al rechazo general al giro reaccionario del régimen político, sino también a que los candidatos inhibidos del MLP, Roberto Arzú y Carlos Pineda llamaron a votar nulo, como un mecanismo de rechazo activo a las arbitrariedades del TSE y la CC.

Y aquí algunas agrupaciones cometieron un error garrafal, contra el cual alertamos en nuestra Declaración del 24 de mayo: a pesar de las prohibiciones e inhibiciones había que llamar a la población a votar contra los partidos patronales.

Pero aquí también tuvimos otra sorpresa: la candidatura de URNG-Winak, por la cual llamamos a votar críticamente, no logró superar el 1,57% de los votos, lo que confirma, una vez más, la bancarrota política de la exguerrilla y su total aislamiento de las preocupaciones y aspiraciones populares.

De conjunto, observamos un rechazo pasivo, manifestado en la abstención del 40%, un rechazo activo manifestado en el 17.4% del voto nulo. Pero en este mar de lágrimas, se produjo un fenómeno político: los sectores de la clase media urbana, con aspiraciones democráticas, hartos de los niveles de impunidad y corrupción, y preocupados por el giro reaccionario del régimen político que puede llevar a una nueva dictadura, decidieron votar por la agrupación “Semilla”, que a pesar de su discurso moderado se presentó como la opción antisistema.

El voto a favor de la UNE refleja la tradicional base campesina e indígena que fue con las políticas sociales del gobierno de Álvaro Colom (2008-2012) y que su exesposa Sandra Torres ha logrado mantener a su alrededor.

Como era de esperarse, Sandra Torres ha cambiado su discurso, hacia la derecha, para ganarse el apoyo de los partidos reaccionarios, y finalmente ascender a la presidencia, bloqueando cualquier posibilidad de cambio, manteniendo el statu quo.

La izquierda de Guatemala debe discutir si, para frenar la continuidad del statu quo, con ese peligroso giro hacia un régimen bonapartista, debemos cerrar filas en torno a Bernardo Arévalo y Semilla, en la segunda vuelta.

No es la primera vez en la historia que las aspiraciones de cambio son representadas por partidos de la clase media democrática. Así fue en 1944, y así puede ser hoy día. No hay duda que en Guatemala se avecinan grandes acontecimientos, la elección en la segunda vuelta, es solo el inicio de estos cambios o de posibles retrocesos.

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