Por José René Tamariz
Los medios de comunicación, articulistas de los medios escritos, académicos, políticos, técnicos del programa Estados de la Educación y muchos otros plumíferos escriben, opinan y plantean que existe una mala calidad de la educación, así como una deficiente calidad de los educadores. La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), recientemente, elaboró un estudio denominado “Revisión de políticas nacionales de educación en Costa Rica” en el cual plantea una serie de críticas, recomendaciones y propuestas de reformas en el sistema educativo. Asimismo, el último Informe Estado de la Educación que se realiza año con año, plantea una serie de problemas que existen en el sistema educativo y señalan que existen algunos “puntos ciegos” de la educación, refiriéndose a lo que pasa en las aulas. En el fondo, todos estos constituyen un cuestionamiento al conjunto de los procesos educativos y sus resultados. Sin embargo, los que menos opinan de la educación son sus actores sociales y directos, los docentes, estudiantes y padres de familia.
Es muy fácil y cómodo criticar a la educación y, principalmente, a los educadores desde los escritorios, así como hacer cambios o cambiar totalmente los programas de estudios, tal como lo hacen los burócratas del Ministerio de Educación Pública (MEP), sin estar en la “línea de fuego”, es decir en las aulas, impartiendo lecciones. Por otro lado, los medios de comunicación y, en primer lugar, el periódico “La Nación” mantiene una campaña sistemática en contra de los educadores señalando los “exagerados” pluses salariales que reciben los docentes, los cuales no se corresponden con los supuestos malos resultados de las pruebas del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA) de la OCDE.
¿Qué Significa el Concepto de “Calidad de la Educación”? Muchos opinan sobre educación, pero no dicen en que consiste ese cacareado término de “calidad de la educación”. Algunos hacen un recetario de lo que debería ser las “características” de un profesor de “alta calidad”. Según Andreas Schleicher, director de educación de la OCDE “La calidad de la educación no excede la calidad de sus docentes. Costa Rica está trabajando para asegurar estándares mínimos en la profesión docente al plantear la acreditación obligatoria de las carreras de educación”. (La Nación, 7 de agosto de 2017). Y más adelante señala que “Mejorar la calidad de la enseñanza requerirá también avanzar hacia la contratación de los candidatos con el mayor potencial de convertirse en buenos docentes y hacia un desarrollo profesional continuo basado en la retroalimentación regular y la colaboración entre pares”. (Ídem). Para este personaje que viene a dictar lo que se debe hacer en materia de educación la “calidad de la educación” es igual la “calidad de sus docentes”. Este especialista de la OCDE aplicando el principio de identidad de la lógica formal de que A = B, casi de forma automática deduce y reduce a una igual de los términos “calidad de la educación” = “calidad de sus docentes”. Es decir, para él no existen las situaciones materiales de la educación, tales como las condiciones de trabajo de los docentes, por ejemplo, excesiva cantidad de estudiantes por sección, excesiva cantidad de grupos por docentes, trabajo de los docentes en dos, tres o más colegios, jornada de trabajo excesiva, realizada por lecciones o destajo, de 44 lecciones, jornada de trabajo anti pedagógica que muchas veces se extienden desde las 7 de la mañana hasta las 4:10 pm, sobrecarga laboral relacionada con el trabajo fuera de la jornada ordinaria (trabajos extra clases o tareas, realización y calificación de exámenes, informes tediosos de adecuaciones curriculares significativas y no significativas y otros informes), así como participación de docentes en comités de todo tipo, excesiva cantidad de estudiantes de adecuaciones. Por otra parte, el alto porcentaje de interinazgo en que viven miles de educadores crea inestabilidad permanente en ellos. A este listado de exceso de trabajo que se ha enumerados se le puede agregar muchos otros. A lo anterior habría que agregar que actualmente los docentes trabajan con jóvenes adolescentes que tienen problemática social, económica y cultural muy difícil tanto en sus hogares como en sus comunidades.
La situación socia-económica de miles de estudiantes de zonas marginadas, barrios pobres, precarios y otras condiciones de vida, tales como pobreza, pobreza extrema, hogares desintegrados, la mayoría de las veces dirigidos por madres solteras se constituyen en factores objetivos que inciden en el proceso de aprendizaje y, por ende, en los resultados académicos de los jóvenes estudiantes. A las aulas llegan por las mañanas miles de jóvenes estudiantes que no desayunan, alimento fundamental para el aprendizaje, lo cual incide directa y proporcionalmente en sus capacidades cognoscitivas para el aprendizaje. Al respecto, un estudio de la Universidad de Georgia señala una relación entre la pobreza y el cerebro. Las facultades del cerebro afectadas por esas condiciones son la memoria, habilidad para aprender cosas nuevas, el ánimo, habilidad para lidiar con el estrés y las calificaciones bajan hasta un 20%. (La Nación, 20 de febrero de 2017). Es cierto que en los comedores escolares se les brinda alimentación a los estudiantes, sin embargo, el desayuno se sirve en los kínder, escuelas y otros, pero no así en los colegios en donde solo se sirve el almuerzo, principalmente a los estudiantes becados. A lo anterior habría que sumarle las condiciones del entorno socio-cultural en que viven y se relacionan los jóvenes adolescentes en sus barrios y comunidades, muchas veces, ligadas a la violencia, drogas y otros procesos de descomposición social que los afecta y los marca en sus actuaciones en las aulas e instituciones educativas.
Por otra parte, la coordinadora del Informe Estado de la Educación, Isabel Román, recientemente declaró que “Hay problemas en la formación docente. Muchos de los programas están desactualizados y desconectados con la nueva oferta educativa del MEP. Los docentes son el principal factor en la exclusión educativa, a mayor dificultad de enseñar, menor rendimiento”. (La Nación, 8 de abril de 2017). Es cierto que existen problemas la “formación docente” y que los “programas” de las Universidades están “desactualizados” y “desconectados” de la oferta del MEP. Los “problemas” no son solo de la “formación docente” y de que los programas de educación en las universidades estén “desactualizados” y “desconectados”. El problemas central y más grave es que la educación se ha mercantilizado y privatizado, lo cual ha llevado a proceso de degeneración y decadencia en la formación, principalmente, en las universidades privadas que gradúan y sacan docentes en forma de procesos de maquila, en serie, con tal de obtener la mayor cantidad de ganancias. Esto ha conllevado a un proceso de mala formación y saturación de las carreras de educación y, por ende, a que la carrera de educación se ubique en la cuarta profesión con mayor porcentaje de desempleo (8%). (La Prensa Libre. cr, 17 de octubre de 2017).
Aunque el problema en la “formación docente” existe, debido a la mercantilización y privatización de la educación para el lucro y las ganancias de los dueños de las universidades privadas, sin embargo, afirmar que los “docentes” somos el “principal factor en la exclusión educativa” no solo constituye un planteamiento temerario, una ofensa e infamia contra los educadores, sino que representa una gran falacia que se debe atacar y combatir. La mayoría de los educadores, aún con las deficiencias que se puedan arrastrar de la formación de las universidades privadas realizan grandes esfuerzos con su trabajo para mantener, sostener y evitar la exclusión educativa de los educandos. Hay muchos educadores que buscan su propia formación, sacando cursos y recibiendo capacitación para su desarrollo como docente para mejorar su labor educativa. Además, el trabajo con la comunidad estudiantil no solo es de apoyo y ayuda material a los estudiantes, sino visitas a sus hogares, reuniones con padres de familias y otras actividades escolares, tanto en el aula como fuera de ella.
De último, debemos referirnos a un grave problema que tienen y sufren los educadores. Esto tiene que ver con el llamado “síndrome del quemado”. Las condiciones materiales de trabajo enumeradas más arriba y la pesada sobrecarga laboral impuesta por el sistema educativo y los burócratas del MEP sobre los educadores ha conllevado a muchos docentes a este “síndrome”. Según Ezequiel Ander-Egg esa enfermedad profesional “…Tiene manifestaciones diversas: agotamiento emocional y físico, estrés, angustia, depresión, desencanto, sensación de que el propio trabajo sirve de muy poco, etc”. (Ander-Egg, Ezequiel: Debates y propuestas sobre la problemática educativa. Editorial Homo Sapiens, Argentina 2007). Es muy probable que unos y otros docentes tengan algunas u otras o manifestaciones señaladas anteriormente. De ahí la necesidad de plantear y luchar por una nueva forma de educación, un nuevo modelo educativo. En un próximo artículo se abordará algunas propuestas alternativas en la educación que contribuyan a modificar las condiciones alienantes en que se realiza la labor educativa para hacer una educación más crítica y liberadora de los seres humanos.