Por David Miller
Donald Trump ha puesto patas arriba a Estados Unidos y al mundo entero. Bajo su presidencia, el régimen político está cambiando aceleradamente, pasando de un moderado presidencialismo con algunos contrapesos en el Congreso, a un creciente bonapartismo, en donde Trump gobierna por medio de decretos ejecutivos, en su mayoría contrarios a los controles establecidos en la Constitución de 1787.
Aparentemente, Trump avanza en sus planes: ha logrado aprobar un presupuesto que contiene múltiples incentivos fiscales a los multimillonarios y drásticos recortes a la seguridad social; evitó el colapso de Israel al golpear militarmente a Irán, continúa arrodillando a muchos gobiernos al imponer una arbitraria política de aranceles, etc. Quizás en donde no ha logrado un triunfo contundente es en la guerra en Ucrania, donde Putin mantiene una posición intransigente, defendiendo los intereses geopolíticos de Rusia.
TACO es agresivo, voluble e inestable
No obstante, si algo caracteriza a la política de Trump no solo es su estilo estridente de capo de la mafia, que golpea para negociar, que eleva las peticiones para bajar a un punto intermedio, sino que, también, termina retrocediendo.
Por eso, con justa razón, algunos detractores le han llamado TACO (“Trump always chickens out”, es decir, “Trump siempre se echa para atrás”).
Pero el retroceso, en la mayoría de los casos, es parcial, con sus bravuconadas termina consiguiendo parcialmente sus objetivos. Lo que va sumando un conjunto de triunfos parciales a su favor, que son presentados, falsamente, como victorias del pueblo estadounidense.
Bajo Trump las relaciones diplomáticas se han convertido en un carrusel, que sube y baja constantemente, y que en cierta medida termina desconcertando y aturdiendo a los gobiernos que terminan hincándose ante el nuevo aspirante a emperador del mundo.
Aranceles para tapar el hueco fiscal
Uno de los principales problemas de la crisis estructural y la decadencia del capitalismo estadounidense, es el déficit fiscal y la enorme deuda que asfixia la economía. Desde hace varias décadas, Estados Unidos gasta mas de lo que produce, por eso tiene un enorme déficit fiscal y comercial que financia o compensa por la vía del endeudamiento.
Como parte de su programa económico, apoyado por la tradicional política del Partido Republicano, de reducir los impuestos, Trump tiene el compromiso de reducir los impuestos a los multimillonarios, y de paso repartir algunas migajas a sectores específicos de la clase media. Para cumplir con su programa electoral, debe obtener algunos recursos extras para compensar la reducción de los ingresos fiscales, producto de las exoneraciones recientemente aprobadas.
El presupuesto, aprobado con el apoyo de los demócratas, a pesar de los enormes recortes en salud y educación, aumentará la deuda de Estados Unidos de 33 billones actuales a casi 37 billones en menos de una década, lo que significaría el 130% del PIB.
Para compensar el hueco fiscal, Trump resucitó la política de aranceles proteccionistas, que fueron aplicados en un momento de ascenso capitalista, que ayudaron a proteger la industria de Estados Unidos. No obstante, el contexto de aplicación de los aranceles es completamente diferente.
El equipo económico de Trump determinó los aranceles mediante una formula arbitraria basada en el déficit comercial de Estados Unidos con cada uno de los países que comerciaba. No se basó en un estudio de costos, precios o de productividad, simplemente en un castigo para los países que más exportaban sus productos hacia Estados Unidos.
¿Desacoplarse de la economía mundial?: Una misión imposible
Los asesores económicos de Trump, o se hacen los estúpidos o realmente lo son. Bajo el capitalismo, el comercio entre las naciones se basa, en términos generales, en la oferta y demanda, en costos y precios finales. Al imponer aranceles arbitrarios, Trump pretende obligar a las empresas --que se fueron a China y a otros países, en una incesante sed de ganancias--, a que regresen a producir en Estados Unidos, obviando el alto costo de mano de obra y la baja productividad.
Pero el aspecto más importante, (Trump cierra los ojos ante la realidad) es que todos los países están integrados por la economía mundial. Pretender desacoplar un país como Estados Unidos, del conjunto de la economía mundial, es una ilusión. Las economías de China y Estados Unidos, solo para citar un ejemplo, están profundamente integradas. Por eso Trump fue obligado a retroceder en relación con los aranceles del 150% para China.
En un reciente editorial, The Washington Post (WP), un periódico capitalista, desnudó la utopía de Trump, de pretender obligar a las empresas a trasladar su producción a Estados Unidos.
Veamos lo que dijo: “Intentar traer toda la producción de vuelta a Estados Unidos es costoso y poco realista. Las empresas estadounidenses dependen de insumos globales para mantenerse competitivas. Automóviles, teléfonos, refrigeradores y otros productos sofisticados integran docenas de componentes de otros países. Dichos productos se volverían exorbitantemente caros si todas sus piezas tuvieran que fabricarse en Estados Unidos. En cambio, una estrategia más inteligente implicaría una cooperación más estrecha con países como Japón para asegurar las cadenas de suministro y minimizar las interrupciones en las empresas que dependen de la producción global”. (Editorial de WP 16/07/2025)
Supongamos que Trump logra su objetivo y la mayoría de las empresas regresan a producir dentro de Estados Unidos. El resultado seria, por el alto costo de la mano de obra, que los productos “Made in USA” no podrían competir con los productos de China, India o Brasil, por tener costos más bajos y una productividad más elevada. Así de sencillo.
El verdadero objetivo de los aranceles: cobrar más impuestos
Entonces, estamos ante otra estafa al mejor estilo de Donald Trump. El verdadero objetivo de los aranceles es recolectar más impuestos, para compensar las exoneraciones fiscales a favor de los multimillonarios.
En Estados Unidos no existe el Impuesto al Valor Agregado (IVA), que es un impuesto indirecto que se aplica en la producción y distribución de bienes y servicios, y que existe en casi todo el mundo. En Estados Unidos existe el Sales Tax que es un impuesto sobre ventas que se aplica al consumidor final.
Pero ni Trump ni el Partido Republicano, adalid de la reducción de los impuestos, podían arriesgarse políticamente a incluir más impuestos de los ya existentes. Entonces, Trump, el gran encantador de serpientes, resucitó el tema de los aranceles.
¿Cuánto dinero y quien está pagando los aranceles?
El arancel no lo paga quien vende productos en el mercado norteamericano, este impuesto aduanero lo paga quien comprar esos productos en el mercado mundial, y que más temprano que tarde terminará trasladando ese costo el precio final que deben pagar los consumidores. En perspectiva, la aplicación de los aranceles es como cortarse los pies para que quepan los zapatos.
Según el análisis de la BBC, Trump ha logrado recaudar con los aranceles recíprocos del 10% más de US$100.000 millones en lo que va de año, alrededor del 5% de los ingresos federales de Estados Unidos proceden de los aranceles, frente al 2% de los años anteriores. Una cantidad relativamente modesta, aunque Scott Bessent, Secretario del Tesoro, cree que la recaudación arancelaria anual será de US$300.000 millones.
De continuar la aplicación de aranceles, podrían producir ingresos de 2 billones de dólares en una década, lo que según los expertos sería una cantidad estática a nivel de los ingresos arancelarios. Incluso, si estos ingresos producen un superávit fiscal, ese dinero tendría que usarse para compensar o rescatar empresas en quiebra. Durante el primer mandato de Trump, hasta el 92 % de los ingresos arancelarios sobre productos chinos se destinó a rescatar a los agricultores que perdieron el acceso a los mercados de exportación. Por donde camina Trump, el campo está minado.
El banco de inversión Goldman Sachs dijo en un informe que espera que las empresas transfieran el 60% de sus costos arancelarios a los consumidores. Un aspecto que no se ha mencionado en el debate sobre los aranceles, es que solo las grandes empresas podrán absorber la elevación de costos que significan los aranceles, lo que implicará la quiebra de miles de pequeñas y medianas empresas. Se operará, entonces, una mayor concentración de capital. Probablemente este es otro de los objetivos centrales de la política arancelaria de Trump.
Las primeras consecuencias económicas y políticas
Trump ha comenzado a sufrir un desgaste político, por los excesos de ICE contra los migrantes, pero también por las políticas económicas que se centran en la aplicación de aranceles.
En julio, en una encuesta de CNN, un 61 % frente a un 39 %, oponerse al proyecto de ley de gastos en general. La mayoría, un 58 %, ahora dice que Trump ha ido demasiado lejos en los recortes a los programas del gobierno federal (un aumento de 7 puntos desde febrero), y su calificación en cuanto a la gestión del presupuesto federal se sitúa ahora en tan solo un 37 %. Su calificación en la gestión de impuestos, aunque aún está por debajo de su nivel, es ligeramente más positiva: el 44 % aprueba su gestión, cerca del máximo de su primer mandato en ese tema.
Los efectos económicos comienzan a sentirse. En mayo, la inflación fue de 2,4% y en junio subió a 2,7%, relativamente baja en relación al 4,95% de la época de Biden.
Ya comienza a sentirse el daño en la economía, que comienza a desacelerarse. El producto interior bruto real aumentó poco más del 1 % en el primer semestre, frente a casi el 3 % del año pasado.
Acuerdos comerciales que no se conocen
Trump ha impuesto aranceles de manera antojadiza y sin control del Congreso, basándose en una ley de 1977 llamada Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional (IEEPA), que autoriza al presidente de Estados Unidos a aplicar sanciones y embargos, pero que no menciona la palabra “aranceles” por considerar que es una facultad exclusiva del Congreso.
Aunque Trump anunció “90 acuerdos comerciales en 90 días”, solo ha anunciado acuerdos comerciales con la Unión Europea (UE), con Japón y Corea del Sur, pero estos acuerdos no han sido publicados y no se conocen oficialmente. El único acuerdo comercial publicado ha sido con Gran Bretaña. Con México y otros países, como Canadá, India y Brasil, mantiene un “estira y afloja”, procurando doblegar a dichos gobiernos..
Con la farsantería que le caracteriza, Trump anunció pomposamente que el acuerdo con la UE permitiría la compra de 750.000 millones de dólares en combustibles y gas, y un compromiso de invertir 600,000 millones de dólares dentro de Estados Unidos. Todos los economistas coinciden en que la UE no puede comprar semejantes cantidades de hidrocarburos y que la posible inversión dentro de Estados Unidos se refiere a préstamos y que eso dependerá del sector privado.
En relación al acuerdo con Japón, además de establecer un arancel del 15%, habría un compromiso de invertir 550,000 millones de dólares en Estados Unidos. Funcionarios japoneses aclararon que esta ultima cantidad se refiere a un fondo de préstamos. Lo mismo aclararon los funcionarios coreanos en relación al compromiso de crear un fondo de 350,000 millones de dólares
Nuevamente vemos en acción a Trump, el encantador de serpientes, vendiendo ilusiones al pueblo norteamericano.
El ataque a los BRICS
En esta guerra arancelaria, Trump tiene una obsesión con los BRICS. El arancel del 50% a Brasil, aunque después dejo por fuera muchos productos, no es por el juicio a Bolsonaro, es por el peso de Brasil como la economía más grande de América Latina, muy ligada a la economía de China.
De igual manera, a pesar de haber coqueteado con el primer ministro indio, Narendra Modi, Trump castigó a India con aranceles del 25% y una multa, y con amenaza de sanciones secundarias si continúa comprando petróleo a Rusia. Como era de esperarse, los funcionarios de India amablemente dijeron que no aceptaban imposiciones.
Y el distanciamiento con Putin se debe, entre otras cosas, a que los BRICS significan un 50% del mercado mundial, y que representan una base económica segura para China y Rusia en tiempos de sanciones y turbulencias comerciales.